Hay momentos en que la vida se torna un espejo; y otras, un búmeran. La maternidad tiene un poco de los dos.

Cuando era niña y estaba aprendiendo a leer y escribir, recuerdo que odiaba que mi mamá me mandara a buscar al diccionario cuando no sabía el significado de alguna palabra. Renegando, tenía que ir y encontrarla. No entendía por qué me había hecho perder el tiempo cuando lo más sencillo era habérmelo dicho.

Tampoco lograba entender la obsesión que tenía por la ropa. Sobre todo los sábados, siempre la veía lavando a mano alguna prenda, en especial las de color blanco, para después colgarlas al sol. En ese tiempo no había lavadora y, aunque mi mamá tenía una persona que iba a casa a lavar y ayudar en la limpieza, igual lo hacía. Un día le dije: “Yo creo que en su otra vida fue lavandera”. Mi mamá se rio y me respondió que no era que le gustara estar lavando todo el tiempo, pero había que hacerlo.

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Años después me he convertido en esa madre odiosa que manda a su hijo a buscar palabras desconocidas al diccionario, que lo ve renegar y ríe en su interior porque ahora entiende que esos pequeños detalles buscaban despertar el interés por aprender. Que ahora sabe que esas letras llenas de significados son un arma poderosa para el futuro.

Y sí, también soy la señora que quiere ver la ropa impecable; que va detrás de sus hijos para que no se manchen tanto; y que, si tiene tiempo el fin de semana, lava ciertas prendas a mano y usa todo tipo de desmanchadores caseros o de supermercado. Tengo lavadora, pero el lavado a mano y el secado al sol son realmente insuperables. Ni hablar si los hijos son recién nacidos: lavado a mano y con plancha de por medio.

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¿En qué momento pasó? ¿Cuándo me convertí en esa madre que criticaba? Como una revancha de la vida hacia nuestras madres, aquí estamos aplicando aquello que alguna vez criticamos y odiamos. Aquí estamos reivindicando acciones que antes veíamos lejanas y que ahora sabemos que son básicas para el orden o la educación.

La maternidad te acomoda las prioridades y al mismo tiempo te hace descubrir un universo desconocido de cosas que antes simplemente estaban (la comida caliente, la ropa lista, los útiles escolares, la celebración de los cumpleaños, hasta los regalos para los amigos). Pero, cuando eres tú quien debe proporcionar esas cosas, resulta que tienes que aprender cómo hacerlo y con qué solventarlo, y eso incluye organización de tiempo, de trabajo, de dinero, dedicación, paciencia y, al mismo tiempo, dosis de enseñanza para que tus hijos aprendan a valorarlo y se involucren en cada una de las tareas.

Así que a todas esas madres que alguna vez odiamos: gracias, porque hoy somos madres con lo mejor que podemos dar.