Raquel Rodríguez-Gendry es uno de los rostros más visibles de los payasos humanitarios de Ecuador. Aunque los misterios del amor la llevaron a migrar a Estados Unidos y luego a Francia, no se ha desprendido de su nariz roja ni de su característico “pollo que la apoya” ni tampoco de la organización Narices Rojas, que fundó hace 18 años.

En Estados Unidos colaboró con una investigación para niños con cáncer y en Francia se integró a los clowns; en estos dos países tuvo que superar las barreras del idioma y la cultura. A los 19 años fue diagnosticada con miastenia grave, una enfermedad rara e incurable que recientemente la tuvo delicada, pero dice que un payaso humanitario se entrena para transmitir positividad, amor, apoyo, y todo esto la ayuda a ella también.

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Raquel llegó al pódcast Entre Dos como Raqueta, el personaje que va a los hospitales u otros lugares vulnerables a cumplir la misión de un clown, y juntas revelaron su historia.

Cuéntame a qué se dedica la fundación Narices Rojas.

Bueno, somos una organización sin fines de lucro que trabaja en lugares vulnerables, hospitales, ancianatos, escuelas especiales, zonas de crisis, todo lugar donde un payaso pueda llegar con su sonrisa, con su humor, con su amor, y entregárselo a los demás.

¿Es un payaso humanitario, un payaso hospitalario? ¿Qué es?

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Eso te lo puede contestar quizás mi adulta responsable, Raquel Rodríguez Gendry. ¿Te parece?

Me parece muy bien.

Entonces, aquí ya estoy yo misma con mi personalidad. Hay tantas y tantas cosas que dicen de los payasos humanitarios, de hospital, comunitario... Hay muchas formas de denominar a un payaso que va a un sitio vulnerable a transformarlo, a atenuar la tristeza de ese espacio, a llenarlo e influenciarlo positivamente. Entonces sí, se le puede llamar de diferentes nombres, pero la misión es... Imagínate una sala gris y el payaso transforma ese espacio y lo llena de luz, de color, de amor, de juego. El payaso se entrena para desarrollar habilidades y poder hacerlas en estos espacios; por ejemplo, malabares, magia, canto, música. O sea, todas las habilidades que pueda desarrollar para ponerlas al servicio de la labor.

Raquel, cuando tenías 19 años, sufriste una enfermedad crónica que es incurable. Te tocó estar dos meses en el hospital. ¿Es ahí donde nace esta iniciativa o cómo nace la iniciativa?

Sí, bueno, efectivamente, a los 19 años, así chiquita, pues con todos mis sueños, que yo quería ser actriz y llegó una enfermedad rara, entonces a veces puede pasar que estás sintiendo los síntomas y no sabes qué es, como me pasó a mí, un año sin diagnóstico. Entonces, se me cayó el párpado, veía doble, no podía tragar y tenía un cansancio generalizado brutal; o sea, subir una escalera ya era como subir al Everest; era impresionante. Entonces, como era de los ojos, fui a oftalmólogos, oculistas; después pensaron que era cualquier cosa. Estuve un año sin diagnóstico hasta que por fin un neurólogo me dijo: “Esto no es nada oftalmólogo; es algo neurológico”. Entonces me hizo los exámenes pertinentes y, ¡oh, sorpresa!, myasthenia gravis, que es una enfermedad crónica degenerativa a los músculos, y la opción que me daban en ese entonces es que me opere, que haga una operación a corazón abierto que se llama timectomía, porque era el timo, la glándula que da la información inmunológica, que se había hipertrofiado. Entonces, yo tenía un tumor como del tamaño del puño de un niño de cinco años. Entonces, antes no había laparoscopía, así que me cortaron los intercostales, me abrieron como gallinita, me sacaron el tumor y me volvieron a unir eso con grapas. Entonces estuve, de esos dos meses y pico, siete días en terapia intensiva. Y la verdad, bueno, lo viví en carne propia: se moría el uno, se moría el otro y yo decía: “Ay, Dios mío, ya mismo me toca a mí”. Bueno, no sucedió. Gracias a Dios, no tuve remisión completa, porque era una de las posibilidades: que haya remisión y que se desaparezca la miastenia. No sucedió así. Tomo pastillas de por vida.

¿Cuál es la situación de salud ahora de Raquel?

Ya, bueno, ahorita, por ejemplo, he estado muy delicada de salud. Justamente por eso vengo al país, para hacer todos mis tratamientos habidos y por haber. He tenido algunas recaídas, pero, bueno, la verdad es que el optimismo, la idea de poder seguir adelante, de seguir sirviendo y seguir al pie de la letra los tratamientos me mantienen ahorita con una pastilla. Y, bueno, espero en algún momento dejar de tomar estas pastillas, porque tienen todas estas efectos secundarios, porque es una droga al fin y al cabo.

