El exmandatario roldosista Abdalá Bucaram Ortiz se considera un hincha de corazón del Barcelona Sporting Club, así que asistió gustoso a la ceremonia de traspaso de los lotes de la Junta de Beneficencia de Guayaquil en los que se levanta el estadio Monumental Banco Pichincha, la ‘casa’ del equipo, y a la que fue invitado por Carlos Alfaro Moreno, presidente del club, y el alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez, de las filas del correísmo, quien fue su vicepresidente.

Este último, no obstante, sí le advirtió que también estaría el exalcalde de la ciudad, el socialcristiano Jaime Nebot, quien es presidente vitalicio del equipo.

Entre los dos existe una rivalidad política histórica que llegó a su punto más alto entre 1996 y 1997. Ambos se enfrentaron en la segunda vuelta electoral de 1996, en la que Bucaram ganó la Presidencia de la República. Pero cuando apenas tenía siete meses en el poder fue destituido por el Congreso Nacional, que declaró su incapacidad mental. Los votos vinieron, principalmente, del Partido Social Cristiano (PSC).

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Bucaram le dijo a Alvarez que no se preocupara, que si tenía que saludarlo lo haría con respeto porque no es vengativo. Y no solo que se saludaron estrechando sus manos, sino que hasta se abrazaron ante el pedido de la hinchada barcelonista que asistió al evento.

El expresidente cuenta a EL UNIVERSO cómo se dio este encuentro que, según aclara, no es una reconciliación política, sino un acercamiento protocolario parecido “al de Bolívar y San Martín” a pedido de los barcelonistas.

“Barcelona nos unió, pero uno no puede decir ‘De esta agua no beberé’, más que nada ahora, que las circunstacias del Ecuador son tan delicadas y difíciles”, señala. Aquí su relato.

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«El alcalde Aquiles Alvarez me invitó a este acto. Luego me llamó Carlos Alfaro Moreno. Ellos son dos seres humanos a los que quiero muchísimo, de las personas que más aprecio, de los amigos que nunca fallan. Tratándose de Aquilito, que es nieto de don Aquiles Alvarez Lértora, que fue un empresario que me apoyó tanto, que me ayudó tanto para que sea presidente de la República, no me podía negar. Pero más que nada porque se trataba de Barcelona y de un hecho histórico, que es la entrega de las escrituras de los terrenos de la Junta de Beneficencia, proceso en el que yo participé.

»Yo le dije a Aquiles que no era necesario que la Junta le entregue las escrituras, porque yo legalicé eso cuando fui alcalde de Guayaquil en 1984-1985; pero claro, como esas escrituras salieron en la alcaldía de Bucaram, la Junta de Beneficencia podría presentar algún día algún reparo y necesitaban ser notarizados. Porque hubo una pelea en esa época sobre de quién eran los terrenos, y yo sostenía que eran municipales, pero la Junta de Beneficencia se había adueñado siempre de todo Guayaquil.

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»Yo recuerdo el día en que Isidro Romero me fue a pedir algunas hectáreas. Yo le dije: “No pidas eso. Pide el doble; se trata de Barcelona. Pide todo”. Y así lo hizo. Ahora Barcelona tiene 260.000 m², son 26 hectáreas, que es un gran patrimonio, que le da mucha solidez al club, porque ahora tendrá algo con qué pedir préstamos y tiene una garantía muy fuerte. Para mí era muy importante ese momento, porque me considero uno de los gestores, con Isidro Romero, de la construcción del estadio de Barcelona.

»En el gobierno de León Febres-Cordero se dieron 400.000 dólares, que no significaban nada en esa época; eran como comprar diez suites. Alfredo Gregor (ingeniero que construyó el estadio) y Víctor Hugo Sicouret (exministro de Bucaram) empezaron a vender 400 suites; ahí eran ya $ 16 millones. Con eso fue que construyeron el estadio: con los terrenos que Abdalá les dio y aplanó y el dinero que recogieron Gregor y Sicouret. No voy a negar que tuvo una relativa importancia lo que dio la Presidencia de León. Lo importante es que todos éramos barcelonistas y logramos sacar adelante esta joya que tenemos como estadio.

»Para mí era importante asistir. Aquiles estaba preocupado; me dijo: “Presidente, pero ahí van a estar Jaime Nebot e Isidro Romero”. Mira, yo no guardo rencores, no tengo odios. Los enemigos del pasado me los he tirado atrás; como dice (Pepe) Mujica (expresidente de Uruguay), los he guardado en una mochila, porque no puedes transitar por la vida queriendo despedazar a toda persona que te ha causado un daño, aunque te haya dado un golpe de Estado. No sirve de nada, no se gana nada viviendo en el pasado... Soy un hombre profundamente humano y noble; soy un hombre de paz. Le dije que no tenía problema en darle la mano si esa era su preocupación. Entonces, Aquiles me dijo que la intención de él era buscar los reencuentros, las amistades, la unidad..., porque anda con ese discurso, que es una posición buena y noble, y eso lo respeto.

