NOTICIAS

Publicidad

Qué sucesos en Ecuador culminaron en la denominada Revolución Juliana de 1925

Fue decisiva la postura de un grupo de banqueros quiteños, que ofreció todo su respaldo a la sublevación.

Isidro Ayora Cueva ejerció como presidente del Ecuador entre 1926 y 1931, y alcalde de Quito en 1925.

Publicidad

Actualizado el 

El 9 de julio de 1925, un movimiento de jóvenes militares derrocó al gobierno del presidente Gonzalo S. Córdova. Este movimiento –conocido luego como Revolución Juliana– se fraguó en el interior de grupos secretos integrados por jóvenes militares progresistas y por grupos de profesionales liberales e intelectuales socialistas, quienes planificaron la toma del poder.

Este golpe de Estado, que debilitó el incuestionable poder económico guayaquileño ejercido hasta esa fecha, marcó el inicio de la transferencia de ese mismo poder a Quito, indica el libro La Revolución Juliana, evento ignominioso en la historia de Guayaquil, de Guillermo Arosemena.

El portal Enciclopedia del Ecuador, de Efrén Avilés Pino, detalla que casi desde el mismo momento en que se fundó la República, en 1830, fue la banca privada, y de manera especial la guayaquileña, la que financió todos los gastos del Estado, proporcionándole al erario nacional los fondos necesarios para poder cubrir sus obligaciones.

Publicidad

Para financiar el presupuesto nacional, los gobiernos de turno recurrían a la banca privada, a la que exigían empréstitos so pena de ser clausurados o sus fondos confiscados. Por ese entonces no existían entes de financiamiento como el Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento, entre otros.

Banco Comercial y Agrícola.

Economía Costa - Sierra

Desde la fundación de la Audiencia de Quito hasta fines del siglo XVIII, la Sierra acaparaba el 80 % de las actividades económicas de toda nuestra región, a través de la producción de textil artesanal, conocida como obrajes, en los que trabajaban decenas de miles de indígenas. Los tejidos, además de satisfacer la demanda interna, se exportaban a los actuales territorios de Colombia, Perú, Chile y Argentina, detalla Arosemena.

Alrededor de 1780, por la quiebra de la industria obrajera, las provincias de la Sierra entraron en crisis. Esto ocurrió por la apertura de las colonias españolas a los productos ingleses, franceses, belgas y holandeses, además de que la competencia europea optó por modernizarse.

Publicidad

Los industriales quiteños y de otras ciudades de la serranía decidieron no reponer los equipos, por lo que terminaron pagando la ineficiencia con la quiebra de sus empresas. La crisis en la Sierra favoreció a los costeños porque les brindaba la oportunidad de prosperar, aprovechando la mano de obra que bajaba a la Costa en busca de trabajo.

Si bien desde 1800 el monto de las exportaciones guayaquileñas era mayor que el de la Sierra, la diferencia no fue significativa hasta aproximadamente 1870, cuando se inició el verdadero auge en la producción y exportación del cacao y tagua. Desde entonces, millones de dólares ingresaron a Guayaquil, dando lugar a una prosperidad sin precedentes.

Publicidad

Se estima que la producción del cacao en 1880 era de 347.000 quintales al año, para 1916 el país logró producir más de un millón de quintales. El eje productivo de este boom era la cuenca del río Guayas.

Un grupo de mujeres saliendo de la Catedral de Guayaquil entre 1900 y 1910. El centro de la ciudad era uno de los sectores más pujantes económicamente. Foto Instituto Nacional de Patrimonio Cultural

Desde entonces proliferaron las empresas y construcciones y se crearon inmensas fortunas, lo que contribuyó al establecimiento en el Puerto Principal de las compañías más grandes del país. Para 1900, la ciudad puerto contaba con varias de ellas con capitales entre 1 y 5 millones de sucres, mientras que en Quito, la más importante tenía apenas 200.000.

Las compañías guayaquileñas eran diez veces más grandes que las de la capital. En ese tiempo el 95 % de las exportaciones provenía de las provincias costeñas y alrededor del 90 % de los depósitos bancarios.

