El 4 de septiembre, el 61,9 % de los chilenos rechazó el proyecto de nueva constitución para cambiar la vigente desde 1980, aprobada en la dictadura de Augusto Pichochet, y solo un 38,1 % de los 13 millones de votantes apoyó la nueva propuesta de 388 artículos. Juan Velasco, analista internacional ecuatoriano radicado en Chie, explica que el apoyo a la propuesta de constitución fue de la mano del respaldo que tiene en estos momentos el presidente Gabriel Boric, un factor que puede ser crucial también para la propuesta de consulta popular que está impulsando Guillermo Lasso en Ecuador.

Estas son las preguntas del referéndum impulsado por el gobierno de Guillermo Lasso

¿Qué ocurrió en el país para que haya triunfado el rechazo y se origine un resultado tan opuesto al de octubre de 2020, cuando más del 79 % de la población dijo que sí quería una nueva carta magna?

Ocurrieron varios elementos. Por un lado, casi cuatro de cada cinco chilenos votaron por una nueva constitución en octubre de 2020, como resultado de las movilizaciones sociales y el proceso que se abrió desde noviembre de 2019. Pero eso no significaba que estuviera claro qué tipo exacto de nueva carta magna quería la mayoría (...). Luego, la elección de convencionales: por el diseño propio de dicha elección (incorporación de independientes y escaños reservados), significó que la centroizquierda y la izquierda tuvieran, sumadas, mayoría absoluta, siendo que Chile históricamente ha sido un país con una derecha y centroderecha cercana al tercio, y una base importante de voto de centro. La composición de la Convención no guardaba relación directa con la estructura de votación histórica, y eso implicó que los convencionales sintieran que podían implementar cambios radicales (...). A eso se sumó una especie de percepción de que lo que se redactaba tomaba la forma de una revancha respecto de la derecha y el establishment institucional (...). Si uno hace una valoración real, se introdujeron muchos avances, como por ejemplo reconocer al país como un Estado democrático de derechos, e introducir buena parte de esos derechos en el marco de las demandas sociales propias del siglo XXI como necesarios. Pero las formas y algunos fondos fueron difíciles de digerir para las mayorías históricas.

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Por otra parte, el Gobierno del presidente Boric se la jugó por el apoyo a la nueva carta constitucional. Este apoyo se dio en un contexto en que la creciente inflación, el nivel de conflictividad respecto de la delincuencia y la situación en la Araucanía hicieron que el apoyo al Gobierno se haya debilitado rápidamente. Curiosamente, la mayoría de los chilenos estaba a favor de una especie de punto intermedio entre rechazar y aprobar. La mayoría iba por que se modificaran algunos aspectos de la propuesta constitucional (...), que en el fondo implicaba una propuesta constitucional más moderada y conversada. Por ello, la mayoría de actores sabe que el proceso continúa. Lo que se desconoce es cómo exactamente es ese camino.

El rechazo que sufrió la nueva constitución, ¿cómo deja al Gobierno del presidente Gabriel Boric?

Por lo dicho, el Gobierno es el gran perdedor. En parte porque se jugó por la propuesta pensando que la elección de segunda vuelta presidencial (que ganó con una amplia mayoría) implicaba necesariamente un apoyo al trabajo de la convención constitucional. El actual Gobierno es un conglomerado que tiene un ala más de izquierda (Frente Amplio, Partido Comunista), que iba por la visión más refundacional de la nueva constitución, y otra más de centroizquierda (socialistas, PPD), que representan la visión de reformas más graduales. El gran derrotado fue el primer grupo (al que pertenece el presidente Boric), y eso significó, necesariamente, un reacomodo del Gobierno con el reciente cambio de Gabinete, que le da más protagonismo al segundo grupo.

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¿Considera que el resultado del plebiscito chileno es muestra de que en este tipo de mecanismos la ciudadanía de países como los de la región vota en función de la simpatía que tiene por el presidente de turno?

Efectivamente, hay un componente crucial de apoyo a la gestión de los Gobiernos. De hecho, en el caso chileno, el apoyo a la propuesta de constitución como al presidente Boric fueron de la mano. Eso ocurrió en Ecuador con la Constitución del presidente (Rafael) Correa cuando él gozaba de mucha popularidad. Y otro tanto de otras experiencias en varios países de la región en las últimas décadas. En regímenes presidencialistas exacerbados como los nuestros, el apoyo o desafecto a los presidentes siempre será un factor crucial.

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En Ecuador, el Gobierno del presidente Guillermo Lasso dará a conocer las preguntas de la consulta popular que se prevé realizar en los próximos meses. ¿Cree que pueda ocurrir lo mismo que en Chile y que la actual baja aprobación del presidente se refleje en el resultado?

Por lo dicho en el punto anterior, por supuesto. Hacer propuestas de consulta popular con un bajo apoyo es casi que llevar a que la gente opine mal sobre la gestión, lo que se reflejaría en un voto contrario a las propuestas. A eso se suma la poca capacidad de este Gobierno para generar mayorías en la Asamblea. Lo que, sumado al sentido de oportunidad que ve la oposición para oponerse a cualquiera sea la propuesta, por el hecho de debilitar más al Gobierno, genera el caldo de cultivo para que la idea de introducir reformas no llegue a buen término.

Como antesala a la consulta popular en Ecuador, ¿qué puede hacer el Gobierno para evitar un fracaso como el que experimentó Boric?

Un aspecto importante, dado que no tiene mayoría, es consensuar con una parte mayoritaria de la oposición los contenidos de las propuestas. Este aspecto sería vital. Lo otro es calibrar bien el sentir ciudadano respecto de las propuestas. En la medida en que se insuma mucho tiempo en conversar y escuchar, se puede llegar a mejor puerto.

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En caso de que se presente un escenario similar al chileno en Ecuador, ¿considera que el Gobierno de Lasso podría quedar más debilitado? ¿Y en qué debería concentrar sus esfuerzos en ese momento?

Sin duda que quedaría muy debilitado. Una derrota sería no solo debilitar más al presidente Lasso; sería exacerbar las posiciones de la oposición para dificultar las acciones del Gobierno. Si de por sí la posición del Gobierno es débil, aumentar dicha debilidad puede profundizar la inhabilidad del Gobierno para gobernar, y además posibilitar que el Gobierno no pueda terminar su periodo en el tiempo previsto. (I)