Cuando el poder del voto acordado, interesado, poco debatido, se impone en el Legislativo, en ejercicio a aquello que los políticos llaman “disciplina partidista”, son posibles las más insólitas resoluciones, así irrespeten el orden constituido, la seguridad jurídica y el mismo sentido común.

Ha ocurrido ya una buena cantidad de veces. Podría volver a ocurrir hoy, cuando se vote en el pleno, como está agendado, el informe de la comisión especialísima creada para analizar un caso que siempre debió estar en la Comisión de Fiscalización y Control Político, cuyo manejo no es del gusto de la actual mayoría parlamentaria: que el actual presidente Guillermo Lasso vaya a juicio político, aunque para que eso se materialice deba dar su aval la Corte Constitucional.

Asamblea Nacional pulsa si existen razones para llevar al presidente de la República, Guillermo Lasso, a un juicio político por el artículo 129 de la Constitución

Riesgo país de Ecuador sobrepasa los 1.800 puntos y sigue imparable por amenazas de juicio político al presidente y de movilizaciones

“Absurdo”, “mamotreto”, “golpe”. Llámenlo como quieran, pero quienes hemos hecho periodismo político por décadas hemos visto “burros volar” con mucha facilidad cuando las voluntades detrás de los honorables asambleístas actúan con su calculadora más que con la razón. Con el hígado más que con el cerebro. Y todo un país ahí en la mitad, harto de andar de crisis en crisis, de mesías en mesías, pero que tampoco aprende a elegir bien en las urnas.

(...) quienes hemos hecho periodismo político por décadas hemos visto “burros volar” con mucha facilidad...

Quienes como yo vivimos periodísticamente, in situ, la madrugada en que una mayoría acordó declarar incapacitado para gobernar a Abdalá Bucaram, saltándose una serie de pasos establecidos para destituir a un mandatario, sabemos que en la legislatura todo es posible al vaivén de las mayorías. Y no, no es que estoy resignado a que esto sea así, pero trato de mantener siempre cable a tierra y mínima capacidad de sorpresa en escenarios muy similares a los que el país ya vivió en aquella década de múltiples caídas presidenciales, y en la que le siguió cuando el correato alcanzó la popularidad suficiente para declarar y poner en marcha lo que creía “legítimo” aunque riñiese con la legalidad.

¿Cuánto se puede demorar un proceso de juicio político a un mandatario en Ecuador?

No, no se confundan, que esta columna no intenta ni remotamente ser un enunciado de defensa al Gobierno actual, que ya tiene bastante quien lo defienda. Esta columna sí pretende ser un exhorto a la democracia, a la estabilidad, al trabajo. A escapar, de una vez por todas, de esas riñas y esos egos exacerbados que hay en todos los bandos, pensando en el país que estamos dejando a nuestros centeniales del hogar. Sí, esos que se sumergen en sus videojuegos porque la realidad del entorno no les gusta, aunque están muy próximos a tener que “jugar” en esta convulsa vida nacional.

Y esta reflexión no estaría completa si no expreso que el presidente Lasso está en ese vilo político como resultado de sus errores. Algunos muy graves y que quedaron desnudos el 5 de febrero, cuando por lógica que pareciese al menos una parte de su propuesta, la votación le fue contraria.

Pensé, al tratarse de un empresario exitoso del sector económico, que en su gestión estaría garantizado un manejo profesional de la cosa pública. Pero veo que las cercanías, los círculos íntimos y los parientes parecerían ser lo más sólido de los gobiernos, por frágil que sean. Esperemos que la Asamblea hoy, en un ataque de cordura, se alinee con el país. (O)