Andrés Falquez

Aunque hay muchos temas de qué hablar en materia de política exterior, sobre todo porque contamos con una canciller “bolivariana”, es necesario que el señor presidente de la República disponga algunas correcciones en la conducción de la diplomacia.

La referencia que hizo hace algunas semanas sobre la violación de los derechos humanos y la “cantidad” de presos políticos en Venezuela resultó refrescante frente a una posición que bajo los principios de no injerencia en asuntos internos, tiene como objetivo primordial apoyar la dictadura bolivariana de Nicolás Maduro. Pero esta vez veamos al Brasil, el país más importante de la región, la séptima economía mundial y un socio estratégico para Ecuador en comercio, cooperación, la ciencia, la técnica, la cultura, etc. Es también una fuente de financiamiento para proyectos claves para el desarrollo del país.

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Brasil, que atraviesa en la actualidad, al igual que muchos países de la región (por no decir todos) por una de las crisis éticas y morales más grandes de la historia, ha demostrado contar con una justicia imparcial e implacable que está luchando decididamente contra la corrupción. Ese objetivo de combate a la corrupción es compartido con una de las principales políticas que impulsa el presidente Moreno, por lo que Brasil constituye de por sí un socio estratégico de gran importancia para nuestro país. Pero ¿qué pasa con Brasil? se preguntarán los lectores. Pues nuestras relaciones político-diplomáticas están “enfriadas”. ¿Por qué? Paso a relatar los acontecimientos: La expresidenta Dilma Rousseff fue destituida por el Senado de aquel país, el 1 de septiembre de 2016, luego de varios meses de un proceso constitucional de juicio político contemplado en la Carta Magna brasileña.

El presidente de aquel entonces, Rafael Correa, con su estilo ya conocido, procedió a descalificar tal procedimiento constitucional al que lo tildó de “golpe de Estado solapado y subversión del orden democrático” y ordenó a su canciller llamar en consultas al embajador del Ecuador (procedimiento que se utiliza en la práctica internacional que denota un malestar con ese país).

Luego del emblemático término de 100 días de gobierno del presidente Moreno que registra avances y cambios muy positivos para la reinstitucionalización del país, en política exterior aún se manejan políticas y prácticas “correístas” que deben ser desterradas definitivamente de la Cancillería ecuatoriana

Sin respetar el principio de no injerencia en asuntos internos de otros estados (que sí se aplica en el caso de Venezuela), el Ecuador se permitió cuestionar un asunto interno de la política del Brasil. Al igual que Ecuador, los países de la “ALBA” tomaron acciones y reacciones similares. El Gobierno brasileño, frente a tamaña injerencia y calificativos de Correa sobre la política y los políticos de aquel país, llamó en consultas a su embajador en Quito. Pero no contento Correa con esa decisión (de retirar al embajador) dispuso a su canciller que “llame en consultas” al funcionario con rango de ministro que se quedó de encargado de Negocios (jefe de Misión), con lo que la Embajada del Ecuador en Brasilia se quedó únicamente con un joven tercer secretario (el funcionario más bajo de la carrera diplomática) como “Encargado de los Archivos”, tal como dispone la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas. Un par de meses más tarde, la Cancillería envió a un funcionario con rango de “segundo secretario” a Brasilia con el objeto de “subir” en algo el nivel de la representación ecuatoriana. El Brasil, unilateralmente, resolvió restituir a su embajador en Quito en enero de 2017, sin que Ecuador reaccione de la misma manera en reciprocidad al gesto de Brasil. Más bien, el enfriamiento se mantuvo.

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Con ocasión del cambio de Gobierno en Ecuador, el Brasil, en un nuevo gesto, envió una delegación encabezada por el subsecretario de América Latina de la Cancillería brasileña para que participe de la ceremonia de posesión del nuevo presidente del Ecuador, Lenín Moreno Garcés, y buscar un acercamiento. Sin embargo, el Ecuador, lejos de corresponder con acciones positivas, el 22 de mayo de este año, dos días antes de la posesión del nuevo mandatario, en el seno de la Organización de Estados Americanos, nuestro embajador representante permanente, por instrucciones de Quito, propuso incluir la situación política de Brasil (que para esos días se registraban manifestaciones contra el gobierno de Temer) en la próxima reunión del Consejo Permanente de la OEA, junto a la situación de Venezuela. Esta “iniciativa” produjo un duro malestar en Brasil, que llevó a que la delegación brasileña, por instrucciones de su capital, se abstenga de participar de la ceremonia de posesión del nuevo presidente.

La nueva jefa de la diplomacia ecuatoriana, al conocer del malestar de los brasileños y aparentemente en conocimiento de la propuesta del Ecuador en la OEA, no se molestó en tratar de buscar un arreglo con Brasil y más bien dio señales de estar de acuerdo. Luego del emblemático término de 100 días de gobierno del presidente Moreno que registra avances y cambios muy positivos para la reinstitucionalización del país, en política exterior aún se manejan políticas y prácticas “correístas” que deben ser desterradas definitivamente de la Cancillería ecuatoriana y devolver el manejo de los asuntos internacionales a los diplomáticos de carrera. La política exterior debe responder a intereses nacionales, no a intereses políticos ideológicos ni menos personales. Por lo tanto, es menester designar cuanto antes al embajador del Ecuador en Brasil. ¿Qué estamos esperando, señor presidente?(O)