Si alguien me hubiera dicho, hace cinco años, que el terreno del combate democrático en Ecuador iba a abandonar el campo de las ideas y la argumentación filosófica, que los candidatos dejarían de hablar de sus promesas de campaña y que ganarían votos contorsionando sus cuerpos, permitiendo que estos ondulen como hojas al viento, y que sus dotes de elasticidad pélvica serían lo que más pese en una elección, me habría negado a creerlo.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa hablaba en la década de los 90 de la era de la imagen, y Nicholas George Carr nos ha llamado los “superficiales” porque las redes sociales nos inundan de información a una velocidad imposible de asimilar; por ello, no provocan ningún proceso de análisis o pensamiento. Nos estamos acostumbrando a la superficialidad, lo que nos está transformando en seres insatisfechos y sin capacidad de resolver nuestros propios problemas como sociedad.

El Ecuador que elige

También nos han llamado “sociedad líquida” (Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo), ya que todo cambia de forma vertiginosa. Lo que antes era una sociedad basada en principios, hoy, los principios cambian, cuando aparece un nuevo líder, el juego se resetea a partir de la última fabricación del iluminado actual. Este tipo de sociedad cambiante nos transforma a un carácter inseguro, sin pertenencia ni propósito.

Nos han llamado “legión de idiotas”; esto lo sostiene Umberto Eco, escritor italiano. Eco indica que antes los idiotas no hacían daño porque sostenían conversaciones en las esquinas de un barrio suburbano, pero que ahora ese mismo idiota tiene una caja de resonancia mundial y sus opiniones parecerían tener el mismo peso que el de un premio nobel. Además, el escritor enfatiza que la incubadora de idiotas es precisamente la superficialidad en la información de las redes sociales.

Elección por un futuro

Yo creo fervientemente que la información es el combustible del pensamiento, como lo dijo Elvin Toffler en la obra Future Shock.

Retornando al tema. ¿Esta situación de mandar mensajes de 10 segundos o discursos de 1 minuto y lo de contorsionarse en TikTok nos asegura que el movedor de caderas hará leyes coherentes o defenderá a su pueblo?

Nunca se nos ocurrió en los 90 que para ser un gran líder había que “mover el cucu” o bailar el “baile del mono macho”, la “sopa de caracol” o “Juana la cubana”. Ahora imagínense a Stephen Hawking al ritmo de una conga explicándonos la teoría de los hoyos negros, o a Carl Sagan a ritmo de una bachata hablándonos de la inmensidad del cosmos. ¡Qué anacronismo bárbaro! Con respeto, pienso que este no sería un buen momento para estos dos grandes de la ciencia.

Poner la piel en el juego

Digo que hubieran avisado con tiempo: si hubiéramos sabido que ese era el camino, ¿para qué estudiamos tanto? Los zapatillazos de mi madre fueron en vano. Claro, en lugar de luchar por ganarnos una beca al exterior, debimos haber pedido a los Gobiernos que nos donen lipofilling ; de esta manera, hoy seríamos considerados la fresita del pastel.

No sé si llamarle reflexión o cruel realidad, pero, como bien dicen, es la dialéctica, un poco macabra, y veremos a dónde nos lleva y si llegamos. (O)