¿Qué hace falta para desarrollar una cultura de masculinidad saludable? Hay ciertos rasgos que se asocian con ser masculino, como tener un estilo agresivo para relacionarse, ser dominante y demostrar poco de un grupo de emociones consideradas debilidades. Ceder a las lágrimas se percibe como débil, pero ceder a la ira, no.

La doctora Gill Harrop, catedrática de Psicología Forense de la Universidad de Worcester, cree que aunque se ha avanzado mucho en este tema, todavía queda mucha asociación entre la masculinidad y los comportamientos rígidos, y esa presión constante para hombres y niños tiene un impacto negativo en ellos y serias consecuencias en la gente a su alrededor.

El centro de consultoría Crowther, de la escuela para varones Brighton Grammar, en Australia, confirma que hay presión constante en chicos y jóvenes para lograr, probar y mantener una imagen de masculinidad, pero que la intervención y la guía positiva pueden cambiar el estereotipo social en el que los hombres se perfilan como agresivos o violentos, no emocionales y no cuidadores. La masculinidad positiva, enseña el centro, es una manera de transformar la conversación.

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La masculinidad hegemónica coloca a ciertos hombres por encima de las demás personas. Foto: Shutterstock

Su concepto, entonces, es la expresión de actitudes y comportamientos, fortalezas de carácter y virtudes que cualquier persona puede tener, y que los hombres pueden adoptar para el bien de todos, el de ellos y el de la comunidad.

Un tema incómodo, la masculinidad positiva

¿Por qué es tan sensible el tema, especialmente entre los hombres? La psicóloga clínica Silvia Cordero Encalada habla sobre la nueva masculinidad positiva, que deja a un lado el modelo de supremacía y dominancia de la masculinidad hegemónica, y apuesta por generar conductas de igualdad, respeto y empatía.

A pesar de que, en la actualidad, más hombres se han sumado a vivir una relación de igualdad con sus parejas, muchos se sienten atacados y juzgados por la sugerencia de tener un rol participativo en el cuidado del hogar, en la demostración de sus sensibilidades y emociones, expresa Cordero. “Se exponen a ser ridiculizados con bromas y apodos, que se originan en el propio círculo familiar y social, ya que los varones han sido educados en que la violencia y la agresividad son sinónimos de masculinidad; les ha sido transmitido en la familia y en todos los contextos de desarrollo, medios y distintos recursos”, empezando por los juegos.

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“La visión de que lo masculino debe ser continuamente fuerte, agresivo o dominante afecta a los hombres en el aspecto psicoemocional, desde un sistema de crianza que sostiene que los hombres son fuertes y no deben llorar. Así, dice la especialista, se forma alguien que no está disponible emocionalmente, y que si expresa mayor sensibilidad es catalogado como femenino.

Lo femenino es visto al mismo tiempo como algo debilitante, sin poder, y sin embargo, amenazante. La violencia de la masculinidad tradicional, resume Cordero, arrastra una historia de dolor en la familia y en el trato a la mujer en los distintos ámbitos.

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¿ Cómo cambiar estos patrones de comportamiento por otros más amables, saludables y seguros para los hombres y para los demás? Cordero propone trabajar en varios aspectos.

  • Revisar lo positivo de la masculinidad tradicional. “Tal como lo establecía el escritor estadounidense Robert Bly, rescatar características positivas masculinas como la confianza y seguridad en sí mismo”.
  • Reeducar a las familias en la formación de los niños, jóvenes y adultos sobre la debida gestión de las emociones, que también debe fortalecerse en todos los niveles de educación e incluso en el nivel superior, reaprendiendo otras formas de tratar.
  • Que la figura paterna comparta con los hijos varones, trasmitiéndoles resistencia y fortaleza para las situaciones problemáticas de la vida, pero también sensibilidad, empatía, expresión y equilibrio emocional.
  • Establecer redes de apoyo para hombres que quieren reconstruir nuevas masculinidades positivas, fundadas en el derecho e igualdad entre el hombre y la mujer.

La masculinidad hegemónica en la pantalla y en el escenario ecuatorianos

Hay múltiples masculinidades que pueden identificarse en las diferentes épocas, sociedades, culturas e individuos. Una de ellas, establecida por la socióloga australiana R. W. Connell, es la masculinidad hegemónica, que es también parte de los estudios de género de la Universidad Casa Grande, en Guayaquil.

Eduardo Muñoa, coordinador del área académica de Interfacultades de la UCG, explica que la sociedad occidental ha establecido una serie de patrones que tienen que ver con clases sociales, nivel socioeconómico, acceso a oportunidades económicas, heterosexualidad, racialidad o etnicidad, y han construido con ellos un concepto de lo masculino. “Es un modelo que coloca a ciertos hombres por encima de las mujeres y por encima de otros hombres a los que considera fuera de ese espacio hegemónico”.

La teoría, continúa, coincide en decir que la idea hegemónica de masculinidad es el hombre heterosexual, de clase media o media alta, que maneja un auto, tiene una casa, tiene un empleo o una empresa; “una serie de elementos que lo colocan por encima de otras personas que no logran esos niveles de éxito”.

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En la UCG se ha estado trabajando en estudiar la masculinidad en el discurso del arte, los medios de comunicación y en teatro, en Guayaquil. En estos espacios, refleja la investigación, tiene una gran influencia el modelo de masculinidad hegemónica. “Por ejemplo, los presentadores de televisión siguen casi todos una líneas muy claras: el hombre tradicional de cuello y corbata y actitud ‘más masculina’, o te vas al extremo y encuentras un estereotipo sobre la diversidad sexual”.

En la ficción producida localmente ocurre lo mismo, “casi todos los personajes masculinos son presentados con modelos muy rígidos y los que presentan algún acceso a la diversidad de género son estereotipados a partir de unas visiones muy básicas y elementales”.

Y esto no es fortuito, lo construyen de forma consciente quienes escriben, producen y dirigen. “Habría que considerar cuánto están influidas estas personas por esos discursos y, sobre todo, en qué medida son portadores del discurso, por qué tienen el poder de acceder a los medios, y en lugar de generar propuestas mucho más incluyentes y favorables en torno al tema de la diversidad, prefieren seguir manteniendo los discursos tradicionales, que ya no corresponden a las búsquedas de la sociedad actual”.

En las producciones de los últimos años se destaca la labor del teatro, que en ocasiones ha roto con el modelo, “pero en los discursos de los medios el estereotipo es permanente”. (F)