Especies de aves que son comunes en Perú han sido avistadas con mayor frecuencia en la región costera del Ecuador debido al cambio de la temperatura superficial del mar, uno de los indicios de la formación del fenómeno de El Niño, según coinciden expertos.

Se trata de aves marinas como el gaviotín inca (Larosterna inca) y el cormorán guanero (Phalacrocorax bougainvillii). Ambas llegan durante el verano (de julio a septiembre) a Ecuador, pero este año han sido observadas en la costa del país desde marzo pasado en plena estación invernal, afirma el biólogo Fernando Félix.

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“Este año adelantaron su migración porque los peces se hunden buscando aguas frías ya que no pueden alimentarse en la superficie, entonces estas aves que se alimentan de ellos migran buscando otros sitios donde poder comer”, indica.

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El lobo fino de Galápagos (Arctophoca galapagoensis), especie endémica del archipiélago, también ha sido observado en la provincia de Santa Elena.

“Estos son buenos ejemplos de indicadores biológicos de la presencia de fuertes anomalías térmicas en el mar, asociadas a un evento de El Niño”, asegura Félix, quien ha documentado la presencia de estas especies en la costa a través de sus recorridos como parte de un estudio de la fauna marina que llega a las aguas nacionales.

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Un lobo marino de Galápagos apareció en la provincia de Santa Elena durante este mes. Foto: CORTESÍA

A esto se conoce como bioindicadores biológicos, que son organismos (plantas, microorganismos, animales, etc.), dice, utilizados para evaluar u observar el estado del ecosistema. “Los cambios en su diversidad o población reflejan la existencia de algún factor que pueda afectar el equilibrio del ecosistema natural”, añade.

Lo último que se sabe del fenómeno de El Niño

Las aves marinas pueden servir como bioindicadores valiosos de los cambios ambientales, incluidos los eventos de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS), como se conoce oficialmente a este fenómeno climático que ocurre en el océano Pacífico tropical y afecta los patrones climáticos en todo el mundo. “Si bien las aves como grupo pueden responder a ENSO de varias maneras, se sabe que ciertas especies exhiben comportamientos específicos o cambios en la población en respuesta a las modificaciones ambientales relacionadas con El Niño”.

El gaviotín inca, por ejemplo, es un ave marina que se encuentra a lo largo de la costa occidental de América del Sur. Este depende de ecosistemas marinos productivos influenciados por eventos de afloramiento impulsados por la circulación de las aguas frías. Durante El Niño, las interrupciones en el afloramiento pueden afectar la abundancia y disponibilidad de sus presas. “En consecuencia, se han observado cambios en el comportamiento de alimentación y la dieta de los gaviotines inca durante los ciclos ENOS”.

La pardela del Pacífico (Ardenna pacifica) es otro bioindicador ideal de un evento El Niño, añade, ya que se encuentra ampliamente distribuido en todo el Pacífico oriental. “Al aumentar las temperaturas de la superficie del mar, las pardelas expanden su rango de alimentación y cambiarán su distribución a aguas más profundas y frías para acceder a las fuentes de alimento. Esta modificación en la distribución de las especies puede revelar mucho sobre la intensidad de un evento ENOS en particular”.

El Niño trastoca los procesos de migración de la fauna, pero también deja su impacto en la población del pingüino de Galápagos (Spheniscus mendiculus) y el cormorán no volador (Phalacrocorax harrisi), dos especies endémicas del archipiélago, dice Carlos Valle, decano de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).

El cormorán guanero es más frecuente en Perú, pero migra hacia el norte en busca de alimento, como este ejemplar fotografiado en Santa Elena. Foto: CORTESÍA

El número de pingüinos de Galápagos se redujo el 75 % y de cormoranes el 50 % durante El Niño de 1982/1983. La población de ambas especies no volvió a recuperarse desde entonces, por lo que el impacto de un nuevo evento de esa magnitud podría ser devastador, asegura el especialista.

El problema de estas especies es que en la actualidad de por sí ya quedan pocos. Las estimaciones indican que hay alrededor de 3.000 pingüinos de Galápagos y 2.000 cormoranes y su distribución es muy limitada en el archipiélago.

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Cinco años pasaron en promedio para que las poblaciones de la fauna de Galápagos se recuperen a los niveles que había antes de El Niño 1982/1983.