Raquel Rodríguez-Gendry: ¡A reprogramarse en positivo cada día!

¿Y cómo decides ser clown?

Por el año 2003 viajo con Angelita Arboleda. Nos fuimos a Argentina para poder estudiar narración oral y resulta que hicimos paradas, entonces, en Lima, Perú. ¿Te acuerdas de Pataclaun? Eso te estoy hablando hace años. Entonces, yo vi uno que se llamaba Carlín. Yo me enloquecí. Entonces hasta le dije: “Ay, por favor, dame la dirección de donde están”. Me dijo: “Ya no estoy en Pataclaun; estoy en Bola Roja”. Entonces, bueno, apunté la dirección, fui y, al llegar, vi en las paredes: “Payasos que iban a los hospitales”. Yo hice clic: me hubiera encantado que un payaso vaya a visitarme, porque realmente uno la pasa muy mal. Entonces, Wendy Ramos, que era la líder, ya cerró la organización de este espacio... Bueno, hablé con ella, me permitió estar de oyente ahí y poco a poco yo fui gestionando para que en el 2006 venga Patch Adams, que era muy amigo de ella; me comunicaba por fax. ¡Puedes creer!, tuve que comprarme un fax...

Muchos de los que nos están viendo seguramente no saben qué es un fax.

Oh, no sé, qué increíble. Y entonces, porque él en ese entonces no tenía mail, solamente me podía comunicar con él por medio del fax. Entonces, pues, a comprar el fax. Yo no tenía bien ubicado quién era, pero vi la película. Entonces dije: “¡Wao!, a él como padrino hay que traerlo”. Trajimos a Wendy Ramos, a la fundación Doctora Clown e hicimos el primer Encuentro Internacional de Clown de Hospital allá por el año 2006.

¿Con cuántas personas empezaste?

Empecé con 20 personas, de las cuales hemos capacitado más de 250 voluntarios.

¿Cuántos están activos como voluntarios para visitar los hospitales, orfanatos, ancianatos?

En el chat, 50; y activos, así activos, 20. Mi sueño ahora después de que somos mayores de edad es tener un staff, es lograr sustentar como en otros lugares, como en Estados Unidos, que yo, pues, me contrató la Universidad del Sur de California para hacer una investigación de 60 niños con cáncer, y medían la sangre antes de la intervención lúdica y durante, entonces te digo. Y en Francia también, pues tengo honorarios por hacer el trabajo, sin perder la esencia, sin perder este deseo de apoyar la salud emocional en lugares vulnerables.

Gracias gracias gracias Ursula Strenge Chavez eres luz para el mundo. Te amamos con toda nuestra nariz !!!!

Posted by Raquel Rodríguez - Gendry on Saturday, August 10, 2024

Estamos en Entre Dos con Raquel Rodríguez, una clown muy querida en el Ecuador. Y, bueno, también pasó fronteras, llegó a Estados Unidos. ¿Llegas por amor? Cuéntanos un poquito.

¡Esa es buenaza!, porque Sebastián Gendry llega al país por medio de... Yo me metí también esto de la yoga de la risa. Entonces, mi compadre de la risa, Ricardo Llorente, me dice: “Oye, voy a traer un maestro que tiene un nuevo método que se llama laughter wellness, de bienestar, alegría. ¿No quieres participar? Es una maestría de siete días ahí en la playa”. Yo le digo: “Uy, compadre, yo no tengo mucho tiempo, usted sabe, la fundación, el teatro... No sé, puedo ir tres días”. Bueno: “Oye, ayúdanos con algunas cosas”. Y le respondí: “Ya, no te preocupes”. Ayudé y, como yo vi la foto de él canoso, yo dije: “Hay que ayudar al viejito que viene” (ríe con ganas). Resulta que por esas casualidades de la vida yo llegaba de la feria del libro, de una presentación como payasa allá, y yo llego al aeropuerto, avanzo hasta el Uni Park y, entonces, le digo a este señor Gendry: “Bienvenido”. Y él me dijo: “Ya bajo”. ¡Uy, Dios mío!, pero si yo solamente era que le daba la bienvenida. Bajó al mezanine y, cuando lo veo, ¡medía 1,93!, y yo tuve que mirar hacia arriba.

¿Y tú cuánto mides?

