El día de la inundación, Carmen Santos no estaba en su casa. Había salido muy temprano a visitar a un familiar en un poblado cercano cuando de pronto la llamaron a decirle que Chone se estaba inundando.

Eran las 09:00 del miércoles 21 de febrero y el río se había desbordado. Carmen regresó inmediatamente, el agua le daba a la cintura, su lavadora ya estaba fondeada en medio de agua y lodo, los muebles flotaban, sus trastes de cocina se chocaban unos con otros.

El cantón Chone fue declarado en emergencia por inundaciones

Ella ingresó a una de las habitaciones y agarró una ropa que estaba colgada en armadores. Agarró también dos colchas. Quiso sacar más, pero de pronto vino una corriente de agua que la sumergió hasta el cuello.

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Carmen sintió mucho miedo y empezó a buscar la manera de salir de su casa. Atravesó un callejón que comparte con los vecinos. Afuera mucha gente trataba de salir a la carretera principal, la zona más alta.

La mujer intentaba sacar los brazos por sobre el agua con la ropa en las manos. Pensó por un instante en volver por sus demás cosas, pero eso era peligroso. Siguió hasta la carretera y desde allí pensaba en todo lo que había perdido.

Hay zonas de Chone que aun siguen bajo el agua.

“Me dio pena ver la lavadora, pero no pude hacer nada. Perdí la cocina, la nevera, la computadora de mi hijo que estaba en la universidad. Nos hemos quedado sin nada. Solo quedé con dos colchitas y un toldito”, expresó Carmen mientras su hijo William Loor, de 22 años, la observaba. Él apenas tiene la ropa que lleva puesta.

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Han pasado ya tres días desde la inundación, el agua ha bajado en Chone.

En la parroquia Santa Rita, donde vive Carmen, hay lodo y pozas de agua oscura. Hay además un olor nauseabundo, ropa mojada y sucia en las calles, neveras, muebles, artículos de plástico, todo mojado e inservible. Allí al menos 300 casas fueron afectadas.

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El río Chone pasa cerca del barrio, en la parte de atrás, y al desbordarse arrasó con todo.

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Ese mismo río, al que todos le tienen miedo, afectó al 90 % del cantón. Hay pérdidas por $ 12 millones, dos hospitales sin usar, una emergencia sanitaria, 4.000 casas afectadas, un cantón que declaró sus daños como un desastre. Hay familias que lo perdieron todo.

Vanessa Velázquez, directora de Desarrollo Comunitario del Municipio de Chone, comentó que las aguas están bajando en algunas zonas, pero hay otras como San Antonio, La Playita, La Segua, que siguen bajo el agua.

El mismo sector de Santa Rita tiene algunas casas inundadas. Actualmente, un 30 % de Chone sigue con agua, al principio era el 90 %.

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María Olmedo apenas lo puede creer. Sus muebles, su cama, su cocina, todo lo que le costó mucho comprar quedó bajo el agua. Ahora ha regresado a su casa, cerca al redondel de Los Raidistas.

Pidió que la sigan porque quería mostrar cómo quedó. En el camino la gente con agua y escobas limpiaba sus casas, tratando de buscar algo que les sirva.

Adentro, en la casa de María, hay lodo, colchones, unos encima de otros. En la mesa levantaron algunos enseres, pero fue en vano. El agua, dijo María, subió casi dos metros y medio.

La señal está allí, en las paredes. Hay una mancha café, una línea que muestra hasta dónde quedaron tapadas las viviendas.

“Lo que se vivió en Chone es una desgracia, no veíamos eso desde el fenómeno de El Niño del 98, lo hemos perdido todo”, señaló María, triste, mojada, apenas con un pantalón corto y una blusa blanca, lo único que rescató.

Militares entregan alimentos en a los damnificados de Chone.

“Nos han pedido que regresemos a las casas, pero ¿cómo vamos a hacer eso, si todo está sucio, huele muy mal, los pozos sépticos se rebosaron, aún no podemos volver?”, agregó y se distrajo cuando vio a sus vecinos correr tras un camión.

Afuera, en la calle principal, un carro de las Fuerzas Armadas llegó a dejar comida. Eran cartones que ya tenían nombres y las raciones se entregaron con cédula en mano.

María corrió para recibir algo y Carmen Saltos también hizo lo mismo. William, el hijo de esta última, también estaba por allí.

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Todos en el barrio fueron para allá, dejaron las escobas a un lado, lo poco que habían rescatado de sus viviendas quedó en la calle. Las casas estaban abiertas, no temían que alguien se robe algo, total, a estas alturas, ya lo han perdido casi todo. (I)