En la formación médica universitaria nos enseñan las ciencias básicas necesarias para comprender la estructura y el funcionamiento del cuerpo humano. Luego, aprendemos las patologías diversas que podrían ocurrir en cualquier parte de nuestro cuerpo. Finalmente, nos enseñan a examinar, diagnosticar y tratar a un paciente con la finalidad de que recupere el estado de salud perdido. Pero nunca nos enseñan cómo comunicar los diagnósticos al paciente y a su familia, especialmente cuando de malas noticias se trata.
Los cinco tipos de cáncer más mortales según la OMS, estos son sus principales síntomas
Hay dos condiciones médicas, particularmente inquietantes, que causan temor e incertidumbre: las enfermedades oncológicas y las enfermedades neurodegenerativas. Porque su pronóstico suele ser incierto desde el momento en que se las diagnostica, ambas patologías crean, en el paciente, un sinnúmero de preguntas que van desde ¿por qué aparecieron? hasta ¿qué va a pasar conmigo? Frente a estos cuestionamientos, el sentimiento de miedo y desesperanza se apodera del paciente y de su familia. Son dos diagnósticos que pueden detener la vida por un instante, colocándonos en estado de fragilidad absoluta al no saber lo que nos deparará el futuro. Son inevitables la depresión y la ansiedad. En esas circunstancias, el cómo interviene el médico comunicando un diagnóstico difícil y complicado puede marcar un antes y un después en el estado emocional del paciente. La esperanza de curación siempre existirá, especialmente cuando se trata de cáncer, que afortunadamente ya no es tan invencible como antes.
Indudablemente, la personalidad del paciente juega un papel muy importante. Hay individuos más resilientes que otros. La recepción y la asimilación de un diagnóstico difícil también dependerá del grado de educación del paciente, por lo que el lenguaje utilizado por el médico deberá tenerlo en cuenta a la hora de plantear el diagnóstico y analizar el pronóstico. El médico debe aprender a manejarse en diferentes escenarios, colocándose sobre todo en el lugar del paciente. Para ello se requiere de una profunda empatía. El paciente espera comprensión, palabras de aliento, solidaridad, acompañamiento. La mirada, los gestos, el tono de la voz, las palabras que se emplean, absolutamente todo lo que implica la comunicación, serán percibidos y recibidos por un ser humano extremadamente sensible. De esa conversación dependerán mucho la actitud y la colaboración posterior del paciente frente al tratamiento de la enfermedad. La manera como se desarrolle el diálogo médico-paciente contribuirá a que el paciente salga fortalecido o desesperanzado. La sinceridad y la honestidad médicas son cruciales para crear confianza, elemento fundamental en la relación médico-paciente.
Aunque el ejercicio de la medicina se siga tecnificando y la inteligencia artificial vaya abarcando cada vez más campos científicos, la interacción humana persistirá. Quien aspira a ser médico debe ser consciente de la inmensa responsabilidad humana que tiene esta profesión. Los planes de estudio universitarios tienen una deuda en el proceso educativo: la formación ética y social de los estudiantes de Medicina. (O)