Un desastre natural es sinónimo de destrucción en todas sus facetas: la pérdida de vidas animales y humanas, de infraestructura crítica, como puentes y viviendas, y el inevitable revés económico que supone intentar reponer el saldo de un evento catastrófico.

El fenómeno de El Niño que sufrió Ecuador entre finales de 1997 y 1998 dejó más de 20.738 damnificados, 31.691 afectados, 147 heridos, 52 desaparecidos y 244 muertos, según la Coordinadora del Programa de Emergencia para Afrontar el Fenómeno de El Niño. El Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño señala, además, que las afectaciones causaron $ 2.882 millones en pérdidas.

Entre las víctimas también hay niños, cuyas vidas fueron afectadas por las distintas inundaciones y la destrucción de infraestructura clave para su desarrollo integral, como carreteras, hospitales y escuelas.

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Las autoridades ambientales en Ecuador podrían declarar el inicio oficial de El Niño en las próximas semanas, y aunque los expertos todavía no prevén precipitaciones importantes, consideran que estas podrían iniciarse en el último trimestre del año.

María José Varela, psicopedagoga de Logos Academy, una unidad educativa ubicada en la vía a la costa en Guayaquil, recalca que los desastres naturales tienen potencial para causar condiciones en las cuales muchas infancias podrían perderse.

Según la Asociación Española de Pediatría, los efectos inmediatos en la salud de un niño tras una inundación incluyen, aparte de ahogamientos, electrocuciones por agua cercana a líneas eléctricas, contagio de enfermedades transmitidas por las bacterias E. coli, shigella y salmonella.

A largo plazo se pueden presentar exacerbaciones de enfermedades crónicas y problemas de salud reproductiva y mental.

La interrupción del desarrollo escolar también podría tener un efecto negativo en la educación de los infantes: de acuerdo con un estudio realizado por investigadores vietnamitas en 2018, que analizó la situación de niños en India, Etiopía y Perú, las inundaciones en los tres primeros países tuvieron un efecto adverso en los niveles de enrolamiento estudiantil y en pruebas de habilidades cognitivas como la atención, el enfoque y la creatividad.

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Es por eso que Varela considera que es esencial que se prepare a infantes para eventos como inundaciones u otros desastres, como terremotos.

Esta preparación se inicia con una conversación sobre qué es una inundación, qué podría ocurrir, por qué se dan y cuáles son las posibles consecuencias.

También es esencial crear una “cultura de prevención de riesgos”. En los ámbitos escolares, por ejemplo, se suele preparar a los alumnos con formación sobre desastres naturales y con simulacros por si ocurre algo durante el horario de clases.

Es esencial que los niños tengan claro lo que implica una posible inundación. Ese aprendizaje, según expertos, debe ser sostenido por la familia. Foto: Cortesía: Logos Academy

Varela añade que un niño ya está consciente de lo que es un desastre natural desde el tercer grado de educación básica. “Desde ese año el niño ya está totalmente consciente de cuál es su función en la sociedad”.

La familia debe sostener ese aprendizaje. “Dentro de la familia tenemos que identificar el espacio en el que viven los chicos, cuáles son los lugares seguros, y que tengan claro que siempre habrá un adulto para poder cuidar de ellos. Eso les dará calma, tranquilidad y va a permitir que los chicos sepan qué hacer durante situaciones que los sobrepasen”.

Una de las claves para que los niños se sientan más seguros es que tengan claro lo que podría pasar, pero los adultos deben asegurarles que sin importar lo que pase con la naturaleza o su entorno, “van a volver a su rutina escolar, su rutina familiar, para que se sientan más seguros”.

Aunque deben tener una imagen realista de lo que podría suceder, no es apropiado que los adultos resalten demasiado el aspecto de la destrucción y de posibles muertes. También es recomendable contar con la ayuda de apoyos visuales previos de lo que podría ocurrir y hacia dónde se deben dirigir en caso de una emergencia.

El rol de los adultos antes, durante y después del evento es muy importante. Además de prepararlos con anterioridad para que los infantes tengan claro lo que tienen que hacer, también deben transmitirles calma a los niños durante una situación estresante.

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Nubia Almeida, psicóloga infantil, resalta que los adultos deben demostrar temple, pues una persona desbordada “evidentemente no va a poder acompañar a este niño, por el contrario, va a recibir más maltrato del que la situación en sí ya le está generando”.

La corteza prefrontal del cerebro, que está encargada de la toma de decisiones, el pensamiento lógico y la autorregulación, puede “quedar offline” en niños durante situaciones de estrés extremo, lo cual podría llevar al infante a esconderse, a actuar impulsivamente o a quedarse inmóvil.

En una situación así, con un niño que ha reaccionado de forma inadecuada, señala Almeida, el primer paso a tomar es validar las emociones del niño. Varela coincide y añade que las técnicas de respiración pueden ayudar a calmar al infante, además de hablarle y asegurarle que el adulto se encargará de la situación.

“Los niños tienen que tener el panorama claro: qué puedo hacer, cómo lo voy a hacer y en dónde lo voy a hacer”.

Tanto planteles educativos como familias deben tener un plan claro de lo que deben hacer los niños en caso de una emergencia. Foto: Cortesía: Logos Academy

Ambas profesionales coinciden en que es productivo involucrar a los infantes en el proceso de preparación ante una inundación, como en la elaboración de un kit de emergencias, que se debería elaborar en familia para identificar qué van a necesitar llevar en dicho insumo.

Manejar algo concreto, como un conjunto de herramientas, alimentos y demás elementos de un kit de emergencias les brindará más seguridad a los infantes, según las especialistas.

También se debe sostener el proceso de duelo que siguen los niños tras un evento como una inundación, ya sea por pérdidas de familiares o amigos, la interrupción de sus rutinas escolares o familiares o la destrucción de sus bienes personales.

“Imagínate lo que es para un niño de 5 años perder el único muñeco de Spiderman que tenía. Hay que sostener ese proceso de duelo”, indica Varela.

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Logos Academy cuenta con distintos planes de emergencia relacionados con inundaciones. Además de simulacros de evacuaciones e identificación de lugares seguros y de encuentro, la unidad educativa también tiene programas extracurriculares que se activan de inmediato en el caso de que el cuerpo estudiantil no pueda salir de las aulas.

Varela subraya, sin embargo, que la realidad de Logos no es la de las instituciones educativas en todo el país, muchas de las cuales no cuentan con la misma capacidad de aplicar planes de contingencia, ni la misma infraestructura, ni la cantidad de personal ni tienen el mismo nivel organizacional, y están ubicadas en zonas más vulnerables.

Los cantones Salitre, Daule, Yaguachi, Samborondón y Durán, por ejemplo, son altamente susceptibles a inundaciones resultado de lluvias de El Niño, según mapas recopilados por el Estado en el Plan para enfrentar los efectos del fenómeno El Niño Oscilación Sur. (I)