Aquiles Alvarez Henriques, alcalde de Guayaquil recién posesionado, es un hombre del deporte. Eso lo saben todos en la urbe y ha obtenido ese honor y asumido tamaña responsabilidad en gran parte por su popularidad como dirigente de Barcelona. Tiene un compromiso genético con el deporte, pues es nieto del recordado presidente torero Aquiles Alvarez Lértora, uno de los principales gestores de la épica victoria de Barcelona ante Estudiantes de La Plata en 1971. La prensa argentina calificó ese triunfo en semifinales de la Libertadores como “la hazaña de La Plata”; no fue el periodismo guayaquileño el que la llamó así.

El 16 de abril pasado EL UNIVERSO publicó una entrevista al nuevo alcalde, quien se pronunció por revisar el presupuesto de la Dirección Municipal de Deportes para “incentivar el deporte en los jóvenes, no solo en fútbol sino con diferentes disciplinas deportivas”. Le tomamos la palabra en nombre de una definición del expresidente uruguayo José Mujica, quien dijo en El País, de España, que “los humanos somos animales utópicos”.

Los antiguos torneos de mayores que organizaba Fedeguayas en anuncios de 1975 ya no existen. Foto: Archivo

No dudamos de su intención, pero sabemos las colosales dimensiones de su compromiso al frente de una ciudad asediada por la inseguridad y el desorden. A esto debe agregarse un panorama deportivo desolador. La Federación Deportiva del Guayas abdicó hace años de su tarea rectoral y lo que existe hoy es absoluto abandono y bien rentada propaganda. Han desaparecido las asociaciones y comités de cada deporte; lo que subsiste es mínimo y gracias a aportes de padres de familia y dirigentes honorarios (en gimnasia olímpica, por ejemplo, disciplina que obtuvo hace poco lauros internacionales sin el más mínimo aporte federativo). Los torneos provinciales de mayores, que antes concitaban la asistencia de numeroso público, no existen ya. Guayaquil no tiene deportistas.

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Estoy seguro de que por los pasillos municipales deben estar merodeando los ‘dirigentes’ de Fedeguayas, por ello es menester advertir al nuevo alcalde que su único propósito es convencerlo de que el Municipio entregue un aporte, que ha sido calculado en $ 10 millones, para que Guayaquil sea sede de los Juegos Bolivarianos de 2025. Es extraño el ‘acoplamiento’ que hace más de un año persiste entre el ministro de Deportes, Sebastián Palacios, y el presidente de Fedeguayas, Roberto Ibáñez, empeñados en convencer al país de que los Juegos son la receta para el progreso deportivo.

Ese empeño va a costar nada menos que $ 52 millones, a lo que debe agregarse al menos $15 millones más en movilizar a la fuerza pública para brindar seguridad a unas 4.000 personas que vendrían a los Juegos, durante 20 días. Este presupuesto podría abultarse más si consideramos los crecientes niveles de criminalidad que no han podido ser atenuados con regímenes de excepción ni decretos antiterroristas.

¿Qué es lo que llevan al ministro y ciertos dirigentes federativos a pretender realizar los Juegos Bolivarianos en una ciudad cuyo deporte falleció hace años, que carece de escenarios reglamentarios y modernos, que no realiza con regularidad campeonatos provinciales hace 20 años, y que no cuenta con deportistas? Solo hablan del monto del presupuesto para la construcción de escenarios y de la refacción de algunos que son parte de la arqueología ciudadana. El Gobierno –que fenecerá en breve tras los episodios políticos que hemos vivido– no ha otorgado el aval que la Organización Deportiva Bolivariana (Odebo) requiere. Tampoco lo hizo la alcaldesa saliente. El aval no significa otra cosa que decir a los países que forman Odebo: “El Gobierno y la Alcaldía garantizan que asumirán el costo de los Juegos, que harán estadios, piscinas y pistas que se necesiten y garantizarán la seguridad de todas las delegaciones”. Nada de eso ha sido presentado tal como lo ha revelado el Comité Olímpico Ecuatoriano (COE).