Arosemena considera que la incuestionable diferencia entre el nivel de vida de los guayaquileños y quiteños se convirtió en la manzana de la discordia. “El verdadero móvil atrás de la caída del presidente Córdova fue la envidia al inmenso poder económico que existía en la Costa, contrastando con la absoluta pobreza en la Sierra”, destaca.

Publicidad

Cien años de la masacre obrera: salarios miserables, huasipungos, explotación y alto costo de la vida impactaba a los trabajadores antes de 1922

¿Qué sucedió el 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil? Las calles se tiñeron con sangre trabajadora y el río Guayas fue testigo de la barbarie

Deudas del Estado

Las deudas que el Estado había adquirido con la banca costeña –y especialmente con el Banco Comercial y Agrícola que presidía Francisco Urbina Jado– se habían convertido en impagables al llegar 1924, detalla la Enciclopedia del Ecuador.

Con dineros de la banca privada se financiaba la obra pública, se pagaban los sueldos de la burocracia y se cubrían todos los gastos que el Estado realizaba o debía realizar. Y ese dinero, en su mayor parte, era de Guayaquil.

La situación económica del Estado se agravaba entonces por la gran emisión de billetes sin respaldo en oro que –para poder cubrir estos empréstitos– había emitido dicho banco con autorización del gobierno de turno, contando para el caso con una ley monetaria que lo favorecía en todos los aspectos. Otras instituciones bancarias del país también empezaron a emitir sus propios billetes, desde el valor de un sucre en adelante.

Este poder económico derivó en un gran poder político, a tal punto de que desde Guayaquil se imponían desde las candidaturas para presidente de la República, senadores y diputados, hasta los nombramientos de los ministros de Estado.

Córdova ascendió al poder el 1 de septiembre de 1924, cuando el país empezaba a sentir los efectos de una desestabilización económica, producto del exceso de circulante que no tenía el debido respaldo de oro. En estas circunstancias, el pueblo empezó a reclamar una mayor atención a los problemas laborales y exigiendo sustanciales reformas al sistema económico imperante.

En todo caso, el Estado no podía resolver los problemas económicos que había heredado, pues lo primero que debía hacer era cancelarle a la banca privada los créditos que esta le había otorgado, y no tenía dinero. La deuda del Estado con la banca acreedora a principios de 1925 ascendía a 36 millones de sucres, cifra que excedía en mucho a la suma de las reservas de todos los bancos guayaquileños.

Los sacos de cacao se podían apreciar en el centro de Guayaquil entre 1918 y 1925. Foto Instituto Nacional de Patrimonio Cultural

La crisis de la ‘pepa de oro’

Además, en 1925 el Ecuador se hallaba sumido en una profunda crisis provocada por la caída de los precios del cacao en los mercados internacionales. La mala situación de la ‘pepa de oro’ empezó en 1919, cuando las exportaciones de cacao disminuyeron producto de la crisis económica que asolaba a los países europeos que recién salían de la debacle de la I Guerra Mundial, lo que llevó a que disminuyera de manera sustancial la compra de nuestro cacao, esto unido a las plagas que se produjeron en las plantaciones de la Costa ecuatoriana (monilla y escoba de bruja).

La crisis llevó a elevar los conflictos sociales y políticos, aumentando el desempleo y la pobreza. El mundo entró en un periodo de recesión, contando también con la pérdida de mercados europeos como fue el francés y el inglés, que ya desde 1917 habían suspendido las importaciones del cacao ecuatoriano al preferir la producción de sus colonias africanas.

Esto llevó a que el precio de la libra de cacao ecuatoriano en el mercado internacional en 1921 pasara de 20 centavos a cotizarse en menos de 7 centavos de dólar. Además, las plagas que asolaban los cultivos hicieron que la producción bajara a 642.000 quintales y para 1922 tendría una leve recuperación en 663.000 quintales.

La inflación para 1922 se había disparado a más del 60 %, los precios de los productos de primera necesidad estaban por las nubes y los salarios, congelados.

