Hace 20 años, Robert Mugabe, el entonces presidente de Zimbabue, ganó el premio mayor de la lotería que organizaba un banco de propiedad del Gobierno de Zimbabue. Mugabe no tuvo ningún empacho en reclamar los 100.000 dólares del premio y depositarlos en su cuenta bancaria.
Mugabe lideró Zimbabue por casi cuarenta años. Manejó horrorosamente la economía —entre sus logros está haber hecho que ese país alcance una inflación de 14’000.000 %—, persiguió a sus opositores, negó el derecho de libertad de expresión a los habitantes y convirtió a Zimbabue en uno de los países más corruptos del mundo.
Mugabe, con su administración, sus políticas y cosas como el premio de la lotería, se burló de los ciudadanos de su país en su propia cara. Sorprendentemente, Mugabe se cansó de ganar elecciones y durante gran parte de su gobierno gozó del apoyo de la mayoría de la población de Zimbabue.
Hace diez años, nuestro Robert Mugabe ganó un juicio de responsabilidad civil por daño moral a una institución bancaria. Nuestro Mugabe no tuvo ningún empacho en reclamar la indemnización de 600.000 dólares y depositarla en su cuenta bancaria. (He dado clases de Responsabilidad Civil por casi diez años y, sin entrar a criticar los varios errores de derecho en que incurrió la Corte Nacional en su sentencia, puedo decir que nunca me he topado con un solo caso en la historia de la jurisprudencia ecuatoriana en la que por una molestia tan pequeña se haya otorgado una indemnización tan grande).
Nuestro Mugabe manejó horrorosamente la economía. A pesar de gozar de la mayor bonanza petrolera de la historia, dejó un país extremadamente endeudado, con una tasa de desempleo igual o peor a la que recibió, y con una casi inexistente inversión privada. Nuestro Mugabe persiguió a sus opositores y les negó el derecho de libertad de expresión. Utilizó dineros públicos para acosar a sus opositores en sus sabatinas y si alguien opinaba en su contra le seguía un juicio penal o un proceso administrativo en la Superintendencia de Comunicación, a él y al medio de comunicación en que opinaba. Nuestro Mugabe agravó el problema de la corrupción. Sus amigos y los miembros de su Gobierno se transformaron en grandes y prósperos empresarios y, según se ha demostrado judicialmente, él mismo dirigió una organización criminal que exigía sobornos para la contratación de obras públicas.
Nuestro Mugabe, con su administración, sus políticas y con cosas como el juicio por daño moral, se burló de los ciudadanos de su país en su propia cara. Sorprendentemente, nuestro Mugabe sigue teniendo una gran aceptación popular y no sería nada raro que su candidato gane las próximas elecciones.
Los europeos y los norteamericanos, que crearon las ciencias, las más bellas obras de arte y los más importantes avances tecnológicos, crearon también la democracia, como un mecanismo para controlar a los gobernantes y limitar sus abusos. Pero en Ecuador, como en Zimbabue, utilizamos la democracia para premiar a los corruptos y elegir a quienes nos han garantizado que van a abusar de su poder y a empobrecernos. Es algo inexplicable. (O)