Las sardinas constituyen un muy buen ejemplo de alimento saludable. Son ricas en Omega 3 y nutritivas.
Tienen vitamina B12 por lo que afirman que ayuda a combatir problemas estomacales, mientras que la vitamina B6 reduce la depresión y asma, indican en El País.
Además, sean sardinas frescas o estén en latas, se asegura que “poseen calcio, fósforo, potasio, zinc, yodo, hierro y magnesio”. De esa manera, dice el medio uruguayo, ayudan a prevenir la anemia.
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El salmón suele ser muy caro: este es el pescado que aporta Omega 3 y es mucho más accesible
Desde El Español informan que una lata típica de sardinas aporta hasta un 10% de la dosis recomendada de magnesio y un tercio de la dosis recomendada de fósforo. En cuanto al aporte vitamínico, destacan las vitaminas A, D y E.
Comer sardinas frescas o en latas
Hay opiniones diversas en torno del tema de cómo es mejor comer sardinas: si en latas o frescas.
En El País de Uruguay citan un artículo publicado en Harvard Health Publishing. Este reafirma que “las sardinas en lata son saludables, siempre y cuando no se consuman en exceso, pues contienen yodo”.
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Víctor y Clara, desde su cuenta en Instagram @dcfitnesshealth, señalan que si las va a comprar que sea en aceite de oliva extra virgen.
En La Opinión de A Coruña informan, a su vez, razones para no abusar del consumo de sardinas en lata”.
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3 de esos motivos son:
1. Más grasas
Señalan que “en las sardinas en lata el contenido de Omega 3 es superior a los productos frescos”. Esto se debe al empleo de aceite para “garantizar su conservación”. Esto supone “que son alimentos que sufren de un aumento de calorías, colesterol y grasa”.
2. Elevado contenido de azúcar
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Plantean que el consumo de sardinas enlatadas sea “de manera puntual”.
3. Mucho sodio
La sal es usada como conservante. Exponen que de esa manera incide en la hipertensión. “También podría provocar problemas cardiovasculares”.
Sin embargo, comer sardinas, frescas o en lata, reitera El País, es beneficioso: disminuyen el colesterol y, como es de esperar, “ayuda a reducir el riesgo de ataques al corazón o trombosis”. (I)