Es un lugar común aseverar que las comparaciones son odiosas y que se deben comparar peras con peras y manzanas con manzanas. Pero no siempre (o, más bien, casi nunca) los lugares comunes resultan acertados. Para decidirse por una pera o una manzana es necesario previamente compararlas, lo que no significa equipararlas. La comparación entre objetos diferentes es extremadamente útil para valorar aspectos positivos y negativos de cada uno y sobre todo para sacar enseñanzas del uno y del otro.

El compromiso de servir de las autoridades

Todo ese preámbulo para señalar que, aunque las veamos lejanas y diferentes, las experiencias políticas europeas dejan enseñanzas valiosas para nuestros países. En efecto, son lejanas en muchos aspectos, como el tipo de régimen político (presidencial en las Américas, parlamentario en Europa), los procesos históricos, infinidad de factores culturales y por supuesto los hechos coyunturales. Entre diferencias asoma una similitud que cabe destacar porque puede ser muy útil para reflexionar sobre nuestras realidades políticas. Se trata de la reacción de la ciudadanía cuando advierte un inminente peligro. Ese peligro, en países que vivieron el infierno de las dos guerras mundiales, es el retorno de los extremismos de lado y lado.

¿Muy viejo para gobernar?

En España los votantes han ido paulatinamente aislando a quienes en América Latina se los identifica como chavistas, es decir, esa izquierda que retrocede a la utopía arcaica y que, en el caso europeo, no valora los logros obtenidos con el Estado de bienestar (que en gran medida se lo debe a la izquierda moderada). Por otra parte, la semana pasada se produjo la ruptura entre el Partido Popular (PP), de derecha, y Vox, conformado por quienes reivindican la herencia franquista. Lo preocupante, en este caso, es que la ruptura de las alianzas en varios gobiernos regionales fue decidida por el partido ultra y no por el desplazamiento del PP al centro, que sería lo más sano para la política española.

Como la hierba del páramo, que se arranca y vuelve a crecer (I)

En Francia, en la segunda vuelta para la Asamblea los votantes colocaron lo que algunos medios denominan el cordón sanitario para evitar el triunfo de la ultraderecha. En el año 2002 ya hicieron algo similar cuando impidieron el triunfo presidencial del padre de la actual líder ultra. Lo llamativo es que en ambos casos las izquierdas se vieron obligadas a desplazarse hacia el centro y aceptar lo que para ellas (y para su país) constituía el mal menor.

¿El dólar en peligro?

En el plano de la comparación, también en nuestro caso hemos tenido hechos similares, cuando el electorado en dos ocasiones (2021 y 2023) ha escogido el mal menor en la segunda vuelta. La similitud es más clara cuando se confirma que, tanto allá como acá, fueron los votantes quienes decidieron el aislamiento de los elementos nocivos o, para decirlo en los duros términos señalados, quienes establecieron el cordón sanitario. Los dirigentes políticos se sumieron en el silencio sin asumir su responsabilidad. Mientras mantengan esa actitud y no se hagan cargo de los temas de fondo, la política quedará al vaivén de los humores del momento, lo que constituye el caldo de cultivo ideal para las tendencias ultras de cualquier tipo, sean de un Chávez o de un Bolsonaro, de un Ortega o de un Bukele. Son los partidos y, en ausencia de estos, los dirigentes a quienes les corresponde destacar las diferencias y las similitudes entre peras y manzanas y establecer el cordón sanitario. (O)