“Aún no me lo creo, nos lo han regalado”, se pellizcaba un felicísimo hincha del Paris Saint Germain frente a un micrófono. Otro, ya entrecano, entrevistado en la larguísima cola para comprar la camiseta del 30 (ahora es El Pibe 30), confesó: “Nunca en mi vida compré una camiseta de fútbol, pero esta la quiero”. El francés en general y el parisino en particular no son fanáticos del fútbol como el inglés o el italiano, pero todos están experimentando el orgullo de tenerlo. París entera se ha prosternado ante la llegada de Lionel Messi como no había sucedido jamás con otro personaje futbolístico. O quizás de ningún tipo.