Usan sus garras y pico para desgarrar su presa. Habitan en todas las regiones del país y son claves para la cadena alimenticia. Además son carnívoras y muy buenas cazadoras.

Se trata de las aves rapaces, una especie que está en constante amenaza por la expansión agrícola, maltrato, creencias populares, contaminación ambiental y otros factores.

Por ejemplo, el cóndor andino, el halcón peregrino y la lechuza de campanario están entre las especies en peligro de extinción, según la Lista Roja de las Aves del Ecuador 2019.

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Algunas sobreviven a la caza y son llevadas a centros especializados como el Zoológico Rapaz Lana, que lleva más de cuatro años dedicado a la rehabilitación de este tipo de aves rapaces.

Este centro está ubicado en la parroquia Colonche, en la provincia de Santa Elena, donde además albergan psitácidos como pericos y loros.

Su director, Erick Díaz, cuenta que al sitio llegan aves rapaces diurnas y nocturnas. Unas cuantas con fracturas y otras con lesiones leves, las cuales sí pueden ser liberadas después de un tratamiento.

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“Las aves rapaces no tienen depredadores y están encima de la cadena alimenticia. Ellos terminan el ciclo de la vida. Si envenenas un ratón y viene una lechuza y se lo come se va a morir, luego viene un buitre y sigue la cadena. Entonces las aves rapaces terminan afectadas por todo lo que nosotros hagamos”, enfatiza Díaz.

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Con esto concuerda Martín Bustamante, director del zoológico de Quito, quien resalta que no solo ocurre con los roedores sino con animales domésticos como el perro.

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“Es un peligro gigante este envenenamiento que puede darse por varios motivos a roedores, perros. Esto afecta de manera muy importante a muchas aves. El cóndor es más afectado por esto porque mueren por estos envenenamientos dirigidos a otros animales”, advierte Bustamante.

Díaz indica que otra de las causas y que es común en la Costa son las creencias.

“La gente las envenena, les disparan, porque les tienen miedo, piensan que las lechuzas son brujas hechiceras”, expresa Díaz, y añade que un invierno fuerte también provoca la muerte de aves rapaces al caer de los nidos.

El halcón peregrino es una de las especies que alberga el zoológico Rapaz Lana. Foto: Cortesía zoológico Rapaz Lana.

Según datos del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, existen aves rapaces diurnas y nocturnas.

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Dentro de las diurnas hay 48 especies de accipítridos y una de ellas es endémica. También hay una especie de pandiónidos y 19 de falcónidos. Y en nocturnas hay 28 de estrígidos y una de titónidos.

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Al momento, en el Zoológico Rapaz Lana tienen 40 aves rapaces, de las cuales 32 se quedarán viviendo permanentemente ahí porque no pueden ser reinsertadas en su hábitat natural. Las otras ocho están en proceso de rehabilitación.

“El ave ingresa y se la examina. Si tiene fracturas se la lleva a la clínica veterinaria para tomar radiografías e intervenirla. Si el ave es golpeada aquí mismo hacemos el tratamiento y luego de eso tiene que ingresar a una cuarentena hasta saber que no tiene enfermedades. Cuando ya está en una mejor conducta la sacamos y se la vuelve a evaluar. Si está sana la entramos al área de rehabilitación donde nadie entra. Solo hay una cámara de seguridad y se la alimenta sin que ella vea. Comienza a salvajarse, muscularse, metemos presas vivas y cuando esté fuerte se libera. Pero si no se recuperó, esa ave sale de esa área y nosotros la entrenamos. Se le da una segunda oportunidad y se queda con nosotros donde hay áreas grandes de vuelo. La usamos para charlas ambientales y exhibiciones de vuelo”, explica Díaz.

Al zoológico regularmente suelen llegar búhos pigmeos, que no miden más de diez centímetros; gavilanes sabaneros y cernícalos americanos.

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Entre los pocos comunes están el halcón reidor y el halcón peregrino. Las especies son llevadas por el Ministerio del Ambiente, que direcciona a estas para el tratamiento.

De acuerdo a Bustamante, son pocas las especies de aves rapaces que se están adaptando a las actividades humanas como la lechuza de campanario, una cazadora nocturna que vive en sitios abandonados.

Pero más allá de eso, el experto asegura que la clave es el respeto. “Estamos en un país biodiverso y el encuentro con la naturaleza es parte de la vida. Hay que respetar y tomar distancia. Es importante que la respetemos y dejemos que existan. No es una relación de dominio la que debemos tener, sino una de coexistencia”, puntualiza Bustamante.

Díaz ha visto pequeños avances como que la comunidad ya no usa resorteras para herir a las aves, pero hace énfasis en no creer historias populares: “Las lechuzas no son brujas, hay que cuidarlas”. (I)