Abogado, ensayista, filólogo y director de la Fundación March, el español Javier Gomá ha escrito sobre política, filosofía, literatura y arte. Incluso sobre el “dolor absoluto que es la muerte”, en su emotivo monólogo Inconsolable. Gracias a la Iniciativa Cívica 200 años Guayaquil Independiente de la Municipalidad de Guayaquil y a la Universidad Casa Grande, lo escuchamos recientemente en la conferencia virtual Ejemplaridad pública.

Comprender la sugerente propuesta de Gomá sobre la ejemplaridad es un desafío intelectual. Para el filósofo, una sociedad descansa en la ejemplaridad cívica de los individuos, en el deber ser que configura las costumbres y que, en la sociedad contemporánea, nos resulta escasa. Su invitación conlleva inmiscuirse en la cultura, abandonando costumbres indeseables y creando un nuevo cuerpo de costumbres cívicas como una oferta de sentido individual y social. Sostiene que hay vidas ejemplares que podrían movilizar el entusiasmo colectivo y la cohesión cívica: “La ejemplaridad sugiere ese plus de responsabilidad moral extrajurídica, exigible a todos, pero en especial a quien desempeña cargos financiados por el presupuesto público. Una exigencia de decencia y de honestidad que va más allá del cumplimiento de la norma”.

A Gomá le perturba la mezquindad, el cortoplacismo en la política, la codicia por el dinero, y un puritanismo posmoderno que escudriña ferozmente al prójimo como si se tratase de una jauría opinativa en esos patios vecinales que son las redes sociales. Para convivir de manera civilizada, tendríamos que establecer límites a nuestras libertades, a través de la emancipación moral porque “una cosa es ampliar la esfera de la libertad –algo que se ha conquistado en los últimos tres siglos– y otra, el uso cívico, virtuoso, responsable, social de esa libertad”.

Que los políticos no son ángeles, afirma Gomá. De allí que nos corresponda, como ciudadanos ilustrados, demandar ejemplaridad como ideal de dignidad, ya que son distintos el ejemplo y la ejemplaridad. Cuando las personas ejemplares demuestran que es posible la virtud, se pone en entredicho la barbarie. Nos recuerda Gomá a figuras políticas que son ejemplos sin ejemplaridad, ligadas más al entretenimiento y la banalidad que a ser referentes simbólicos de una ciudadanía responsable, perdiendo la oportunidad de ejercer su influencia para consolidar costumbres virtuosas.

Se le ha objetado a Gomá su optimismo por proponer el ideal de la ejemplaridad en la práctica, pero él arguye que este ha funcionado siempre como un principio rector en la moralidad de las personas y los pueblos, y que hoy ha sido escandalosamente olvidado. Asume el proceso, no como un camino lineal sin regresiones, sino como un ideal en que la filosofía, la literatura y el arte tienen una misión civilizatoria de primer orden. Desde allí que la educación tenga una doble función: preparar profesionalmente a los jóvenes y crear ciudadanos conscientes de su dignidad.

Ejemplaridad: un comportamiento que los ciudadanos ecuatorianos debemos exigir como imperativo moral de los candidatos a todos los cargos públicos en las elecciones 2021. (O)