Cielito Lindo y Viva México marcaron una época en los 90 y los primeros años de la siguiente década. Su desaparición dejó un vacío y por años fue difícil encontrar un restaurante mexicano en Guayaquil. Sin embargo, desde hace poco fácilmente podemos nombrar una docena de nuevos sitios en la ciudad, incluyendo taquerías. Así, fuimos a conocer Rosa Mezcal, ubicado en Los Arcos Plaza, km1,5 vía Samborondón. Es algo más moderno y elegante que lo usual para este tipo de locales. Las mesas están separadas por cortinas desde el techo, volviendo cada uno de estos espacios un semiprivado. Bien logrado, puesto que sin dejar de estar inmersos en la atmósfera y la interacción con lo que está pasando en el restaurante, se logra una experiencia íntima. Este es quizá una de las falencias más grandes de nuestra industria, en Guayaquil más presente aún que en Quito: la poca innovación y creatividad para que el ambiente en los restaurantes aporte a la experiencia.

Su decoración contrasta con las servilletas de papel y la carta en formato QR. Entiendo que es la moda por esa falsa seguridad que da el evitar contacto con la mayor cantidad de superficies posibles. Sin embargo, me resisto a que cualquier restaurante me atienda como una cadena de comida rápida. El servicio, eficiente y tremendamente gentil. La carta es extensa, aunque no diferente de lo usual. Nos sorprendió que cuatro o cinco platos de la misma eran trufados. Una combinación que no había visto antes en este tipo de cocina, por lo que era obligatorio probar. Lo hicimos con el burrito trufado, de lomo, chistorra, frijoles refritos, queso mozzarella. Realmente tenían un ligero perfume a trufas, logrado probablemente con aceite. No me pareció buena idea. La trufa no estaba amalgamada e incorporada al plato. Como el invitado que desentona en la fiesta, dicho ingrediente, mi favorito, o no encajaba, o no se había logrado estructurar en el plato. No sé hasta que punto pueda ir bien la trufa con la acidez del tomate fresco, del limón, o lo penetrante del culantro. Lo mismo es válido para el guacamole trufado.

Pedimos una de las especialidades de la casa, el norteño. Lomo fino salteado con pimiento verde, cebolla, chorizo, adobado en salsa de chile guajillo y luego el cochinillo al pastor, acompañado de fréjoles refritos, cebolla colorada y guacamole. Recomiendo comer este último plato sin guacamole.

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Los dos, de primera. Sin duda en parte no solo debido a su buena cocción, sino a que fueron adobados correctamente. En la cocina mexicana, este tramo del proceso es clave en las carnes. El lomo norteño vino con unas tortillas de excelente calidad, sumamente delgadas y finas, de perfecto sabor. El cerdo al pastor, cocinado en sus jugos con la piña, muy recomendado. (O)