Tras los comicios desarrollados el pasado fin de semana, los analistas han sugerido que fue el miedo y la esperanza lo que determinó el voto, dando la victoria a Noboa. En esta oportunidad casi nadie volvió a señalar la dimensión “festiva” de las elecciones. No fue una fiesta democrática. En ambos lados, la razón que inclinaba su decisión era mantener las mínimas condiciones para la existencia de la vida social y política. Para ambos bandos era un asunto de sobrevivencia. La pregunta que queda es si el ganador podrá no solo sostener esas mínimas condiciones que permitan una vida en sociedad, sino que permita la cohesión de la población, y podamos abandonar el sentimiento de pesar que nos embarga, y la constante y creciente atomización de nuestra sociedad. El candidato reelecto no solo tiene una misión de gestión pública, sino de gestionar una visión de país para el futuro.

Noboa gana, y con él, el beneficio de la duda

Algunos analistas han insistido en que el voto otorgado no es una “carta en blanco”. Señalan que se convertirán en fiscalizadores y exigirán la corrección de los errores del primer año de gestión de Noboa. Demandan al resto de la ciudadanía su participación; afirman que no es tarea única del presidente la recomposición de la cohesión social y política del Ecuador. No es la primera vez, y no ha sucedido, ¿por qué ahora sí? Intento encontrar alguna razón que nos permita intuir un cambio de rumbo. ¿Enmendará errores, fortalecerá las instituciones y respetará los principios de la democracia liberal? ¿Qué incentivos tendría el presidente para cambiar su manera de gestionar la política, la institucionalidad y su relación con la ciudadanía si, por el contrario, fue el autoritarismo e irrespeto con respecto a las dos primeras y una relación clientelar afectiva con la última lo que le entrega al poder?

Ideologías, gobiernos y universidades

En los intentos de explicar los resultados del domingo, 13 de abril, no se dimensiona la participación de varios ministros y sus carteras de Estado como brigadistas de campaña, inmediatamente después del 9 de febrero. Fue notorio: activaron simultáneamente su presencia en “territorio”. A algunas provincias acudieron más de dos veces. Pero más notorio aún fue la política de comunicación activada para el reporte de sus actividades. Una comunicación cuya característica es las redes sociales, centradas en las historias, reels y el formato TikTok. A los ministros los volvieron influencers. Lo he señalado anteriormente: la particularidad de Noboa-Valbonesi es su posición de influencers, que esta vez descendió a los mandos medios. Abrazos, sonrisas, videos de segundos y cortos minutos, entregando bienes y bonos. La particularidad de estas plataformas es la movilización de sentimientos a través de la pantalla. Si sumamos a esto el anuncio de bonos y créditos a ciertos sectores, estamos ante la conformación de una oligarquía clientelar-afectiva de la era digital, sin ningún incentivo para el fortalecimiento de la institucionalidad, una economía abierta y una democracia participativa.

Daniel Noboa Azín II

La otra oferta tampoco hacía méritos; de hecho, parece que terminó de hundirse con varios disparos al pie durante la última semana. En fin, se nos abre un espacio de tiempo para ver si salimos del modo sobrevivencia. (O)