En estos borrascosos días, nos hemos olvidado hasta de las urgencias, incluso de nuestra necesidad de crecimiento económico. Debemos lograrlo. Para ello, es imperativo ir más allá del equilibrio fiscal. Desde la política pública, hay que crear las capacidades para el crecimiento económico nacional equitativo. El actual modelo ha causado desigualdades extremas en el desarrollo nacional y este, para ser sostenible, debe ser equitativo.

Ecuador es un “collage” de regiones y pocas de ellas tienen capacidad de crecimiento económico. Estas cuentan en mayor medida con recursos especializados de producción (concentran la mano de obra especializada, tienen mejor acceso a servicios generales, etc.); ofrecen mayor capacidad de compra; en ellas radica la oferta proveedora más competitiva y los mayores niveles de rivalidad empresarial. Les es más viable concretar ciclos de mejora de productividad e innovación.

El desarrollo equitativo obliga a descentralizar y desconcentrar la administración del poder sobre las capacidades y recursos públicos, como punta de lanza para crear factores de producción en las provincias menos desarrolladas. Hay que otorgar a los gobiernos regionales más poder sobre sus recursos y más recursos para sus actuales y nuevas competencias a descentralizar. Pero todos esos recursos deben acompañarse de la dotación de capacidades, tecnología y formación para que se puedan gestionar con acierto. De no hacerlo, la mayoría de las provincias del país seguirán sufriendo el éxodo de muchos de sus recursos humanos más calificados hacia poblaciones y regiones donde se dan las cuatro condiciones que antes describimos y que caracterizan a las sociedades con capacidad de crecimiento.

La gestión del agua ilustra la pauperización descrita. Desde que desaparecieron los organismos de desarrollo regional (CEDEGÉ, CREA, PREDESUR, CRM, etc.) la institucionalidad resultante poco ha logrado en favor de la gestión sostenible, eficiente y eficaz del agua. Casi la totalidad de empresas municipales administradoras de agua para consumo humano son deficitarias y con pocas posibilidades para mejorar su condición. Los gobiernos provinciales a cargo de la competencia del riego carecen en su mayoría de modelos de gestión que hayan contribuido a transformar los niveles de productividad de sus territorios de influencia. Ante esto, al ente rector del agua no se le ocurre aún un proceso de formación de capacidades y recursos para mejorar la actual provisión de estos servicios.

Al mirar lo ocurrido en materia de energía, se aprende que el centralismo ha ido más allá de lo estatal. En lo político, el centralismo con que han operado los partidos y movimientos políticos, especialmente los populismos carentes de doctrina, destrozó la solvencia de las otrora empresas eléctricas regionales. CNEL es un enfermo crónico de nacimiento.

Termino con una ilustración cruel: cuando a algún ministro se le ocurre recortar gasto corriente, este siempre empieza por las provincias, afectando la capacidad de respuesta de aquellas instancias.

¿Seremos capaces de ponernos de acuerdo para el desarrollo equitativo? (O)