Una de las mayores satisfacciones que nos da esta profesión es que podemos conocer a personas extraordinarias y compartir momentos que nos enriquecen.

Es lo que sucedió la pasada semana en Guayaquil cuando recibimos como huésped ilustre a Paco Torreblanca, uno de los más importantes referentes de los últimos 50 años en el mundo gastronómico, quien ostenta entre sus más destacadas distinciones las de mejor chef pastelero del mundo, de Europa, de España, doctorados honoris causa de varias universidades, entre otros; sin embargo, parte de las cosas que más nos impactaron fueron su enorme calidad humana, su amor y respeto a su oficio.

El poder escuchar sus historias, que no son pocas y que recorren más de 50 años de profesión, donde ha sido maestro y motivador de muchos ahora reconocidos grandes maestros, de haber atendido cientos de eventos para personajes del mundo entero, miles de servicios, banquetes, investigaciones, desarrollo de productos para la industria, hostelería, congresos por todo el mundo, enseñanzas; y en esa vorágine de vida profesional y elogios, seguir siendo el ser más sencillo y desprendido que pudimos conocer, el contarnos todo detalle sin ocultar nada y no querer llevarse más mérito que el de haber sido feliz haciendo lo que le gusta desde los 12 años que inició su profesión, valorando y agradeciendo cada paso.

Paco es un artista, luego de su ponencia en la clase magistral ante más de 300 personas, nos quedó claro que dentro de ese chef pastelero que todos conocemos y admiramos hay un pintor, escultor, un poeta, un pensador lleno de sensibilidad y respeto a cada cosa que hace, amante de la perfección, el pulcro acabado, la técnica y el sabor definido, toda elaboración suya como él dice jamás sacrifica el sabor por la estética, pero esa estética sí que es impresionante en sus trabajos.

Crear no es copiar, una frase que se la escuchamos en su visita y que si bien nos manifestó no es de su autoría la aplica en su vida; lo que esté hecho, hecho está, mucha gente en el mundo habrá aplicado algo similar, hay que hacer algo distinto, basados en la investigación, curiosidad, técnica y los productos, pero aplicando una de sus frases favoritas, crecer siempre con los ojos en las estrellas y los pies en el suelo, y cuando tengamos un resultado, este debe plasmar una cocina que no haya que pensarla mucho sino disfrutarla.

Paco ofreció además un taller para profesionales donde despertó una emoción y curiosidad que late en quienes pudieron compartir y en tres días aprender de su mano y de su voz los detalles más precisos para lograr una obra de arte en la pastelería.

Una semana intensa donde además de visitar por primera vez nuestro país se llevó una grata sorpresa no solo en lo gastronómico, sino que pudo compartir y conocer a muchos cocineros y pasteleros de nuestra ciudad.

Gracias, maestro, por ser inspiración, compartir no solo sus obras sino su filosofía de vida y trabajo.

En su honor dedicamos la columna de hoy y una de sus recetas más ilustres.

Japanese cheesecake

  • 620 gramos de queso crema
  • 500 gramos de leche
  • 125 gramos de mantequilla
  • 80 gramos de harina
  • 50 gramos de maicena
  • 230 gramos de yemas de huevo
  • 460 gramos de clara de huevo
  • 200 gramos de azúcar blanca
  • 500 gramos de azúcar glas o impalpable
  • 6 ramas de vainilla

Elaboración:

  • En una olla fundir el queso con la leche a muy baja temperatura junto con las ramas de vainilla.
  • Retirar del fuego y agregar la mantequilla, terminar de fundirla con el calor residual.
  • Mezclar la harina y maicena previamente tamizadas y agregar lentamente.
  • Añadir las yemas de huevo.
  • Batir las claras de huevo y añadir el azúcar en grano hasta quedar muy suaves.
  • Batir las claras hasta que estén blandas, mezclar con el queso hasta incorporar todo debiendo resultar una masa líquida.
  • Colocar en un molde redondo, engrasado y con papel encerado de base, cocer en bandeja a baño María con dos dedos de agua.
  • Hornear a 140 grados durante 70 minutos.
  • Apagar el horno y dejar reposar 10 minutos más.
  • Espolvorear el azúcar glas al final.