Hace pocos días, María Alejandra Muñoz fue posesionada como vicepresidenta, pero luego de su ponencia, los comentarios versaban mayoritariamente sobre su arreglo y vestuario. En contraste, no recuerdo ningún comentario sobre peinado o corbata del vicepresidente anterior. ¿Hasta cuándo seguimos fijándonos en esas minucias cuando el representante político es mujer?

Quisiera saber por qué en política, cuando es el momento de juzgar a un hombre se basan en sus acciones y decisiones, pero de ser mujer, las variables de juzgamiento incluyen peso, maquillaje, novios, esposos actuales o pasados, si ha tenido hijos o no, vestuario y postura religiosa. Parece que la vida personal de los hombres en política siempre será irrelevante, tanto así que en caso de ser mujeriegos, se desestima el tema llamándolo “leyendas urbanas, chismes o envidia”, pero cuando la protagonista es mujer, los comentarios son lapidarios.

Por tanto, indistintamente del género creo que la vida personal es privada, pero debe valorarse a quien logra ser fiel en lo que predica. La coherencia practicada en privado se replicará en público, tema que se vuelve relevante ahora, donde cada semana hay un nuevo precandidato. Tenemos desde los delfines peleando por ser el ungido, hasta los autoproclamados elegidos por el pueblo con el burdo discurso donde con palabras más, palabras menos, aseguran que tienen la fórmula mágica para sanar, levantar y reconstruir el país, pero obviamente, esta maravilla solo será revelada cuando tengan la banda presidencial cruzándoles el pecho.

Hay un descarado despliegue de arrogancia y vanidad. Es verdad que todos tenemos el derecho de pretender la presidencia, pero cuando los precandidatos repiten la muletilla de que han aceptado este desafío empujados por “el espíritu de servicio” provoca recordarles que también se puede servir desde el sector privado y sin necesidad de ser político. Además, me inquieta la poca presencia femenina, ¿dónde están las mujeres?

Encuentro hasta ahora solo una, quien está preparada académicamente, ha trabajado en sector público y privado, se la conoce por hacer labor social desde que era adolescente, promueve el desarrollo de jóvenes y cuenta con números que la favorecen por encima de sus compañeros, sin embargo, debe ajustarse a la normativa y seguir trabajando hasta que un grupo de hombres decidan.

¿Hasta cuándo las mujeres son cuota de género por cumplir? Veamos, por ejemplo, Guayas tiene alcaldesa, prefecta y gobernadora –encargada, es decir, las mujeres sí pueden estar al mando. Basta de prejuicios y estereotipos. Dejemos de fijarnos en cómo lucen las mujeres y empecemos a escuchar lo que tienen que decir y esto no solo debe aplicarse en el área política, sino en el mundo laboral. ¿Hasta cuándo nos preocupa peinado o maquillaje cuando lo trascendental es el contenido de las palabras, su argumento y conceptos?

Finalmente, es necesario reconocer que el camino hacia la prosperidad, también va de la mano de las mujeres, como decía Mary Wollstonecraft: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”. (O)