La costumbre de construir en desfiladeros ha existido junto con la humanidad desde hace años. Es extraño cómo el tiempo brinda confianza y nos enseña que no es apropiado construir en esos lugares, tan comunes en nuestro subcontinente andino.

Congestionamiento en vía a Samborondón

Nuestras carreteras serpentean por esos desfiladeros, que muchas veces resultan ser los lugares por donde corren las fuentes de agua, que permite su consumo en la agricultura y ciudades.

Sorpresa, terror y fascinación han causado estos paisajes. Los viajeros de antes sorteaban la muerte pasando por los desfiladeros para llegar a los valles serranos, incluso para traspasar la cordillera y llegar al ignoto oriente de esos tiempos.

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Se habilita circulación para todo tipo de vehículo en la vía Alóag-Santo Domingo

Todavía me causa cierto nerviosismo el subir por estos carreteros y ver con cierto recelo las laderas de cerros y montañas, las multitudes que se han agarrado de esos pedazos que deberían estar vetados de habitantes, por el riesgo que conllevan.

Si en Guayaquil muchos cerros y lomas se llevaron los urbanistas de esta ciudad (y se siguen llevando), la madre naturaleza cómo no ha de arrasar tantos otros cerros y montañas, ante la actividad depredadora del ser humano.

Se habilita paso por la vía Macas-Puyo, en Morona Santiago

No soy experto, pero cruzo los dedos para que el tiempo se apiade de nosotros y quienes sean responsables hagan los análisis respectivos y se anticipen ante cualquier tragedia, como las que han ocurrido en Quito el año antepasado, en Alausí el año pasado y hace poco en las afueras de la hermosa y querida Baños; y por qué no decir las tragedias que suceden en el Ecuador desde su fundación. No podemos vivir en un desfiladero físico y moral. (O)

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Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil