¿Sabías que un artículo de la edición dominical de Diario EL UNIVERSO del 25 de octubre de 1987 relata el descubrimiento de lo que en ese entonces se describía como una ‘ciudad prehistórica en plena Amazonía’? El 12 de enero de 2024, la revista científica Science realizó una recopilación de las investigaciones realizadas en la selva de la provincia de Morona Santiago donde se hicieron esos hallazgos.

En la publicación de este Diario, el arqueólogo y sacerdote Pedro Porras (+) describe que el “complejo Sangay (denominado así porque está en las faldas de este volcán) está compuesto por 1.260 pirámides truncas”. Este es parte de un macroasentamiento conectado de centros urbanos y ceremoniales que la revista Science describió al mundo.

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Lo que el explorador español Francisco de Orellana vio en una expedición por el río Amazonas en 1541 y 1542 del siglo XVI, cuando fue testigo de grandes ciudades a lo largo de sus orillas, no era una fábula.

Science describe a la denominada ciudad perdida como un gran asentamiento prehispánico que existió en la cuenca alta del río Upano, en la provincia de Morona Santiago, en Ecuador, bajo el título “Dos mil años de jardinería urbanista (intervencionismo humano) en la cuenca alta del Amazonas”.

Dónde se ubica la ciudad perdida descubierta en Ecuador

Sin embargo, las primeras estructuras de lo que hoy se sabe fue en realidad un área de 300 km² que incluía varios asentamientos conectados en medio de la densa selva fueron descubiertas a partir de la década del setenta del siglo XX.

Publicación del descubrimiento de la denominada ciudad perdida desarrollada en la cuenca alta del río Upano, en la provincia de Morona Santiago. Foto: TOMADA DEL ARCHIVO DE EL UNIVERSO

EL UNIVERSO publicó las figuras que formaban las estructuras halladas, que reflejan el mito amazónico del jaguar. El complejo incluye tres grandes grupos de pirámides de hasta cuatro metros de altura.

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La revista Science lo que hace es recopilar los resultados de varias investigaciones realizadas durante las últimas décadas, afirma Ahmed Deidán de la Torre, historiador de la Universidad de Texas y miembro del Instituto Panamericano de Geografía e Historia.

“El trabajo de campo y el análisis de detección y alcance de luz (Lidar) han revelado un paisaje antropizado (creado por el hombre) con grupos de plataformas, plazas y calles monumentales que siguen un patrón específico entrelazados con extensos drenajes y terrazas agrícolas, así como amplios caminos rectos que recorren grandes distancias”, resume el artículo de Science.

El arqueólogo Jorge Marcos, de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), señala que ya se conocía sobre la existencia de este complejo en la Amazonía ecuatoriana. “Lo que pasaba es que muchos de los arqueólogos más tradicionales, es decir, menos avanzados en estudios teóricos, mostraban a la Amazonía como un espacio de gente silvestre que era incapaz de construir algo”.

Esto pese a que las descripciones de los cronistas del siglo XVI recuperadas del Archivo de Sevilla, como el trabajo de Antonio Vásquez de Espinosa, narran sobre calzadas, terrazas, diferentes estructuras en las áreas amazónicas de Ecuador, Bolivia y en todo el alto Amazonas.

Otro de los problemas, dice Deidán de la Torre, es que al llamarla ciudad se tiende a pensar que corresponde al concepto urbanista europeo, como el modelo que impusieron los españoles cuando establecieron sus colonias en América, pero no es así como tal.

“Lo que fueron en realidad son múltiples asentamientos, de hecho, el artículo publicado en junio del 2023 en la revista (ecuatoriana de arqueología y paleontología) Strata describe al hallazgo como macroasentamientos, esto tiene más sentido porque no es una ciudad con un centro urbano como Quito, Guayaquil o Cuenca, sino que tiene una dinámica diferente, la forma de los centros precolombinos”.

