Los urbanos nos aprovisionamos en tiendas, supermercados, desconociendo, generalmente, el origen de los productos, si son orgánicos, quiénes los sembraron, en qué región del país.

Hace un par de semanas visité, con un grupo de turistas del barco donde trabajo, el lugar de donde llegan las lechugas que se sirven a bordo.

Conocí personalmente a quien creó la primera granja hidropónica de Santa Cruz. Cultiva cinco variedades de hortalizas, que crecen en tubos que llevan agua por dentro (ni mucha, ni poca), colectada de la lluvia y purificada con técnicas de ionización. Es un sistema cerrado donde se reutiliza el 90% del líquido preciado y escaso en las islas Galápagos.

En su propiedad de dos hectáreas, Romer Ochoa ha construido un jardín de hortalizas, piñas, naranjas, aguacates, bananos, higos, a la sombra de árboles nativos y endémicos. Ha creado semilleros de Scalesia, conocida como “margarita de Darwin”, de un género que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo. Las distribuye por su finca, para reforestar con las especies que cubrían la parte alta de Santa Cruz antes de la llegada del hombre. Hasta ahora ha sembrado 300 plantas y está listo para 400 más. Cabe anotar que Santa Cruz ha perdido más del 90 % de sus Scalesias.

Romer creció en Loja, en una familia de cafeteros, y conoce de los procesos para la elaboración de un producto de calidad. Orgulloso nos guía por su plantación de café, también única en las Galápagos. Normalmente estas necesitan crecer en suelos de 10 a 40 centímetros de espesor. Romer no cuenta con eso, sin embargo, ha adaptado un sistema de riego individual, y las mantiene del tamaño apropiado para que los árboles no cedan a su peso.

Romer recibe pequeños grupos de visitantes y brinda una experiencia personalizada. Recorremos los sembríos que él plantara con las manos, y lo escuchamos hablar con orgullo e ilusión de sus proyectos. Nos lleva al lugar donde se hace el despulpe, lavado y la fermentación del café. Para la trilla y tueste, entrega su producto a otros profesionales. Si bien es una finca que ha crecido con poco presupuesto, ha sido diseñada con gusto y eficiencia, esto es, con amor.

Romer viajó hace cuatro años a Colombia, a estudiar acerca de sembríos hidropónicos, sin auspicios ni ayuda de nadie; hoy maneja un negocio directo, emplea mano de obra familiar y dos empleados, uno de ellos adulto mayor.

Santa Cruz tiene una población que crece rápidamente, a eso hay que sumarle los aproximadamente 200.000 turistas que la visitan por año. Romer apenas alcanza a proveer a un par de barcos y restaurantes. El hecho de que la producción se realice en las Galápagos minimiza el riesgo de importación de plagas, que frecuentemente llegan en los productos alimenticios importados desde el continente.

Al final de la visita nos lleva a su casa, llena de plantas, acogedora, donde su esposa y familia nos reciben con café filtrado y empanadas. Viene la conversación amena, las preguntas, las risas. Agricultores como Romer son grandes aliados de la conservación.

La familia Ochoa, por iniciativa propia, y ahora con el apoyo de varias organizaciones no gubernamentales y el aval del Ministerio de Agricultura y Ganadería, construye un proyecto exitoso de economía circular en las Islas Encantadas, ejemplo para locales y extranjeros. Contribuye a la resiliencia de la agricultura en un archipiélago (y planeta) con recursos limitados.