Simón Bolívar, “El Libertador”, llegó por primera vez a Quito el 25 de junio de 1822. Vino a encontrarse con su lugarteniente Antonio José de Sucre, el cual recientemente había completado la libertad de todos los territorios de la antigua Real Audiencia de Quito en la crucial batalla del Pichincha, el 24 de mayo anterior.

Aquellos territorios constituían el fascinante escenario de varias batallas por la independencia. Los patriotas habían combatido contra los realistas en las calientes planicies costeras, y también habían ascendido a la sierra por la barrera natural de la cordillera de los Andes, para seguir combatiendo a los defensores del gobierno de la corona en Quito.

El punto desde donde irradiaban soldados, armas, caballos y pertrechos era Guayaquil, ciudad portuaria, libre desde el 9 de octubre de 1820. Fuertes sumas de dinero, además de especies o mercancías, fueron parte de importantes transacciones para sostener desde 1820 hasta 1822 la libertad de la propia provincia, y la búsqueda de la independencia de la ciudades de la cordillera.

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Guayaquil le causó una gran molestia a Simón Bolívar por los planes de su independencia

Cuenca primero, y Quito después, fueron liberadas. Ni bien el general Sucre les dio su independencia, ambas ciudades decidieron unirse políticamente a Colombia —llamada por los historiadores Gran Colombia—, nación gestada por Simón Bolívar en 1819 y que en ese momento reunía la mayoría territorios de las actuales Panamá, Venezuela y Nueva Granada.

A la llegada de Bolívar, ya se habían unido a la Gran Colombia casi todos los territorios del sur, excepto Guayaquil. Al Libertador le urgía resolver esa situación lo antes posible. Por tal motivo, bajó rápidamente a la costa.

Los tres partidos de Guayaquil

Cuando Bolívar llegó a Guayaquil el 11 de julio de 1822, la ciudad llevaba más de año y medio de autogobierno y de mantener una política ambigua frente a las intenciones anexionistas de las dos grandes naciones —todavía en gestación— que cercaban su territorio: Gran Colombia por el norte, y Perú por el sur.

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La guerra insurgente contra el gobierno de la corona en los territorios de Quito había sido el motivo principal para la presencia de militares peruanos y colombianos en la provincia libre de Guayaquil, en alianza con las autoridades políticas locales. Pero tras esa alianza guerrera, se ocultaba un intenso cabildeo político que buscaba favorecer la opinión de los ciudadanos —y la de los integrantes del gobierno también— por uno de los dos partidos anexionistas: el peruano y el colombiano.

Simón Bolívar llegó a Guayaquil por primera vez el 11 de julio de 1822, y anexionó la ciudad a la Gran Colombia el 13 de julio siguiente.

Pero había un tercer partido, uno que había cosechado grandes simpatías y que contaba, además, con la ventaja de jugar “en cancha propia”: era el partido que luchaba por mantener la independencia permanente de Guayaquil.

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Este partido contaba con un núcleo duro de comerciantes, empresarios, hombres de letras y eclesiásticos, con recursos para fomentar la tesis autonomista y a la vez debilitar a los partidos contrarios.

Los militares anexionistas dependían en parte de los resultados caprichosos de las batallas para acrecentar o perder su valor frente a la opinión de los habitantes de Guayaquil. En cambio, el pequeño partido independentista apelaba a hechos ya consumados: la ciudad había alcanzado por sí misma la independencia política, respaldada por su capacidad de respuesta económica.

Historia de José Antonio Pontón, combatiente de la independencia, es recogida en libro de Gabriel Fandiño

Y es que Guayaquil había contado con los recursos necesarios para sostenerse durante todo ese tiempo. Poco antes del golpe del 9 de octubre de 1820, los oficiales y soldados realistas impagos de Guayaquil fueron atraídos por los patriotas para unirse a la revolución, recibiendo promesas de pago que muy pronto fueron solventadas.