Las excavaciones arqueológicas fechan la ocupación del complejo desde 500 a. C. hasta entre 300 y 600 d. C., es decir, hace unos 2.500 años. En ese periodo, estos macroasentamientos llegaron a tener en su pico hasta cien mil pobladores, la tercera parte de la población de Durán, en Guayas.

“Un paisaje monumental prehispánico en la alta Amazonía ecuatoriana: primeros resultados de la aplicación de Lidar en el valle del Upano” es el título de este artículo de la revista Strata, realizado por las arqueólogas Alejandra Sánchez-Polo y Rita Álvarez Litben.

La tecnología Lidar permite mapear a través de un láser un espacio determinado y fue usada en un proyecto arqueológico desarrollado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural en 2015.

“La población estaba dispersa en esta área de 300 km², era un espacio abierto con conexiones entre centros ceremoniales y urbanos”, dice Deidán de la Torre.

La misma revista Science indica que es “la mayor red urbana de elementos erigidos y excavados conocida en la Amazonía” y que “los datos de este estudio surgen de más de dos décadas de investigaciones interdisciplinarias en la región, cuyo alcance se amplió recientemente mediante el mapeo de detección y alcance de luz (Lidar) en un área de 300 km²″.

Arqueólogos descubren ciudades perdidas en la selva amazónica ecuatoriana

De la denominada ciudad perdida destaca un complejo sistema viario (conjunto de terrenos e infraestructuras destinadas a la comunicación y transporte de personas y mercancías por carreteras y caminos) que se extiende a lo largo de decenas de kilómetros, conectando los diferentes núcleos urbanos, creando así una red a escala regional.

¿Qué hacer tras concitar la atención mundial en torno a este complejo precolombino?

Una parte del complejo de centros urbanos y ceremoniales conectados entre sí que existió hace unos 2.500 años en el valle del río Upano, en Morona Santiago. Foto: STÉPHEN ROSTAIN

Desde la academia y la arqueología hay un sector con la visión de estudiar los sitios arqueológicos, hacer maquetas de ellos, tomar fotografías, pero sin tocar los espacios. Incluso tras investigar se vuelve a sepultar todo, señala Deidán de la Torre.

“Esta lógica se da porque si se da a conocer el lugar exacto aparecen los huaqueros, que son los que hacen huecos, se roban y luego venden lo que encuentran en el mercado negro, sean piezas arqueológicas o lo que sea que encuentren”.

Otro sector sí está de acuerdo con la adecuación del espacio para fines turísticos o preservación. “Todo esto se reduce a la falta de apoyo local y estatal. Esto último implica una gran inversión primero para solventar la dificultad de llegar a la zona”, añade Deidán de la Torre.

Con estos hallazgos se refuta la idea de que la selva es un lugar inhóspito y que era despoblado. En más de dos mil años estos territorios se modifican, un tiempo en el que la selva y la vegetación cubra todo lo que había. “Es un área que no era como hoy la vemos. Habría que ver cuáles fueron las causas que hicieron que las tres grandes etapas de las culturas del río Upano desaparezcan”, agrega el especialista.

La relevancia de estas investigaciones es que colocan a la Amazonía ecuatoriana en el mapa mundial científico como un área de desarrollo, como también lo es la parte norte de la selva peruana, brasileña y colombiana, dice Marcos.

“Con esto se da vuelta a una tortilla teórica en la cual se pensaba que la Amazonía era solo tierra poblada de cazadores recolectores muy silvestres, que no habían sido capaces de desarrollar ningún tipo de estructura”.

Un desarrollo temprano tan extenso en el alto Amazonas es comparable con los sistemas urbanos mayas similares descubiertos en México y Guatemala, señala la publicación.

De este redescubrimiento la revista Science plantea varias interrogantes: ¿Qué tipo de elementos construyeron los habitantes prehispánicos? ¿Los asentamientos eran contemporáneos y estaban conectados entre sí? ¿Dónde cultivaban los habitantes la gran cantidad de plantas necesarias para su subsistencia? (I)

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