La elección presidencial, ganada en su primera vuelta por Luisa González, del movimiento Revolución Ciudadana, con un 33,65% de votación, seguida por Daniel Noboa, de la coalición Acción Democrática Nacional (ADN), con un 23,6 %, puede decantar en la misma pugna de poder Ejecutivo-Legislativo que generó este proceso. Ninguna agrupación logró mayoría legislativa; las puertas quedan abiertas para pactos, alianzas que podrían apretar ese nudo gordiano y asfixiar más a un Ecuador violento y polarizado.

Muchos reniegan de los políticos por no cumplir sus promesas, pero ante una nueva jornada electoral se ilusionan nuevamente. El acto cívico devino en amor-odio entre políticos y electores aferrados a calmar sus males con la rayita en la papeleta. Resurgen peleas en esquinas, redes sociales, familiares. Algunos evocan los años ochenta y noventa porque, pese al caos, al “ven para mea…”, los pugilatos del Congreso, no se generaba encono como ahora. Las elecciones eran fiesta. Iban a votar en familia. Otros añoran la “década ganada” del expresidente Rafael Correa, debido a sus buenos indicadores socioeconómicos y de seguridad. Y hay quienes prefieren un estilo fresco, joven y conciliador. También existe miedo, odio en nombre de una democracia enferma y cierta apatía electoral.

Lea las últimas noticias sobre las elecciones en Ecuador

En los comicios presidenciales del 2021, del padrón de 13′107.457 personas, sufragó un 82,6 %, con un ausentismo de 17,4 % y un sufragio nulo del 16,30 %. En la primera vuelta de la reciente elección, el padrón se incrementó a 13′460.000 aproximadamente (aún se realiza conteo al enviar este material), pero descendió el porcentaje de votantes a un 80,6 % aprox. y aumentó el ausentismo al 19,5 % aprox. (quizá por tanta inseguridad y su punto álgido en el magnicidio del candidato Fernando Villavicencio).

¿Cómo se recupera la confianza del pueblo en la democracia y sus instituciones?

(...) pueden dar ejemplo de cómo reducir el odio realizando una campaña limpia, enfocada en los planes y proyectos...

Se necesita revertir esa imagen negativa de una Asamblea percibida como botín, donde los votos ya no actúen en función de grupos, sino del bienestar ciudadano. Es el momento de que la clase política sea capaz de generar los acuerdos necesarios tendientes a resolver los problemas del país. El nuevo mandatario o mandataria necesitará la suficiente destreza para consensuar decretos y leyes con el poder legislativo en beneficio de la nación; caso contrario, no habrá gobernabilidad y podría repetirse la historia reciente.

Además, urge invertir en educación, generarles oportunidades a los adolescentes y jóvenes, encantarlos con una democracia nueva, que los dote de las herramientas necesarias para no ser “presa fácil” de la propaganda y el odio político. Las agrupaciones que disputarán el balotaje del 15 de octubre pueden dar ejemplo de cómo reducir el odio realizando una campaña limpia, enfocada en los planes y proyectos de su mandato. El próximo Gobierno tendrá la presión de reducir la violencia, combatir la corrupción, reactivar la economía, generar empleo, recomponer un Estado fallido y devolver al pueblo la confianza en sus autoridades. Dura misión en poco tiempo. (O)