En el libro El Conde Lucanor se narra que un cuervo malherido y desplumado pidió ayuda a los búhos y, a pesar de la larga guerra que llevaban búhos y cuervos, estos últimos acogieron al cuervo lesionado y lo protegieron. Pasaron los días y las plumas del cuervo se acomodaron, surgieron nuevas y más fuertes –durante ese tiempo–, el cuervo ganó la confianza de los búhos y les propuso ser su portavoz e intermediario para terminar con las discordias entre aves. En efecto, el cuervo voló a su grupo de origen y notificó de la vida de los búhos. Al día siguiente, los cuervos atacaron a los búhos mientras dormían.

En una mirada pesimista, podemos leer aquella anécdota como la imposibilidad de albergar al enemigo y mucho menos confiar en él. No obstante, hay nuevos aspectos a considerar. Primero, ¿es posible conciliar posiciones totalmente diferentes? Segundo, ¿hasta dónde debemos confiar en quienes claramente pertenecen a otro grupo? Tercero, ¿el mejor interlocutor es quien antes fue un detractor?

Respecto a lo primero, “conciliar posiciones”. Si bien el deseo de ganar una contienda existe, eso no significa que se niegue la posibilidad de diálogo con el oponente o que las fracciones terminen absolutamente de acuerdo; pero el ejercicio de dialogar permite identificar campos para la acción común, que convengan a ambas partes. Pero ese diálogo requiere de un mediador que ayude a guiar el análisis y apele a acuerdos en función a metas tangibles.

Respecto a lo segundo, “confiar”. La confianza es fundamental, pero nuestras sociedades están resquebrajadas por las sospechas, los sucesivos hechos de corrupción y porque las promesas hechas parecen tener cada día menos valor. La literatura científica sugiere que para generar confianza se requiere un diálogo respetuoso. Otra sugerencia es elegir las fuentes que van a emplear para mostrar la magnitud de un problema. Las fuentes confiables y verificables se convierten en elementos que unen, pues, si son verídicas, pueden servir para deponer posiciones y concentrar esfuerzos en las soluciones.

(...) si bien la diversidad en un grupo es saludable, resulta importante saber a quién se le abre la puerta.

Respecto a los viejos detractores. Invitar a la mesa a quien fue claramente un detractor resulta una acción desalentadora y se traduce en pérdida de motivación para el grupo de colaboradores cercanos. Los detractores –que se convierten oportunistamente en seguidores– son un peligro porque crean tensiones y fragmentos en el interior de cada organización, debilitan base sólida sobre la que se levantan las organizaciones.

De ahí que, si bien la diversidad en un grupo es saludable, resulta importante saber a quién se le abre la puerta. Porque aunque seguramente el cuervo –que fue rescatado por los búhos– guardó gratitud hacia sus salvadores, no deja de ser responsable del ataque súbito y la matanza de los desprevenidos búhos.

Afortunadamente, siempre se puede volver a empezar, separar las aguas, advertir las intenciones y cuidar las espaldas. Esperemos que los políticos –que ocupan los gobiernos momentáneamente– sepan identificar y fortalecer sus filas de colaboradores, pues muchos cuervos están a la espera de una oportunidad para sacarles los ojos. (O)