Para paliar la crisis el Gobierno implementó una política devaluatoria de la moneda que subió la cotización del dólar. La moneda norteamericana había tenido un comportamiento estable desde fines del siglo XIX hasta el año 1919 en que se cotizó en S/. 2, pero al año siguiente su comportamiento fue al alza, cotizándose en S/. 2,11, para diciembre el valor llegaba a los S/. 2,60.

En 1921 se cotiza a un valor de S/. 3,45. A inicios de 1922 se mantuvo a S/. 4,20 y a finales de año ya se cotizaba en S/. 4,80.

El costo de la vida se dispararía por la crisis económica producto del bajo precio del cacao, la canasta básica subiría a precios casi impagables para el trabajador común.

Los salarios en el país eran bajos y solo subían a voluntad de los patrones o por la movilización de los trabajadores. Por ejemplo, en 1919 en la Costa, los obreros del ferrocarril recibían 1,20 sucres diarios, mientras que los trabajadores de los ingenios azucareros hacían S/. 2,49 al día. En tanto que en la Sierra la situación era peor, ya que la mayoría de los trabajadores apenas recibía 50 centavos de sucre por día de trabajo.

Del Ecuador de los gran cacao, que vivían entre lujos y se educaban en Europa, a la matanza de trabajadores que clamaban por trato y salario digno

Los Gran Cacao: el auge económico de una generación

Portada de diario EL UNIVERSO en la que se informa sobre la sublevación militar del 9 de julio de 1925. Foto: Archivo

Sublevación militar

Así, el 9 de julio de 1925 estalló en Guayaquil una sublevación de militares jóvenes quienes, bajo la jefatura del mayor Idelfonso Mendoza Vera, apresaron a las autoridades y constituyeron una Junta Militar de Gobierno. En Quito, el golpe fue dirigido por el general Francisco Gómez de la Torre, el único de esa graduación que había tomado parte activa en la conspiración.

Pero, según indica la Enciclopedia del Ecuador, atrás de este movimiento se ocultaba la figura de Luis Napoleón Dillon, ‘hombre resentido con la banca guayaquileña y de manera especial con Urbina Jado’, ya que este había denunciado con anterioridad sus intenciones de poner en circulación sus propios billetes hipotecarios, tal cual lo denunció en su oportunidad Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.

Cuando por breves semanas desempeñé el Ministerio de Hacienda, en el año 1934 tuve el derecho de trastear en algunos cajones de ese ministerio, y allí encontré la razón del 9 de Julio. El Sr. Dillon había querido, poco tiempo antes, poner en circulación sus propios billetes hipotecarios emitidos por la Sociedad de Crédito Internacional. Sin pararse en pelillos había ordenado a la American Bank Note la emisión de los correspondientes billetitos, procedió sin mayor trámite a emitirlos y llenó inclusive la formalidad de registrarlos ante un escribano del cantón Quito…

Cuando el Sr. Urbina conoció de este proyecto inflacionista lo comunicó al gobierno y este impidió que el Sr. Dillon sacara a circular tales billetes. Desde el momento en que el Sr. Dillon se dio cuenta de que el Sr. Urbina y el Banco Agrícola se oponían a estas emisiones inflacionistas se convirtió en un enemigo jurado del Agrícola y de su Gerente, y preparó rápidamente la revolución…

La revolución del 9 de julio no vino realmente por inflación ni por desvalorización del sucre, sino por el despecho de quien quiso emitir billetes falsos y se lo prohibieron…” (La Revolución Juliana: evento ignominioso en la historia de Guayaquil).

En todo caso, el Banco Central del Ecuador (BCE), figura que surgió tras esta revolución, cita la opinión de Dillon para detallar las causas de la crisis de ese tiempo. “La crisis económica de inicios del siglo XX fue causada por la inconvertibilidad del billete, las emisiones sin respaldo, la inflación, la especulación, el abuso del crédito y el desnivel de la balanza de pagos. Ante esta situación debía enfrentarse saneando la moneda y regularizando el cambio”.

