Del 23 de agosto al 1 de septiembre de 2022 se celebra la Semana Mundial del Agua, un evento organizado por el Stockholm International Water Institute desde el 2015. Con ella se pretende reflexionar sobre los problemas de la falta de agua en el mundo. De allí que les comparto estas historias sobre este líquido vital:
Otro reflejo, otra historia
Caín y Abel se detuvieron a la orilla del inmenso lago. Jamás habían visto nada semejante.
“Allí dentro hay alguien”, dijo Abel, contemplando el agua, sin saber que veía su propio reflejo.
Caín comprobó lo mismo, y levantó su bastón. La imagen hizo lo mismo. Caín se quedó esperando el golpe, su imagen también.
Abel contemplaba la superficie del agua. Sonrió, y la imagen sonrió. Dio una buena carcajada, y vio que el otro lo imitaba.
Cuando salieron de allí, Caín pensaba: ”¡Qué agresivos son los seres que viven en aquel lugar!”.
Y Abel reflexionaba: ”Quiero volver allí, porque encontré a alguien de rostro agradable y con buen humor”.
La duda
Cuenta Sri Ramakrisna que un hombre se aprestaba a cruzar un río cuando el maestro Bibhishana se aproximó, escribió un nombre en una hoja, la ató a la espalda del hombre y le dijo:
–No tengas miedo. Tu fe te ayudará a caminar sobre las aguas. Pero en el instante en que pierdas la fe, te ahogarás.
El hombre confió en Bibhishana y comenzó a caminar sobre las aguas, sin ninguna dificultad. A cierta altura, no obstante, sintió un inmenso deseo de saber lo que su maestro había escrito en la hoja atada a su espalda.
La cogió y leyó lo que estaba escrito:
“¡Oh, dios Rama, ayuda a este hombre a cruzar el río”.
“¿Solo esto?”, pensó el hombre. “¿Quién es este dios Rama, al fin y al cabo?”.
En el momento en que la duda se instaló en su mente, él se sumergió y se ahogó en la corriente.
Narciso y el agua
Casi todo el mundo conoce la historia original (griega) sobre Narciso: un bello joven que todos los días iba a contemplar su rostro en el lago. Estaba tan encantado consigo mismo que, cierta mañana, mientras trataba de admirarse más de cerca, cayó al agua y terminó por morir ahogado. En el lugar donde cayó nació una flor, que a partir de entonces se llamó narciso.
El escritor Oscar Wilde, sin embargo, hace que esta historia termine de una manera diferente.
Él dice que cuando Narciso murió, vinieron las oréades -ninfas del bosque- y vieron que el agua dulce del lago se había transformado en lágrimas saladas.
–¿Por qué lloras? –preguntaron las oréades.
–Lloro por Narciso.
–Ah, no nos preocupa que llores por Narciso –continuaron ellas. –Al final de cuentas, a pesar de que todas nosotras siempre corrimos detrás de él por el bosque, tú fuiste el único que tuvo la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.
–¿Pero Narciso era bello? –quiso saber el lago.
–¿Quién mejor que tú podría saberlo? –respondieron, sorprendidas, las oréades. –Al final de cuentas, era en tus márgenes donde él se inclinaba todos los días.
El lago se quedó quieto un momento. Finalmente, dijo:
–Lloro por Narciso, pero jamás había notado que Narciso fuera bello.
“Lloro por él porque cada vez que él se recostaba en mis márgenes, yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada”.