1,53 o 1,54, no más. Terrible. Yo no lo podía mirar a los ojos porque realmente me daba pena. Yo me enamoré desde el primer momento que lo vi así, así, literal. Y yo con cualquier excusa lo buscaba: “Bueno, mire, voy a ver al gerente para que lo conozca, que no sé qué”. Bueno, nada, ya de ahí llegaron otras personas y ya me tranquilicé un poco, pero la sensación que tuve fue... Y después de unos años, esto tengo que decírtelo, después de unos años que ya fuimos enamorados me dice que, cuando él iba bajando el ascensor, tuvo el sentir de que iba a conocer a la mujer de su vida, y como me vio baja se dijo: “No, no, esa no es”, y me borró del mapa.

¿Por qué?

No sé, pero mira, ahí está, los dos realmente nos complementamos, él como creador de ese método. Bueno, no me quedé solamente los tres días, sino los siete, la vida entera. Es un ser humano extraordinario que también trabaja para la humanidad, para poder fortalecer la salud emocional con su método. Y bueno, estoy muy contenta de fusionar mis actividades, mis capacitaciones con este método tan valioso y que resulta.

Cómo decides trasladar tu residencia a Estados Unidos, donde vivía Sebastián.

Fueron dos años así, de mi enamoramiento. Cinco veces yo fui; cinco veces él vino. Y la verdad, tú sabes que en la frontera cada vez hacían más problemas, pero en el 2015 yo ya me tenía que regresar, y me dijo: “No te vayas. Casémonos”. Y yo dije: “¡Wao!”. Y, bueno, ya nos decidimos a emigrar.

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Y cómo decides luego ir a Francia.

Esa fue una decisión muy hermosa también porque, después de la pandemia, todo era online. Mi hijo, mi hijastro, mi hijo terminó la secundaria. Entonces sus abuelos lo invitaron a que perfeccione su francés, que le pagaban la universidad, y Sebastián se encargaba de la alimentación, el hospedaje, etcétera. Entonces ya se iba, el chico lo decidió, y yo le digo: “Oye, Sebas, y él se va. ¿Y si nosotros nos vamos?”. Me dice: “¿Estás segura? ¿Tú te podrás acostumbrar?”. “No sé. ¿Y si lo intentamos?”, alegué. Entonces fui yo la que abrió la bocota para otra vez empezar el proceso del idioma, de las costumbres, de la cultura... Pero bueno, te puedo decir que valió la alegría, que estamos muy contentos, que es una nueva vida, porque ahora vivo en el campo, con los animalitos.

Y te has mantenido en permanente contacto con la fundación en Ecuador; nunca rompiste.

No, absolutamente. O sea, yo dizque les decía: “Voy a tomarme un año sabático”, pero jamás me lo tomé. Aunque hay un equipo maravilloso que ha continuado ininterrumpidamente trabajando en lugares vulnerables. Cuando fue la pandemia, a mí me entrenaron allá en Estados Unidos para hacerlo virtual. Entonces, yo inmediatamente trasladé todos los conocimientos, hicimos virtualidad también un año y así pudimos sostener un poco a la comunidad. Entonces, todo para mí siempre es perfecto. Ahora estoy también trabajando como payasa de hospital allá y tengo un grupo y hemos hecho presentaciones.

¿Cómo haces con el idioma allá?

Uyyyy, si tú me vieras. Eso es un chiste.

Raquel Rodríguez, fundadora de la fundación Narices Rojas, cuenta que en 18 años en Ecuador han llegado a más de 360.000 personas. Foto: Jorge Lozada

A ver, a ver, ¿cómo es eso? Cuéntame.

Mira, por ejemplo, para decirte algo: ya hice mi A1, A2; estoy en el B1, que ya tú puedes ahí articular medias palabras, pero el idioma es complicado. Entonces, vamos al hospital con mi dupla de allá, que se llama Virginia; entonces, por ejemplo, je peux es ‘yo puedo’, pero yo decía je pue (ye pu) para abajo, que significa ‘yo apesto’. Entonces, imagínate no más cómo me va. Pero voy gestionando mis propias emociones, porque es difícil vivir en un país en el que entiendes poco, ¿no?, y que te tienes que comunicar. Pero, bueno, pasito a pasito, Dios me ha bendecido que hay clowns allá, que yo pensé que no iba a ser en largo tiempo. Ahí, ahí, en el mismo lugar donde yo vivo, hay una asociación y que me pagan, que yo diría es una bendición. Entonces, bueno, todo es perfecto.

¿Y qué pasó con la investigación en la que estabas colaborando en Estados Unidos?

A lo que vino la pandemia, ese estudio de investigación cerró.

¿Quedó inconcluso?