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Están advertidos el alcalde y la prefecta provincial, a quien están acechando también. Si llegan a sus despachos será fácil pedir al ministro el aval presidencial y el decreto que ordena situar los $ 52 millones. Y al presidente de Fedeguayas requerirle que presente los resultados y otros documentos que prueben que en los últimos cinco años se han realizado los torneos provinciales de fútbol, béisbol, básquet, natación, tenis, tenis de mesa, gimnasia, ciclismo, atletismo, lucha, halterofilia, boxeo y los demás deportes que se pretenda incluir en los Juegos. Seguro que se darán la vuelta y el ministro regresará a Quito en bicicleta.

Si se hace realidad el propósito de resucitar el deporte guayaquileño, la Alcaldía debe utilizar el dinero en impulsar el deporte formativo y competitivo en los clubes y las áreas populares. Como era en los años dorados cuando dirigentes honorables ponían plata y persona e hicieron de Guayaquil la ‘capital deportiva del país’. Hoy Guayaquil, deportivamente, pasó de capital a parroquia rural.

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Deben renacer aquellos torneos que organizaba la Federación Deportiva del Guayas, pero con control municipal. Hay que impulsar la resurrección de las ligas de novatos y sus grandes campeonatos. El pionero de estas ligas fue Julio C. Cueva Valarezo, quien fundó en 1929 la primera de ellas: la Liga Deportiva Independiente. Don Julio agrupó a todo un pueblo que amaba el fútbol y puso en funcionamiento las canchas de La Atarazana en las que reinaron el famoso Atlético Colón, River Amazonas, Luq San y Brasil.

Por el año 1949 la Liga Juan Díaz Salem comenzó a disputar el liderato a la Independiente. Ese año organizó el primer Torneo de Indorfútbol que se jugó en la cancha de la Sociedad Hijos del Trabajo. Un final brillante protagonizaron los equipos Tigres de Mendiburo, de los hermanos Santiago y Plutarco Osorio, con Los Cucos, de avenida del Ejército y Clemente Ballén, en el que jugaban los cracks del Chacarita Juniors. Destacaron los equipos Riobamba y Coronel, del Mocho Barrera; Los Maestros, de Padre Solano y Ximena, Los Diablos, de Santa Rosa y Aguirre; Los Malabaristas, de Quisquís y Morro; y Los Marcianos, de Piedrahíta y Boyacá.

Los antiguos torneos de mayores que organizaba Fedeguayas en anuncios de 1975 ya no existen. Foto: Archivo

Otra liga que hizo época fue la Unión Deportiva Guayaquil que jugaba en el antiguo Jockey Club. De allí surgieron Alfredo Bonnard, Carlos Pibe Sánchez, Juan Benítez, Víctor Venado Arteaga, Enrique y Jorge Cantos, Marcos y Jorge Izaguirre, Galo Solís, Raúl Pío de la Torre, Isidro Matute y otros grandes jugadores. En 1953 la UD Guayaquil hizo enfrentar a sus selecciones azul y blanca para escoger su equipo para los entonces famosos Interligas. En la selección blanca formaron Sixto Suárez, Flavio Nall y Rómulo Gómez, dirigidos por nuestro recordado colega Manolo Mestanza Pacheco.

Si el propósito del alcalde de Guayaquil se cumple podrán volver a jugarse los torneos de básquet del club Sevilla, en Puerto Lisa, de los que salieron estrellas de la canasta. Renacerán los torneos de novatos en natación; la disputa de los Guantes de Oro en el boxeo, los interbarriales de ciclismo, que se corrían alrededor del parque Centenario; y muchas otras competencias populares.

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Dígales eso, apreciado Aquiles, a los dirigentes de Fedeguayas cuando intenten engatusarlo con lo de los Juegos Bolivarianos del 2025. (O)