No es extraño conducir por las calles de Quito y enfrentarse al dilema de evadir un bache sin el riesgo de chocar al carro de al lado, a una moto, topar a algún transeúnte o darse un veredazo. O caer de lleno en el hueco, con las consabidas consecuencias: frenazos, llantas reventadas, golpes en la carrocería, pasajeros que salen volando de sus puestos... La red vial del Distrito Metropolitano está llena de sorpresas y exige máxima concentración: el 80 % está en mal estado y debe ser cambiada en su totalidad.