“Durante los eventos de El Niño, principalmente los que han sido extremadamente fuertes, como los de 1982/1983, 1997/1998 y 2015/2016, hay una migración masiva de especies marinas, por eso es que aves de Galápagos como los piqueros de patas azules aparecen en las costas de Centroamérica, en Panamá o más al norte”.

El pingüino de Galápagos es una de las especies del país más afectadas por El Niño. Foto: Paula Tagle

Esto se debe a que las masas de agua caliente que se acumulan a nivel superficial interrumpen la circulación vertical, proceso mediante el cual los nutrientes del fondo marino, de aguas más profundas, llegan a la zona fótica de luz cerca a la superficie. Por ende la productividad primaria de fitoplancton (alimento marino) disminuye a niveles extremadamente bajos, señala Valle.

La cadena trófica se distorsiona. No hay alimento para las aves marinas, entonces estas abandonan la reproducción e inclusive sus nidos con polluelos. “Se da una mortalidad de aves juveniles y adultas, finalmente llega la migración porque los peces que son su alimento van a la profundidad (migración vertical) o se desplazan a otras zonas (movimiento horizontal), de ahí que las aves también se muevan en busca de alimento”.

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Los arrecifes de coral son otros de los ecosistemas severamente afectados por El Niño, afirma Valle, ya que los pequeños organismos que habitan en estas zonas calcáreas son extremadamente sensibles a las variaciones de la temperatura.

El Niño 82/83 provocó la pérdida del 95 % de los arrecifes del archipiélago de Galápagos.

Los organismos que están arriba de la pirámide trófica son indicadores de los cambios oceanográficos e incluso de aspectos como la contaminación del mar. En el caso de las aves marinas, por ejemplo, se pueden estudiar las plumas y su sangre para determinar la presencia de metales pesados, dice el científico.

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Las ballenas jorobadas sí llegan a las costas del país, pero pasan menos tiempo en la superficie del mar

Las ballenas jorobadas prefieren las aguas ecuatoriales para reproducirse y tener a sus crías. Foto: José Jácome

El calentamiento de las aguas del Pacífico es de manera superficial, por lo que las ballenas jorobadas y los delfines permanecen menos tiempo en la superficie del océano, indica la bióloga Cristina Castro.

“Entonces no es que se reduce la cantidad de ballenas jorobadas que llegan a las costas del país, lo único es que tratan de pasar menos tiempo en la superficie del agua porque en los días de sol, por ejemplo, se les seca más rápido la piel, prefieren estar en la parte más profunda, esa es la única diferencia por lo que el avistamiento igual está garantizado”.

Incluso las primeras ballenas jorobadas que se observaron este año frente a Puerto López, en la costa de la provincia de Manabí, fue el 15 de mayo pasado. Estas arriban al país para reproducirse y tener a sus crías entre mayo y septiembre de cada año.

En los tours de avistamiento también se ofrece el encuentro con delfines y otro tipo de especies de ballenas. Las salidas se hacen desde el 1 de junio último a través del muelle en Puerto López.

El costo por persona es de 25 dólares, si se incluye la visita a la isla de La Plata es de 45 dólares.

El Niño dificulta las capturas de atún

Bruno Leone, presidente de la Cámara Nacional de Pesquería, afirma que el atún es una especie de por sí altamente migratoria. Con El Niño se van más lejos y los barcos tienen que realizar también en faenas de pesca mucho más largas para capturarlos, lo que influye en los costos de producción. “En El Niño de 1997/1998 las capturas bajaron bastante y con ello cae la entrada de divisas”.

El atún que sustenta las exportaciones ecuatorianas de este producto habita en aguas tropicales cuya temperatura oscila entre los 24 y 27,5 grados centígrados. “Cuando se enfría mucho el océano o se calienta por encima de esos rangos el atún, pues no se siente cómodo y migra a otras latitudes, entonces la pesca se hace poco disponible”, señala Leone.

La mayoría de las embarcaciones atuneras ecuatorianas son pequeñas con una autonomía máxima de 45 días, tiempo en el que deben realizar sus capturas.

La flota nacional solo puede realizar sus capturas dentro de la región del Pacífico Oriental, por la regulación pesquera vigente en torno a estas especies. (I)