Un guerrero de la luz respeta la principal enseñanza del I Ching: “La perseverancia es favorable”. Él sabe que la perseverancia no tiene nada que ver con la insistencia. Existen épocas en las que los combates se prolongan más allá de lo necesario, agotando sus fuerzas y debilitando su entusiasmo. En estos momentos, el guerrero reflexiona: “Una guerra prolongada termina también destruyendo la victoria”. Entonces retira sus fuerzas del campo de batalla y se concede una tregua. Persevera en su voluntad, pero sabe esperar el mejor momento para un nuevo ataque.

Sin arrepentimientos por el camino recorrido

El guerrero de la luz recuerda un fragmento de John Bunyan: “Aun cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me condujeron hasta donde deseé llegar. Ahora, todo lo que tengo es esta espada, y la entrego a cualquiera que desee seguir su peregrinación. Llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví y recompensas de lo que conquisté. Son estas marcas y cicatrices queridas las que me abrirán las puertas del Paraíso. Hubo una época en la que viví escuchando historias de hazañas. Hubo otras épocas en que viví solo porque necesitaba vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero y porque quiero un día estar en la compañía de Aquel por quien tanto luché”.

‘No aceptes las ofensas’

Dice un poeta: “El guerrero de la luz escoge a sus enemigos”. Él sabe de lo que es capaz; no necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él. Para el guerrero, no existe “mejor” o “peor”; cada uno tiene los dones necesarios para su camino. Pero ciertas personas insisten. Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento, su corazón dice: “No aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad. Te cansarás inútilmente”. (O)