Las acciones tras la renuncia de Córdova

En varias ciudades el pueblo salió a las calles a apoyar el movimiento. En Quito, las Fuerzas Armadas no adoptaron una posición inmediata, y solo el general Francisco Gómez de la Torre se mostró a favor.

Pero fue decisiva la postura de un grupo de banqueros quiteños, encabezados por Dillon, que ofreció todo su respaldo a la sublevación. Durante todo el día el país permaneció en estado de alerta hasta que en horas de la noche renunció el presidente de la República.

Luego del derrocamiento del presidente Córdova, se constituyeron dos juntas de gobierno provisionales: la primera, de julio de 1925 a enero de 1926, y la segunda, de enero a marzo de 1926. Posteriormente, Isidro Ayora Cueva asumió la Presidencia de forma provisional, un personaje que abandonó las posturas más radicales de la Revolución Juliana.

La enciclopedia de Avilés Pino indica que con esta revolución se pretendió iniciar una reforma integral de todos los poderes del Estado, pero con la intención de hacer justicia se cometieron también muchos desacatos.

No obstante, el historiador Juan J. Paz y Miño Cepeda, en su boletín La Revolución Juliana (1925): significación histórica para el presente, destaca que con la Revolución Juliana se introdujo un giro en la historia ecuatoriana, donde “el Estado intervino directamente sobre la esfera monetario-financiera, centralizó rentas (acabó con múltiples “entidades autónomas”), promovió la industrialización protegida (proteccionismo) y, además, creó una serie de instituciones que marcaron la evolución posterior del Ecuador”.

Entre las instituciones que se crearon figuran el Banco Central, Banco Hipotecario, Superintendencia de Bancos y la Contraloría General. También surgieron la Ley de Presupuesto, Ley de Impuestos Internos, Ley Orgánica de Aduanas y Arancelaria de Aduanas, Ley General de Bancos, Ley de Monedas, Ley de Patrimonio Territorial, Ley sobre Prenda Agrícola, Ley sobre Propiedad Rural e incluso la Constitución Política de 1929.

Banco Central del Ecuador, en el centro histórico de Quito. Foto: BCE

“El Estado en forma directa o por contratos realizó una serie de obras públicas, montó infraestructuras y proveyó de numerosos servicios a todo el país. Además concedió minas y celebró contratos para la explotación hidrocarburífera. De esta manera se inauguró una nueva era en la relación del Estado con la empresa privada, porque incluso la propiedad debía cumplir, en adelante, una ‘función social’, como lo consagró la Constitución”, asegura Paz y Miño.

El historiador agrega que para entonces, por primera vez en la historia fueron controlados y fiscalizados los bancos, revisados contratos, centralizados los estancos, regulado el comercio interno de ciertos bienes y el externo con nuevos aranceles y oficinas aduaneras, etc. “Los gobiernos julianos no tuvieron el propósito de liquidar ni “socializar” a la empresa privada, pero es evidente que creó nuevas condiciones que exigían su responsabilidad frente al Estado y también frente a los trabajadores”, destaca.

Así también, indica que además de lo señalado, hay que tomar en cuenta que con el reconocimiento de los derechos sociales y laborales, también por primera vez en la historia ecuatoriana se institucionalizó la cuestión social en el Estado, tanto con nuevas instituciones, como con una legislación garantista del trabajo: Ministerio de Previsión Social, Caja de Pensiones, Direcciones de Salud e Higiene; Ley de Jubilación, Montepío, Ahorro y Cooperativa; Leyes sobre accidentes del trabajo, jornada máxima, salario mínimo, organizaciones laborales; sobre herencias, legados y donaciones, etc., que pasaron a configurar los principios laborales y las garantías del trabajo contenidas en la Constitución de 1929, pionera en proclamarlos, antes de que se expidiera el primer Código del Trabajo, en 1938. (I)

Publicidad

Publicidad

Publicidad

¿Tienes alguna sugerencia de tema, comentario o encontraste un error en esta nota?

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad