El aumento reciente de casos de cólera en Haití y Siria enciende las alarmas sobre el impacto que tiene el cambio climático en su incidencia, señala Philippe Barboza, director del equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que estudia esta enfermedad.

El cambio climático derivado del calentamiento global por las emisiones de gases de efecto invernadero supone un “nuevo factor clave” a tener en cuenta, concuerdan expertos.

El cólera se nutre de la pobreza y de los conflictos, pero ahora se está viendo potenciado por el cambio climático”, afirma Tedros Adhanom, director general de la OMS, quien añade que “los fenómenos climáticos extremos, como las inundaciones, los ciclones y las sequías, reducen aún más el acceso al agua potable y crean el entorno ideal para la propagación del cólera”.

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Mientras los otros factores que habitualmente explican los casos de cólera se mantienen estables, algo que “ha cambiado drásticamente” en los últimos años es el impacto del cambio climático, insiste Barboza, con relación a las severas sequías o monzones que han afectado a muchos países.

“Esto impulsa realmente el brote más allá de lo que normalmente se ve durante su presencia, y la preocupación es que va a seguir aumentando en los próximos años”.

De ahí que se requiere mayor inversión en agua y saneamiento para prevenir casos, lo que también deja su impacto positivo en el ambiente al tratar las descargas de las zonas residenciales e industriales.

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Un ejemplo de cómo los eventos climáticos adversos afectan la infraestructura sanitaria de los países se da en Pakistán, donde las inundaciones han causado más de 1.500 fallecidos. “Aunque las aguas han dejado de ascender, los peligros no hacen otra cosa que crecer”, enfatiza Adhanom.

Cerca del 10 % de las instalaciones sanitarias de Pakistán resultaron dañadas, “dejando a millones de personas sin acceso a la atención sanitaria”, añade, mientras que las existencias de medicamentos y suministros médicos esenciales “son limitadas o han sido arrastradas por las aguas, y las carreteras y puentes dañados impiden el acceso a los servicios y suministros”.

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“Estas son las comunidades que sufren la injusticia de la crisis climática o la mezcla de los dos conflictos de la crisis climática y de la inseguridad hídrica y alimentaria”, lamenta Barboza.

Solo en los primeros nueve meses de este año, 27 países han notificado brotes de esta enfermedad.

El resurgimiento actual evidencia un aumento en la mortalidad, cuya tasa media en lo que va de año es “casi tres veces superior a la de los últimos cinco años”.

En Siria, en las últimas seis semanas se han registrado más de 10.000 casos sospechosos de cólera, mientras que en Haití, después de más de tres años sin la enfermedad, ya se notifican 16 muertos y 32 personas confirmadas con la enfermedad, pero es probable que el número real sea mayor.

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Solo el Ministerio de Salud haitiano, por ejemplo, reporta 184 hospitalizaciones de probables casos con esta infección.

El director de la OMS dice que este brote es “un revés particular” en Haití, considerado el país más pobre del Hemisferio Occidental, que justo se estaba preparando para ser certificado como “libre de cólera” a finales de este año.

“Tras años de disminución de los casos en todo el mundo, en el último año hemos asistido a un repunte de los brotes de cólera en todo el planeta”, afirma Adhanom. Se trata de una enfermedad “mortífera”, pero que se puede prevenir con vacunas y acceso a agua potable y saneamiento.

Aunque el cólera es “fácilmente tratable” con rehidratación oral o antibióticos para los casos más graves, “la realidad es que muchas personas no tienen acceso a estas sencillas intervenciones”, lamenta Adhanom.

El cólera representa una enfermedad bacteriana común en sitios donde la falta de limpieza y de un sistema de drenaje más la desnutrición de su población favorece su rebrote.

El último país que se suma al impacto reciente del cólera es Malaui, en África, donde ya se registran 117 fallecidos y la suma de 4.200 casos en los dos últimos meses. (I)