Guayaquil volvió a los tiempos de antes de León Febres–Cordero y de Jaime Nebot, que había suciedad, basura, ratas, rateros, vagos, chamberos, irrespeto a la ciudad. Pusieron orden, seguridad, regeneraron la ciudad, fue modelo de obra exitosa para alcaldes de otras ciudades de Ecuador y del mundo y venían a asesorarse.

Hablamos de botones del retraso de tres años a hoy, de la ciudad: en las calles, los informales realizan espectáculos, bailes, malabares con cuchillos, bates, fuego, etc. Los chamberos riegan la basura de los tachos, y de los solares abandonados convertidos en basureros públicos con ratas. Migrantes ilegales viven, defecan, en las calles, en portales, casas y edificios abandonados; agarran de los postes los cables de energía eléctrica para encender equipos de sonido, micrófonos, y poder cantar y pedir dinero afuera de restaurantes, cafeterías, heladerías. Vendedores ambulantes instalan triciclos, carretillas, mesas, sillas, bancos, canastos, cartones, parasoles, fogones, saquillos, tanques de plástico con agua, mostradores, cocinetas con cilindros de gas, ollas, pailas con aceite quemado negro porque lo utilizan muchas veces, etc. Dicen que tienen derecho de tomarse calles, vías peatonales, vías vehiculares, pasos elevados, parterres, escalinatas, aceras, jardines, malecones..., y hacer espectáculos artísticos, ferias, dar ‘consultas medicinales’, sobar espaldas, caderas, piernas, brazos, hombros, huesos rotos, esguinces, enderezar jorobas; acostarse con un suero en la vía, tener un niño enfermo en un cochecito para pedir dinero; vender ‘productos’, comidas, bebidas, carnes, verduras, legumbres, frutas; postres, almuerzos, arepas y tamales caribeños, camisetas, buñuelos paisas, ‘batidos de sábila potenciadores de la vitalidad’, gorras, plumas, jabones, ‘remedios’ de grajeas, jarabes y cremas; que no tienen controles, registros de calidad y sanitarios. Hacen lo que les da la gana con Guayaquil. Caminen por el centro de la ciudad, barrios y ciudadelas del sur, del norte. ¡Quién hará respetar y lucir decente a Guayaquil! (O)

Jorge L. Cevallos, Guayaquil