La anticipación de un día que va a llegar inevitablemente, una graduación, una cirugía, una elección presidencial después del asesinato político de uno de los candidatos, puede elevar los niveles de ansiedad hasta de los deportistas más experimentados, los amigos de signo Piscis, el conserje que no se mueve ni por nada. Para calmar los nervios, hay quienes recomiendan no enterarse de nada, no ver las noticias, no saber nada. Y, en verdad, cerrar el Twitter y solo comunicarse por memes por unos días, desconectarse y desconocer la realidad, es balsámico.

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Los miles de ecuatorianos que buscaron votar infructuosamente el pasado 20 de agosto desde el extranjero deberían seguir el ejemplo. Cortar las amarras y desistir de votar a distancia. Diana Atamaint seguro se los agradecerá y, a menos que se hayan trasladado provisionalmente para estudiar a otro país, están ejerciendo un derecho de manera irresponsable porque no van a sufrir las consecuencias de su voto. Es como si un estudiante de un colegio votara por el consejo estudiantil del colegio de la novia o donde trabaja el papá.

Cuando vivían en Ecuador, la mayoría de migrantes seguramente hicieron poco por poner en práctica una ciudadanía activa (usar la silla vacía de su municipio, proponer una ordenanza, crear un comité de usuarios para vigilar un servicio público). ¿Por qué súbitamente se sienten tan fervientemente ecuatorianos que necesitan dedicar el día entero a tratar de usar el sistema de votación electrónica? Es verdad que muchos mandan remesas que se gastan en el país y otros muchos piensan en regresar, pero no por eso deben influir en el futuro de los demás, de quienes se quedaron.

Esa distancia electoral tan necesaria por parte de quienes podemos sufrir de ansiedad por los tiempos que vive el país o por quienes buscan sentirse todavía ecuatorianos, en cambio, es adoptada por quienes menos deberían hacerlo. Y los casos más emblemáticos son precisamente los electores de los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta, pues, más allá de las creencias políticas y la falta de opciones, parecen enajenados de lo que representa cualquiera de los dos.

González demostró en el debate lo que mucho se sospechaba: no tiene una agenda de gobierno, ni ideas propias. Evoca supuestas glorias pasadas junto con el axioma de fe “ya lo hicimos y lo volveremos a hacer” con tanta frecuencia que parece que está tratando de convencerse incluso a sí misma de que votar por su lista nos va a resolver la vida.

Noboa sorprendió, sobre todo a los jóvenes que vieron la versión completa en vivo, o editada en TikTok, del debate, por sus soluciones tecnicistas y aparentemente sencillas a las verdaderas preocupaciones de la gente (las económicas). Pero solo lo hizo porque sus votantes no se han dado el trabajo de conocer que es cercano a asambleístas como Marcela Holguín, a quien financió un viaje a Rusia, a militantes del partido antes conocido como Alianza PAIS, y al hermano y al primo de Lenín Moreno, con cuyos partidos se ha candidatizado.

Ante este panorama electoral, nos iría mejor si quienes se distancian de la contienda son los candidatos. (O)