Don Máximo Ochoa trabaja en Galápagos Institute of the Arts and Sciences, más conocido por sus iniciales como GAIAS; perteneciente a la Universidad San Francisco de Quito, USFQ. Durante mi última estadía en las islas, don Máximo logró reconocerme. Detrás de esta calva y de estas libras de más, él pudo ver al adolescente que algunas ocasiones fue a parar en el Gran Hotel San Cristóbal, y que con frecuencia se apoderaba de un cuadrón para deambular por todo Puerto Baquerizo Moreno.

Sobre el lote donde estaba el Gran Hotel San Cristóbal se construyeron posteriormente el GAIAS y el Galapagos Science Center. Don Máximo pasó de trabajar del hotel a la universidad. Es una persona que me confirmó algunas inquietudes que me surgieron al comparar el Galápagos que conocí en mi adolescencia con el que ahora visito por mi trabajo. Hay especies de aves que ahora ya no encuentro con la misma facilidad que antes. El piquero enmascarado y la gaviota de lava solían ser vistas con mayor facilidad antes. No he visto ninguno desde hace 5 años. Lo mismo me ocurre con los petreles. Puerto Baquerizo solía estar infestado de lobos marinos; ahora siguen presentes en la ciudad, pero su número se ha disminuido dramáticamente. Algo parecido ocurre con las iguanas marinas en Puerto Ayora. Irónicamente, pude ver más piqueros patas azules y lobos marinos el año pasado, en Salinas; cuando llevé a mi familia a ver ballenas jorobadas, en las afueras de la vieja Shit Bay.

No creo que la presencia humana sea el único factor que esté produciendo estos desplazamientos de los animales, pero sí creo que sería interesante poder estudiar en qué porcentaje las actividades humanas en el archipiélago –incluyendo el turismo– han aportado a este tipo de cambios de comportamientos en el reino animal.

Se debe entonces buscar formas que permitan que la vida humana en Galápagos no afecte al patrimonio natural del que tanto dependen, sin que esto signifique alguna especie de reprensión a la cotidianidad de los galapagueños. Luego de una breve presentación que realicé en el Tercer Simposio sobre Investigación y Conservación en Galápagos, uno de los presentes me preguntó cómo se puede conseguir “nuevamente un equilibrio, en el cual el hombre esté por encima de la naturaleza”. Compartí con él mi opinión, sobre cómo muchas de las estrategias ambientalistas no funcionan, precisamente por no estar hechas para la naturaleza del ser humano. El ambientalismo que reprime de manera expiatoria debe ser reemplazado por uno que resulte atractivo para todos, que no nos haga sentir censurados. Hasta que el estilo de vida no se vuelva deseable, las cosas seguirán empeorando en las islas. Mi esposa me fue a visitar en esta ocasión a Puerto Ayora, y la cantidad de turistas y negocios le resultó abrumadora. Llegó incluso a compararla con lo que era Montañita, hace una década.

Galápagos no solo tiene el potencial de mostrar sus únicos ecosistemas. Puede convertirse en el lugar donde se dé un verdadero equilibrio entre humanos y naturaleza, unos al lado de los otros; sin imposiciones ni exclusiones.(O)