Cuando el presidente, en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, tomó la valiente decisión de entregar la seguridad del país al ejército; tenía también que entregar al ejército las herramientas necesarias para cumplir con éxito su misión. Lo que estamos viviendo en el Ecuador no es delincuencia común, en el Ecuador vivimos en un estado de guerra interna con grupos de delincuencia organizada, el verlo de otra manera es un gravísimo error.

Nueva fuerza contra la extorsión

Considero que Ecuador era otro Haití antes de la intervención militar. Estos grupos, desde mi perspectiva, crecieron durante la pandemia y no me sorprendería si tienen más de 80.000 hombres, un número casi igual que nuestras Fuerzas Armadas. Estos grupos de delincuencia organizada tienen armamento de calibre militar, fusiles de asalto, granadas, dinamita, controlan las cárceles, se autoeliminan entre ellos, matan policías y controlan sectores de la ciudad, cobran vacunas y con el dinero del narcotráfico han logrado infiltrarse en partidos políticos y en la Función Judicial.

‘Control temporal en las cárceles redujo la violencia en las calles de Guayaquil’: ¿qué más hacer después del estado de excepción?

En un estado de guerra interna, las Fuerzas Armadas son las únicas que deben manejar el destino de los terroristas, en cortes militares, y seleccionar libremente sus objetivos militares. Si hubiésemos hecho esto en un mes, Ecuador sería una isla de paz. La situación ha mejorado, pero no se ha terminado, al cometer el error de dar a los terroristas el beneficio de la justicia ordinaria es neutralizar la intervención militar, que será un buen espectáculo mientras duren los estados de excepción, después saldrán libres, se reirán nosotros y de las Fuerzas Armadas. (O)

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Juan Orús Guerra, Guayaquil