Quedó inconcluso porque solo éramos Raqueta y otro payaso; solo éramos los dos autorizados para hacerlo. No sé si continuaron con la investigación. En todo caso, si tú gugleas, la verdad es que está científicamente comprobado que la intervención de los payasos bien llevada, con metodología, con profesionalismo, pues, funciona, ayuda a la salud emocional, a la estabilidad, también a la relación paciente-doctor; porque nosotros, como vamos como con batas, entonces realmente beneficia a la relación también con los padres. Todo alivia, atenúa la tristeza. Entonces, lo llena de buena vibra y hasta así los medicamentos surten más efecto, porque estoy tranquilo, relajado, no estoy comprimido, sino que la risa hace ja, ja, ja, ja, ja y entonces te relaja. Todo es importante para mantener una buena salud.

Raquel, a lo largo de este tiempo, ¿están haciendo un trabajo conjunto con tu esposo, la fundación que él dirige y la tuya o el trabajo que tú desarrollas?

Claro que sí. Yo he fusionado todo porque... Aquí te digo lo que pasó. Yo al principio, antes de tener todas las técnicas y las herramientas del método de laughter wellness o de bienestar alegría, que es en español, mis payasos como que no gestionaban sus emociones y yo no quería tener payasos tristes, pues ¿cómo van a ir tristes o con con tanto dolor? Hay que gestionarlo, hay que trabajar en ello y subir las energías. Entonces, lo he fusionado. Ahora dentro de la malla académica, o sea, hay el módulo del método de bienestar y alegría. Ellos incorporan estos ejercicios, estos juegos, tanto a nivel personal como para poder trasladarlos a a la comunidad. Entonces, son como las dos cosa fusionadas.

¿Y cómo gestiona sus emociones Raquel, porque, como todo ser humano —y tú decías que mantienes el tema de la salud, que está en cuidado permanente—, como toda persona, seguramente tendrás ciertos problemas, tendrás preocupaciones? ¿Cómo gestionas tus emociones?

Yo una vez puse en el Facebook que me siento triste, cansada. Y me respondieron: “Usted es la alegría viva. Usted no puede”. ¡Claro que puedo! Soy humana. Claro que puedo. Y es bueno abrazar todas las emociones. Mis defensas son bajísimas, y en la pandemia, si me daba COVID, realmente yo iba a estar en problemas. Entonces, ¿qué pasó? O sea, yo me asusté; me asusté mucho. Pero esta nariz roja, esta nariz que te voy a dar aquí, esta nariz roja me salvó, salvó la vida. Empecé a trabajar con los voluntarios y empezaron a subir mis energías. Empecé a concientizarme, a enfocarme en lo que había, en lo positivo; no en el temor, en el miedo, en esa incertidumbre que había. Y ahí logré regularme y en familia también.

¿Cómo te contienes para no llorar ante un niño que está en muy mala situación de salud o ante un momento doloroso de terceras personas pero que finalmente afectan?

Claro, claro, es que uno es humano al fin y al cabo. Entonces, te hablo por mí y también por algunos de mis payasos. O sea, uno se entrena, se entrena para poder. En tu cabeza tú sabes que vas a hacer un bien mayor y no me conecto con la pena, sino con la compasión, con el amor, con el hecho de que estoy aquí para ti, para sostenerte, para darte aliento, para darte mi mensaje de esperanza a través de lo que soy, a través de lo que tengo, mis habilidades, la música; te canto, te cuento historias, juego contigo, atrapo la parte sana que tienes y con esa trabajo. Y, obviamente, o sea, una vez falleció un niño en el momento que estábamos en la intervención, y fue duro para todos, porque nos sacaron rápidamente. Y después que terminamos la vuelta regresamos y la señora estaba con el esposo llorando, gritando, y entonces una de las payasas que había estado en esa sala me dice: “¿La abrazamos?”; yo le digo: “Bueno, si ella quiere, está bien”. Entonces fue ella, la que había atendido esa sala, quien le extendió los brazos y ella la abrazó. Entonces dijo: “Bueno, OK, entonces vamos a intervenir”. Y el esposo nos preguntó: “¿Pueden quedarse con ella un ratito, que yo voy a hacer los trámites?”. Imagínate.

Imagínate que también son capaces de llevar consuelo en un momento de dolor, y eso se agradece. Raquel y Raqueta, gracias por compartir sus vivencias.

Gracias, gracias, gracias por este espacio. Gracias por la oportunidad que nos dan de contarles que existimos, que durante 18 años hemos llegado a más de 360.000 personas. Corazones encendidos dándoles esperanza, amor. Y recuerda, recuerden todos los que me están escuchando que, a pesar de todas las situaciones, siempre con una sonrisa es mejor.