Lucca, ubicado en el segundo piso de Arcos Plaza, en el km 1,5 de la av. Samborondón, es un sitio que impresiona al entrar, por varias razones. Su decoración, diseño y elementos están bien pensados para el espacio en el que está implantado. Es muy acogedor, con un área sobria, de luz tenue y colores tierra, con cierta casual elegancia, relajado. A la derecha de la entrada, un reservado visto ofrece un espacio ideal para un grupo. Y si se sienta en el ventanal tendrán mucha luz y una linda vista a los pocos árboles que hay en Samborondón, y al imponente Teatro Sánchez Aguilar. Lucca tiene pocas semanas de inaugurado, en esta plaza, que se ha convertido en un vibrante sitio de mucha actividad.

Lo primero que quisimos escoger fue el vino. Si bien los precios, y por ende los márgenes, de la carta de Lucca no son los más altos del mercado, sí nos pareció que estaban algo por encima del 100 % sobre el costo. Una pena.

La comida fue de más a menos. El primer plato fue el mejor, una entrada recomendada: carpaccio prosecco.

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El carpaccio es el sashimi occidental, creado muchos siglos después que este. De hecho, es un plato joven, con menos de un siglo de vida, originario de Venecia y consiste en carne cruda con aderezos, de casi cualquier animal, pulpo, langosta, pescado, vaca, venado, etc., finamente cortada en láminas, a veces majada.

Este era de corvina cortada perfectamente, aderezada con vinagreta, prosecco y caviar, con láminas de cebolla blanca. La construcción del plato fue muy afortunada, con tonos cítricos y dulces.

La presentación y el emplate del menú de Lucca es muy bueno. A la vista, perfecto. Es un restaurante con un costo de $ 40 por persona sin bebidas.

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Seguimos con un espagueti di Luca, con salsa de la casa, crocante de prosciutto y grana padana con langostinos sellados por $ 25. No nos impresionó. A mi juicio el plato no logra amalgamarse y ligar sus componentes. El prosciutto no lo encontramos crocante ni con el corte correcto, y la salsa no aportó para lograr que el plato fuera algo más que un espagueti con camarones grandes.

Finalmente, vino el osobuco, acompañado de polenta reducida en vino, parmesano y ricota.

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Osobuco es un corte de gran grosor, que es palatable y se deshace en boca por su larga cocción, con hueso, que aporta sabor y colágeno al tener contacto con la carne entre cuatro a ocho horas, a fuego lento, en sus jugos, con verduras. Este guiso adquiere así un sabor penetrante por un proceso químico de difusión, y la textura de la carne se vuelve una seda al estar en contacto con sus jugos, en un ambiente cerrado, sin perder líquido. Para quienes gustan de guisos, este plato es un manjar. La polenta de Lucca estuvo muy bien trabajada. Personalmente me faltó profundidad en la salsa. La carne estuvo aceptable.

En relación precio calidad, Lucca no me sorprendió. (O)