»Y así fue. Lo llame a Beto Alfaro para preguntar cómo debía ir vestido, porque me molesta el terno, el esmoquin. Él me dijo: “Presidente, vaya como usted quiera”.

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»Así que fui con una camisa amarilla pese al enfurecimiento de Jacobito, que fue con terno. “Pero papá, hay que ir con terno, con colonia”. Nooo, yo soy muy sencillo, pero creo que se me veía muy gordo.

»Primero estuvimos en unos salones debajo del escenario. Yo estaba de un lado con los futbolistas. Era una cosa maravillosa. Estaban Manolo Uquillas, Víctor Epanor, Pepe Páez, Chanfle Muñoz, Coronel, Clímaco Cañarte. Era mi gente, porque yo jugaba pelota con ellos.

»Jaime estaba del otro lado, con las autoridades y la directiva del Barcelona. Luego se dio una vuelta para saludar con ellos y nos dimos la mano.

»Subimos al lugar del acto y nos sentamos en unos muebles que habían puesto debajo de la tarima. Luego me dijeron que, si yo gustaba, me bajaban el acta para que yo firme sentado, porque ando con el bastón, porque aún no termino de recuperarme de la operación de la prótesis de la rodilla y aún estoy cojeando. Pero yo dije que sí subiría. Me puse al lado de Aquiles; al otro lado estaban Jaime y Carlos Alfaro Moreno.

»Cuando pasaban el video de los que ayudaron a construir el estadio, sentí que me daban un mérito importante, mezclado con los goles futbolistas, aunque pienso que faltó nombrar a Alfredo Gregor.

»Y sí le dije eso a Aquiles: que faltaba Alfredo Gregor. Entonces, Nebot comentó que, en efecto, Gregor debió haber sido mencionado.

»Entonces ya la gente empezó a gritar: “¡Abrácense, abrácense!”. Por ahí gritaban: “¿Y ahoraaaa?”.

»Primero firmó Jaime, luego yo. Había mucha alegría en la afición. Y volvieron a gritar: “¿Y ahoraaaa! ¿Y ahoraaaa!”... Y yo, como no tengo que respetar el protocolo para aparentar ser un caballero, no me aguanté y grité: “¿Y ahoraaaa! ¿Y ahoraaaa!”. Y todo el estadio aplaudió. Me dio gusto, como lo veo en las fotos, que también el abogado Nebot sonrió.

»Ya cuando íbamos a bajar, hubo mucha gente que gritaba: “¡Abrácense!”. Entonces le digo: “Aquiles —estando Jaime al lado—, están pidiendo que nos abracemos”. Jaime se rio y nos abrazamos. No fue un abrazo tan cercano, pero nos abrazamos.

»Con Nebot no es que hubo un diálogo personal, no es que hubo una conversación, ni entablamos amistad, ni cruzamos números de teléfonos. Fue como el abrazo de Simón Bolívar y San Martín y ya.

»Que todo el país esté hablando de este abrazo es cosa de nuestra cultura folclórica que le da importancia a estos hechos. Yo me acuerdo cuando saludé con Febres-Cordero. Él como presidente, yo como alcalde, en 1984. Y al darnos la mano había cuatro millones de cámaras tirando flashes. Entiendo el valor que la gente le da por las luchas históricas de los dos, la alegría que le dio a la hinchada de ver a dos líderes políticos barcelonistas que estaban en la tarima dando un ejemplo de desprendimiento, de madurez...

»Si yo fuera un hombre de venganzas, cuando yo estaba exiliado en Panamá, a la semana tuve que haber tenido diez Cherres o diez Villavicencios, pero yo no soy así, ese no es mi espíritu. Soy un hombre violento de palabra, pero soy incapaz de hacerle daño a nadie. Tendría razones, porque me pusieron la droga, porque me mandaron al segundo exilio, al tercero, al cuarto, cuando me hicieron el golpe de Estado en la camioneta. Para mí hubiera sido fácil desde Panamá pagar diez mil dólares a un sicario para acabar con mis adversarios, pero yo no soy así. Y Nebot lo sabe, y Febres-Cordero lo sabía. Conmigo se conversa, no se da bala. Yo converso con el más grande enemigo, hasta con el infierno, porque solo dialogando se pueden solucionar los problemas del país.

»Barcelona es capaz de todo porque es el corazón de la patria. A Barcelona no se le falta el respeto. Por eso, el señor Nebot y el señor Bucaram nos dimos el abrazo que pidió la afición». (I)