Muchos de ustedes se preguntarán: ¿qué es peor: la pandemia o los terribles apagones que actualmente estamos viviendo? Una pregunta sumamente difícil de responder. Si bien la pandemia nos dejó un sabor amargo, pues nos mantuvo encerrados durante largos y tortuosos meses, deprimidos y temerosos de contagiarnos de esta enfermedad que, en muchos casos, se volvió mortal; pero al menos no carecíamos de este elemento vital y tan importante como es la energía eléctrica que, actualmente, nos mantiene sumidos en las tinieblas y con otro tipo de temores (delincuencia); con pérdidas millonarias para un país ya empobrecido por la corrupción y los malos manejos de nuestros gobernantes, y lo más evidente es aún la falta de previsión de todos los estamentos responsables de esta catástrofe a nivel nacional.
Apagones en Ecuador: un golpe a la educación
Ahora las tinieblas nos acechan y la depresión va en aumento. En casas, calles, parques y avenidas reina la más completa oscuridad y tenemos que paralizar por interminables horas las actividades cotidianas, escolares y profesionales, pues lamentablemente debemos regirnos a los horarios impuestos por la empresa eléctrica que, de paso, no gozan de credibilidad pues, al parecer, no toman su cronograma en serio. El colapso es generalizado, las pérdidas económicas son incalculables y las soluciones tardías. El temor y la desesperanza son palpables. Así que nunca sabremos, a ciencia cierta, qué es peor, si la pandemia o los apagones. (O)
Fabiola Carrera Alemán, escritora, Quito