Cuando las cosas no van bien, cuando hay inconformidad o incomprensión, el deber ciudadano es expresarlo. Hace casi un año visité la capital estatal Salem del estado de Oregón, Estados Unidos, y fui testigo de cómo luce el patriotismo en la práctica, ese acto de entrega personificado en un solo ser humano quien con responsabilidad es capaz de convertir el anhelo general en actos y resultados claros, sin titubear y sin cansancio.

Tuve el honor de conocer a una pionera en vida, Barbara Roberts, política estadounidense y primera mujer gobernadora del Capitolio del estado de Oregón. Fue una de las primeras diez mujeres gobernadoras electas en los Estados Unidos de América. No la conocí en su cubículo, ella personalmente nos dio un recorrido por todo el Capitolio a 35 jóvenes mujeres estudiantes de liderazgo como parte de un programa optativo de la Universidad Estatal de Portland. Yo particularmente viví esta experiencia por mi intercambio en el programa Iniciativa de Jóvenes Líderes de la Américas (YLAI), apoyado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Con carisma y cercanía, pero además con un notorio intelecto y amabilidad, Barbara logró rápidamente impactarnos con su historia, una vida inspirada en los mismos orígenes de su ciudad. Nos hizo referencia sobre las personalidades que habían vivido ahí, como por ejemplo el sexto presidente de los Estados Unidos, John Quincy Adams, de quien muchos conocemos su frase “Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser más, entonces eres un líder”. Con rectitud y una gran sonrisa, nos narraba los retos que superó y los logros que alcanzó al ocupar esa posición de liderazgo, siendo lo más notable el hecho de que se trataba de una mujer brillante y jubilada de 86 años quien nos daba dicho recorrido. Eso es patriotismo.

“Aprende a usar tu voz... El que se abstiene políticamente por inconformidad con las opciones ‘sí’ y ‘no’ es un inepto”.

Acostumbrados unos cómodos a pensar que la labor ardua la debe hacer alguien más, y otros acomedidos por su parte a sacrificar hasta el último cuartil de su energía vital, terminamos todos condenados a navegar en un mar de oposiciones, inequidades, injusticias y contradicciones que se reflejan en los pequeños actos personales y en la máxima expresión del lugar que compartimos todos, donde las individualidades chocan y desvanecen a aquel ahora casi desconocido “bien común”. ¿Es posible que en este encuentro intergeneracional, una mujer que ya tiene 87 años tenga más esperanza de “revivir el bien común en el sentido común” que una joven asfixiada por las continuas noticias de un futuro catastrófico e incierto?

Antes de sus palabras les puedo asegurar que sí, por eso les comparto un poco de lo que nos dijo: “Actúa pensando que tus decisiones afectarán a las próximas siete generaciones. Aprende a usar tu voz y decir de dónde has venido. El que se abstiene políticamente por inconformidad con las opciones ‘sí’ y ‘no’ es un inepto. En el amor y el liderazgo, el tiempo es lo más importante”. Con Barbara aprendí que la sabiduría no tiene caducidad, pero ante todo, que el tiempo de actuar siempre será hoy; sin unidad no hay restauración. (O)