Poco tiempo después, la ciudad fue capaz de levantar su propio ejército —el cual recibió el nombre de División Protectora de Quito— echando mano de considerables recursos propios.

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Cuando el general venezolano Antonio José de Sucre llegó a la provincia libre de Guayaquil en 1821, con armas y 700 hombres, el gobierno local se hizo responsable del mantenimiento de la tropa, su racionamiento diario, compra de más armas, uniformes, pago de sueldos, etc.

Aquel ejército, conformado por locales y extranjeros, fue destruido ese mismo año en un enfrentamiento con los españoles. Guayaquil volvió a asumir la reconstrucción de las fuerzas militares de Sucre. A inicios de 1822, un nuevo ejército pertrechado gracias a los recursos de Guayaquil permitió al general venezolano volver a la ofensiva.

Guayaquil debía aquella independencia económica a su puerto, uno de los más ventajosos del Pacífico. Desde el 9 de octubre de 1820, las ganancias de su comercio iban a las arcas locales y no al tesoro del gobierno realista.

El comercio de productos agrícolas del litoral (como el cacao) también sumaba al mantenimiento financiero de la independencia. La sal se convirtió en un producto cuya demanda se disparó a causa del conflicto armado. El gobierno de Guayaquil, administrador de las áreas salinas del litoral, recibía casi todo el rédito de su venta en la encrucijada comercial de Bodegas (Babahoyo).

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Entonces, Guayaquil era doblemente independiente: política y económicamente. No sucedía así en lo militar pues esta pequeña “nación” —o “Republiquita” como la llamaban sus detractores—pasó a depender de aliados extranjeros. Los militares colombianos y peruanos estaban de acuerdo con su contraparte guayaquileña en cuanto a proteger la libertad del territorio, aunque las diferencias residían en la duración y fines de dicha libertad: los anexionistas de Colombia o Perú planeaban conservarla apenas el tiempo necesario hasta la anexión a tal o cual nación, y los guayaquileños, conservar su independencia de manera permanente.

El 13 de julio de 1822

La victoria de Sucre en las faldas del Pichincha fue también un triunfo político para el partido colombiano, el cual salió fortalecido con la anexión oficial de Quito a Colombia el 29 de mayo de 1822.

La bandera de tres franjas celestes, tres estrellas blancas y dos franjas blancas fue usada durante los años del Guayaquil independiente (1820-1822). Composición fotográfica que representa la creación de la bandera de Guayaquil, por Jhonald Troya.

Guayaquil reaccionó a aquella situación cambiando el diseño de su bandera, la cual, de las cinco franjas celestes y blancas, pasó a mostrar una enseña completamente blanca, a excepción de su cuadrante superior izquierdo, de color azul, el cual encerraba una estrella blanca. Aquella única estrella simbolizaba la solitaria situación del Guayaquil independiente.

Simón Bolívar arribó a la ciudad el 11 de julio de 1822. Argumentando ciertas leyes y derechos territoriales sobre Guayaquil, el Libertador desconoció a la Junta de Gobierno y asumió el mando político y militar de la provincia el 13 de julio de 1822, quedando Guayaquil, de facto, anexionada a la Gran Colombia (más de un millar de soldados protegían la anexión). El presidente del gobierno de Guayaquil, José Joaquín de Olmedo, abandonó la ciudad rumbo al Perú.

Durante los siguientes 8 años Guayaquil fue regido por la Gran Colombia, aunque eso no fue impedimento para que en aquellos años se alzaran voces en la ciudad, tanto por la vuelta de la antigua “Republiquita” como por la adopción del federalismo. 200 años después, aquellas aspiraciones se mantienen como un tema de palpitante actualidad. (I)

*Autor del Libro “Coronel Jose Antonio Pontón, comandante de guerrillas en la independencia” y coautor del libro “Coronel Cayetano Cestari: el italiano que hizo posible el triunfo de Sucre en el Pichincha”.