El legado de la abuela y educadora Josefina Guerra Chiquito trasciende de generación en generación, de hijas a nietas. Aquello se refleja en un plantel en el que sus familiares le rinden homenaje para seguir educando como ella lo hizo con entrega, cariño y amor hacia la niñez guayaquileña.

En octubre del 2003, en una villa del barrio Huancavilca Norte, sus dos hijas Maritza y Alexandra Bajaña Guerra, ambas educadoras, abrieron el jardín de infantes Abuelita Pepa, como era conocida Josefina.

Ahora una nieta e hija de la primera, María José Díaz, se mantiene al frente de la institución, llamada Alemary School, que con el paso de los años tiene admisión hasta séptimo año de básica.

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Maritza recordó que este plantel educativo, que educa a 130 infantes, procura continuar el ejemplo de su madre, su paciencia por impartir educación, la metodología de aprender jugando e interacción constante con los niños y de compartir el desarrollo de las tareas e inculcar valores.

Basados en esos principios, María José contó que buscan mantener el legado familiar de impartir educación de calidad, a bajo costo y con un ambiente acogedor para los infantes.

En sus inicios, Maritza contó que con su hermana Alexandra crearon este centro como una forma de perennizar la labor impartida por Josefina Guerra, quien en vida tuvo 25 años de labores como docente de infantes.

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En la oficina de la dirección, a cargo de María José, se mantiene en exposición dos cuadros con la imagen de Josefina Guerra Chiquito, conocida como la tía Pepa, fallecida en 1986.

En ese espacio, luego de la salida de los infantes que se educan a diario, Maritza recordó que cuando ella era chiquita jugaba con sus primos haciendo el papel de maestra, siguiendo el ejemplo que observaba en su madre, quien a su vez se inspiró en una tía que daba clases en la península de Santa Elena.

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Ella tenía menos de 10 años cuando acompañaba a Josefina a dar clases en la escuela municipal Pedro J. Menéndez Navarro y desde allí comenzó a cultivar esa destreza para ser educadora.

“La labor que hacía mi madre me fascinaba, se transformaba, era una niña más con los niños pequeños; yo la veía cantar y bailar con los niños, me inspiré mucho en ella”, dijo.

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En Alemary, Maritza, quien es licenciada en Educación y psicóloga educativa, estuvo al frente de la coordinación académica y de consejería estudiantil hasta 2014, en que la administración se pasó a otras personas, pero ellos desistieron de seguir con el plantel y estuvo a poco de cerrarse la institución hasta que María José, quien era antes docente de informática del mismo, tomó las riendas a partir del 2017.

Actualmente, Maritza, a sus 64 años y jubilada, sigue como asesora del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) y está al pendiente de su esposo que se encuentra delicado de salud. Ella tiene 35 años como docente y se ha dedicado a la educación de niños de primera de básica en planteles fiscales, entre esos en Dos Bocas (Daule) y Santa Elena.

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“Seré maestra hasta el día que me muera, enseñándole a los demás o alguna maestra. Como maestro, los momentos más hermosos de mi vida los pasé en la escuela, porque uno se transforma, se hace niño. Necesitaba seguir con este legado tan bello, por eso que se creó (con su hermana) el jardín de infantes Abuelita Pepa”, aseguró Maritza, quien aparte de María José tiene otras dos hijas.

María José, quien también heredó esa dedicación por impartir clases a los más pequeños como lo hacía su abuela, asumió la dirección del centro educativo al poco tiempo de haber tenido la pérdida a una hija recién nacida, Samantha.

Estar como directora del plantel que se instauró por Josefina fue como un nuevo comienzo y ha sido un camino lleno de retos y aprendizajes constantes, ya que ha tenido que captar nuevamente a los estudiantes que se habían cambiado por el anuncio del final de labores de la entidad y también lidiar con las circunstancias cambiantes en el tiempo de las restricciones de pandemia.

Ambas resaltaron que la experiencia y años de trayectoria les permite poner analizar los mejores perfiles de los maestros para que trabajen con determinada edad, entre los niños pequeños y grandes, a base del análisis de su forma de ser, temperamento y otras características.

Incluso, a base de su conocimiento como madres, se pueden convertir en esa guía necesaria para los menores que se educan en el plantel y que, en muchas ocasiones, llegan con problemas de todo tipo.

A su vez, María José mencionó que en este plantel procuran dar una educación personalizada, basada en proyectos y seguimiento del aprendizaje del niño con su docente. “Se trata de dar una educación integral y basada en valores”, dijo.

“Cada vez que un niño lo necesita por problemas familiares o del niño la llamamos y ella está aquí, habla con los padres, incluso ellos la piden hablar con ella”, dijo ella.

Actualmente, este plantel tiene una plantilla de 16 docentes y da cabida a 130 estudiantes de educación inicial 2-3 años hasta séptimo de educación general básica. Con miras al futuro, se aspira a tener oferta de octavo año de básica y continuar hasta décimo completando la básica superior. Aspiran, como madres docentes, a seguir siendo esa guía necesaria para el crecimiento de los pequeños.

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“Yo aquí aprendo día a día, esa es mi mejor paga, porque tengo muchos años de experiencia y esa es mi mayor paga, aprendo de los niños, docentes y las reformas (educativas) y de pronto en un futuro queremos ampliar, ya no aquí, sino llevarla a otro lado para hacer una infraestructura que los niños merecen”, dijo con anhelo María José, quien no descarta que su hija María Grazia, de 8 años, siga la herencia familiar de impartir conocimientos en las aulas.

Por otra parte, ella contó que se le parte el corazón cuando observa a los niños porque recuerda a su hija fallecida, aunque se lleva la satisfacción de su labor y compartir día a día con los niños pequeños. “Me siento bien en ayudar, dar una educación de calidad, y comprenderlos por tantos problemas que vivimos ahora; nosotros somos su apoyo, eso me motiva a seguir”, resaltó.

En tanto, Maritza consideró que mantener el colegio es satisfactorio tanto para ella, como su hermana, hija y resto de familiares. “Es como cumplir lo que hizo mi madre, lo que ella trabajó se mantiene ahora, y la satisfacción que siento es por eso”, dijo Maritza.

Este Día de las Madres, ellas aspiran a compartir con los suyos y en el plantel dar un mensaje de unión y amor para que sus alumnos compartan con sus madres. (I)