Los últimos días han estado, para mí y para muchos, llenos de despedidas, partidas de seres amados, pero también asesinatos, secuestros, guerras arrasadoras, niños que nacen durante enfrentamientos, insultos, peleas verbales, noticias incomprensibles. Para los mayores como yo es como si nos dejaran sin piel, sin defensas, a la intemperie hosca y lúgubre. No tenemos tiempo por delante, tenemos el hoy. Y quizás esa es la mayor riqueza. La plenitud del ahora con su insondable belleza y también con sus abismales sufrimientos. La creación es admirable en su inmensa grandeza y entrañable en su infinita pequeñez. Nosotros, el grano de polvo que interroga, observa y a veces ama.

Cosas mundanas

Y cuando lo hace, el pecho reboza como si fuera a estallar porque no puede contener tanta hermosura y dicha y lo mismo, pero a la inversa, como un hueco sin fin que arrastra todo a su interior, ocurre cuando el dolor se hace insoportable.

Cuando eso sucede el cántaro que contiene nuestra vida se rompe y entonces el espacio se hace infinito.

Jesús el Cristo vivió esas dos realidades juntas y al mismo tiempo, un amor inmenso y un dolor abismal. De la luz de esa hoguera el mundo, no importa cuales sean sus referencias religiosas, recibe luz, calor, sentido, inspiración, esperanza.

Un amigo me preguntó: ¿cómo se define usted? Activista, humanista, y algunas otras cosas más. Le produjo extrañeza que le dijera trato de ser persona y me da bastante trabajo. Devenir persona es un puzle armado con muchos encuentros y desencuentros, con la influencia de muchas personas y acontecimientos. La amalgama que los une es el amor que damos y el amor que recibimos: nadie absolutamente nadie puede hacer algo totalmente solo, somos interdependientes y nos necesitamos unos a otros, como el aire que respiramos.

Así que si me dijeran que tengo un día de vida continuaría haciendo lo que hago, tratando de cometer menos errores. Estallaría de alegría por la inmensa bondad de todo lo creado y sufriría sin evadirme con todos los sufrimientos que nosotros originamos. Y pediría perdón y lo hago desde ahora, a todos los que herí y perturbé.

Y trataría de hacer mías las palabras de Kent M. Keithl en los mandamientos paradójicos:

La gente es ilógica, irrazonable y egocéntrica, aun así, ámala.

Si haces el bien te achacarán motivos egoístas, encubiertos. Aun así, haz el bien.

Si luchas por un ideal, harás amigos falsos y enemigos verdaderos, aun así, no importa, lucha. Lo bueno que hagas hoy mañana será olvidado, no importa hazlo. La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerable. Aun así, sé sincero y franco. Todo lo que has construido durante años puede ser destruido en un momento, no importa, constrúyelo. Si ayudas a la gente algunos se ofenderán. No importa, ayúdala. Da al mundo lo mejor de ti y recibirás desprecio. No importa da siempre lo mejor de ti. La vida es una oportunidad, aprovéchala. La vida es belleza, admírala. La vida es un reto, afróntalo. La vida es un misterio, descúbrelo, la vida es una canción, cántala, la vida es amor, vívelo.

Al atardecer de la vida esos consejos suenan sabios y crean paz. No sé cuándo será mi último día, solo sé que trato de vivir como si hoy fuera mi último asombro, el último agradecimiento fundamental a la increíble aventura de vivir. (O)