Es una norma de los gobiernos que cada ministro de Agricultura introduzca cambios en el estatuto orgánico y funcional según su parecer o enfoque, se creía que el actual no seguiría esa tónica, pero a pocos días de instaurarse un nuevo periodo presidencial se dispuso, en 219 páginas constantes en el Acuerdo n.° 030 de 31 de marzo, una nueva reestructuración que urge evidenciar para bien de la actividad que regula esa cartera de Estado, que en algún momento se apreciaba como una de las más influyentes del gabinete presidencial, para sucesivamente perder espacio y atribuciones, de forma tan evidente que se manifiesta en hechos insignificantes pero que hablan de la erosión de su bien ganada respetabilidad. Antes, en los actos protocolarios, la ubicación de los secretarios de Estado se daba de acuerdo a su antigüedad, el de Agricultura es uno de los primeros, ahora se lo ubica entre los últimos, es como recoge coloquialmente el dicho popular “la última rueda del coche”, reflejado en el exiguo presupuesto que se le asigna.
La mal traída reestructura emerge de una amodorrada burocracia con un nuevo esquema para el funcionamiento del ministerio, limitado de actuar por una enredada conformación y fuerte centralización. Por ejemplo, sumerge a la actividad bananera, la más importante del agro, a una simple dirección bajo la autoridad de una subsecretaría, de las siete creadas, con operación en la capital, cuando en otros tiempos era un determinante programa nacional de raigambre mundial. El acuerdo, de obligatorio acatamiento, irrespeta la trascendencia de la imprescindible investigación e innovación agraria, pasando por alto la juridicidad de Iniap, que se rige por su propia ley, convirtiéndolo en un mero apéndice de un lento ministerio sin recursos, cuando otrora generaba los propios, recibiendo un duro impacto al vetarse el nombramiento propuesto para nuevo director general del Dr. Víctor Hugo Quimí, por ser miembro de la tercera edad, olvidándose de que buena parte de científicos, incluidos premios Nobel son octogenarios y, en este caso, se trata de un brillante profesional orense, conocido activista de las ciencias agrícolas, homenajeado en muchos foros del país y, para orgullo ecuatoriano, en convenciones internacionales, olvidándose de que fue por votantes de ese grupo etario que el presidente fue reelecto.
El ministro debe enderezar lo negativo de la norma, tiene los conocimientos para hacerlo, mucho más siendo de formación bananera con una trayectoria empresarial destacable, capaz de conducir al régimen a asumir con frontalidad la defensa de las musáceas comestibles (plátano y banano), en serios peligros de extinción como han puntualizado reportes de prensa foránea por efecto del aumento de temperatura que trae el cambio climático; pero aparte de esa manejable amenaza, tiene una más poderosa que es la utilización de las exportaciones bananeras como medio de implantación de sustancias sicotrópicas, afeando hasta el desprestigio a toda la cadena productiva y comercial, cuyos eslabones son ajenos a esa atrocidad, se necesita un ministro que impulse al Gobierno a doblegar a ese enemigo mortal. (O)