Según la Organización Mundial de la Salud, el 25 % de la población está parasitada. Un informe de 2023 habla de 260 millones de niños en edad preescolar, 654 millones de niños en edad escolar, 108 millones de adolescentes y 138,8 millones de mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, que viven en áreas de intensa transmisión y están en necesidad de tratamiento y de intervenciones preventivas.

¿Está Ecuador en esas áreas? La región de las Américas está incluida. En Ecuador la parasitosis es un problema de salud pública con caracteres endémicos, que afecta a un 80 % de la población en el área rural y al 40 % en el área urbano-marginal (cifras del Ministerio de Salud Pública de 2012).

Una revisión de 2017 concluye que las parasitosis intestinales ocupan el segundo lugar en las causas de morbilidad ambulatoria y representan el 84,6 % de frecuencia en la población infantil, ubicándose entre las diez primeras causas de consulta pediátrica en los centros de salud.

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¿Es inevitable que un niño tenga parásitos o podemos mantenerlo protegido? “Es casi imposible, cualquier ser humano en la tierra se parasita. Lo que importa es la cantidad de parásitos que ingrese y su virulencia (capacidad de causar daño)”, informa el doctor Gregory Celis, máster en Investigación Clínica y Epidemiológica.

Evite que los niños manipulen objetos contaminados mientras comen. Foto: Shutterstock

La OMS indica que las infecciones de baja intensidad (pocos gusanos) usualmente no causan mayor sufrimiento. Pero las parasitosis de alta intensidad son las que se expresan con dolor y además causan desnutrición, impiden el crecimiento y el desarrollo físico.

Celis nombra los parásitos que causan mayores estragos en la población de Ecuador (niños y adultos): el Ascaris lumbricoides (nemátodo que se aloja en el intestino delgado) y las amebas. Los dos ingresan por vía oral, a menudo en simultáneo, y por eso, cuando alguien se infecta en la casa, se asume que toda la familia necesita tratamiento.

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Los niños pueden adquirir los parásitos en el contacto con sus compañeros, al compartir la comida, las superficies y los juguetes. “Hay una contaminación cruzada del colegio al hogar y viceversa, es normal”.

¿Quién contamina a quién? Los parásitos en niños y en adultos

¿Qué pueden hacer los padres? Antes de correr a comprar las pastillas que recordamos de la niñez, hay que actualizarse. Saber que la parasitosis existe y que es una enfermedad, y que por tanto hay que ir al médico es un gran primer paso. Luego, saber aplicar las normas de prevención y la medicación. “Sea proactivo, entienda de qué se trata, enseñe a sus hijos a prevenir”, resume Celis.

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La OMS recomienda la desparasitación una o dos veces al año, pero Celis insiste en que los adultos deben estar atentos a las formas en que se han expuesto. “Si fui a un sitio donde no había buena higiene, pero me dio ganas de comer; si fui de viaje y tomé agua de río, que parece cristalina, pero 10 kilómetros más adelante alguien hizo una deposición; si tomé agua de la tubería, es muy probable que me haya parasitado”.

Los parásitos entran por brechas en la alimentación: mal manejo de los alimentos y falta de higiene, y la pediatra Rocío Marín Panchez señala directamente a los adultos. “Si la persona que manipula los alimentos tiene parásitos y no tiene un adecuado lavado de manos después de ir al baño y antes de cocinar, los huevecillos del parásito van a parar a la comida del niño, y eclosionan al llegar al intestino”, explica.

Celis insiste en enseñar a los niños un buen lavado de manos, no superficial sino de palmas, dorsos, entre los dedos y las uñas, con suficiente agua y jabón, y secado con una toalla limpia.

Instaure una buena higiene en su casa y enseñe a los niños cómo prevenir la parasitosis. Foto: Shutterstock

También anima a reconocer la sintomatología. Dolor de estómago, flatulencia (por la interacción entre los parásitos y las bacterias saprófitas que nos ayudan en la digestión) y diarrea, así como picazón en el ano. “Los niños se rascan y pueden hacerse lesiones, que con la deposición se contaminan y pueden formar abscesos”, advierte el médico. Otro signo observable es el chirriar de dientes y el babeo por la noche.

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Si el niño tiene estos síntomas, hay que llevarlo a un control pediátrico y a exámenes, agrega la doctora Marín. El médico decidirá la dosis de medicamento de acuerdo al peso y la talla del paciente. “También se aconseja que los padres y los cuidadores que manipulan los alimentos se desparasiten”, excepto las embarazadas y las madres lactantes, para quienes la prescripción puede ser diferente.

Los riesgos de dar desparasitantes al niño sin llevarlo a la consulta médica

¿Por qué hay que ir al médico para obtener un medicamento para los parásitos? El doctor Celis explica que alguien que está infectado con Ascaris, con mucha frecuencia tiene también amebas. “Entonces, hay que eliminar al primero, esto es fundamental. Si yo me adelanto a darle al paciente un medicamento para las amebas, este no matará al gusano del Ascaris, pero lo irritará, y como no es uno, sino que son cientos, esta irritación hará que se conglomeren, y podrían formar una obstrucción intestinal; esto lo sabe el pediatra o el médico clínico”. Las obstrucciones pueden necesitar cirugía.

Cuando la familia decide hacer por su cuenta la desparasitación, podría estar dando una dosis inferior, que no va a dar resultados y va a causar resistencia, como confirma la pediatra Marín. “El parásito no muere, sino que se alborota”, causando más molestias. Y si la dosis es elevada, puede haber intoxicaciones o reacciones alérgicas.

Si el niño toma el medicamento y se siente mareado o con náuseas, puede ser por una mala dosis o porque la forma de administración no fue la correcta.

¿Vale la pena exponer a los niños a condiciones de poca higiene para que ‘ganen anticuerpos’? Celis no está de acuerdo. “El niño va a ganar defensas con la comida, y comida que tenga bacterias benéficas, que esté limpia; por ejemplo, el yogur (que gusta a los pequeños) tiene bacterias que me van a ayudar (probióticos); de esa manera el paciente gana inmunidad; pero no al comer cualquier cosa o con las manos sucias”.

Tampoco aplica la ‘ley de los cinco segundos’ para la comida que cae al suelo, continúa el médico, pero en cambio sí es un hecho que cuando alguien toma antiparasitarios no puede beber alcohol. “Esto puede salvar una vida: la mezcla de antiparasitarios con alcohol estimula tanto el sistema nervioso que termina generando convulsiones con daño cerebral”.

Marín, por su parte, recomienda que al mismo tiempo que la familia se desparasita, se realice la limpieza de los objetos de los niños, como los juguetes. “Y, además, seguir las guías nutricionales en caso de que el niño tenga bajo peso”. Estas guías instan a desparasitar a los niños cada seis meses para reducir las probabilidades de que vuelvan a tener síntomas, y que tengan problemas nutricionales.

Los parásitos como el Ascaris se alimentan de los tejidos, incluyendo la sangre, lo que causa una pérdida de hierro y proteína. Además, compiten por la vitamina A en el intestino. Por eso la desparasitación suele ir combinada con programas de suplementación de vitamina A para los menores de 5 años, vacunación contra el virus del papiloma humano para las adolescentes, y otros esquemas de salud. (F)