El resultado de las votaciones ecuatorianas no fue aceptado por la candidatura que obtuvo menos sufragios. Este hecho desató una serie de reacciones en la región que vuelven a ilustrar la fragmentación y el disenso, antes que la polarización en América Latina. En el caso ecuatoriano, una mayoría importante de Gobiernos reconoció la elección, pero tres países discreparon: Colombia, México y Venezuela. El presidente Petro se pronunció por X anunciando que no podía reconocer los resultados invocando fragmentos del informe de la OEA sobre antecedentes de las votaciones, advirtió sobre la posibilidad de persecuciones en Ecuador, adujo la detención –que no existió– del líder indígena Leonidas Iza, y cuestionó la declaratoria de emergencia en varias provincias ecuatorianas. La canciller de Colombia, por el contrario, felicitó al ganador.
La presidenta Sheinbaum, luego de conocer los resultados, insistió en que México no reanudaría relaciones con el Ecuador, porque la responsabilidad de la invasión a la embajada de ese país en Quito estuvo asociada directamente con el presidente reelecto y añadió que hay objeciones al desarrollo del proceso. Y el Gobierno venezolano, a través de declaraciones del jefe de Estado y otros políticos, aprovechó el cuestionamiento al proceso para intentar legitimar el suyo. Maduro habló de un “fraude horroroso para imponer un proyecto colonialista”.
Otros gobiernos identificados con las izquierdas han tenido posiciones abiertamente distintas. Las felicitaciones de Brasil a la candidatura ganadora fueron significativas porque nadie duda de la adscripción ideológica del presidente Lula ni del peso político en la región de ese país. El presidente Boric felicitó la elección, y aquí cabe anotar que la misión de Observación de la OEA fue presidida por un diplomático chileno excanciller de Bachelet. Esa misión no objetó los resultados, igual que la de la Unión Europea, y luego los ratificó. El presidente uruguayo también felicitó al ecuatoriano. El jefe de Estado de Cuba ha mantenido silencio sin sumarse a los cuestionamientos (ni a las felicitaciones). Todos los Gobiernos latinoamericanos del centro a la derecha han avalado el conteo. Fuera de la región, China, los Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea han reconocido la elección.
Este episodio muestra lo volátiles que son las posiciones gubernamentales latinoamericanas y lo difícil que es construir consensos políticos. En realidad, no hay elementos que pudieran siquiera afirmar la existencia de bloques afines sobre todo en los Gobiernos del centro hacia la izquierda. Brasil y Colombia coinciden, por ejemplo, sobre la dudosa legitimidad de la elección venezolana, pero México no se suma. Los tres divergen, como se ha visto, sobre Ecuador, y las discrepancias sobre otras agendas entre los 33 países de la región parecen infinitas. El presidente Gustavo Petro tiene un reto mayúsculo, que es sostener la Celac durante 365 días porque Colombia lo dirige. Ese organismo, extraordinariamente valioso, requiere consensos mínimos para sobrevivir y mucha prudencia de parte de su presidencia pro tempore, pero el ambiente regional parece tóxico y las susceptibilidades en el hemisferio están a flor de piel. (O)