A principios de los ochenta nadie se hubiera imaginado que el camarón algún día llegaría a ser la principal exportación no petrolera de Ecuador. No hubo ministerio ni comité de planificación nacional que eligió al camarón como el producto estrella de exportación.

El desarrollo del sector fue algo casi accidental: diversos empresarios en la Costa del país lo fueron desarrollando a través de un tedioso proceso de prueba y error. No había protocolos establecidos acerca de cómo producir el camarón en cautiverio, sino más bien empresarios en busca de lucro.

Tampoco los acompañó la buena suerte. El sector sufrió el embate del “síndrome de la gaviota” en 1989, luego el de Taura en 1994 y finalmente, lo que podría haber sido su sentencia de muerte: el “síndrome de la mancha blanca” en 1999, que coincidió con el fenómeno de El Niño y la crisis financiera de 1999-2000. Durante la mancha blanca, las exportaciones del sector se redujeron a 37.700 TM, sufriendo el sector una contracción de 70 %. En retrospectiva, el sector se benefició de que los políticos estuvieron ocupados en otros asuntos y los camaroneros aprendieron a salir del atolladero con esfuerzo y creatividad.

En otros países, cuando se dio la crisis de la mancha blanca, las autoridades impusieron controles que obligaban a aislar los camarones infectados con el objetivo de desarrollar camarones libres de patógenos. Aquí, en medio del caos monetario y financiero que vivió el país entre 1998 y 2000, varios productores de camarón decidieron experimentar con los camarones que sobrevivieron el virus. Lo que terminó sucediendo es que el camarón ecuatoriano no solo que se volvió más resiliente frente a diversos patógenos, sino que se desarrolló una industria de ingeniería genética de las larvas del camarón y “el mejor camarón del mundo”, como lo dice una campaña lanzada por la Cámara Nacional de Acuatultura (CNA) en 2022. Por cierto, esta campaña como muchas otras iniciativas del sector es financiada con recursos de los mismos camaroneros.

El mundo se ha beneficiado con un camarón más abundante. En 1994 el sector exportaba 156.200 libras a un precio promedio de $ 3,29, en 2023 llegó a exportar 2′676.745 libras a un precio promedio de $ 2,35. Conforme el país gozaba de los últimos años de la segunda bonanza petrolera, cuyos ingresos fueron en gran medida dilapidados por el sector público, la bonanza del sector camaronero recién encendía sus motores pasando de exportar $ 850 millones en 2010 a $ 7.093 millones en 2023.

¿Cómo fue posible esto en medio de la inseguridad jurídica, el infierno tributario y las múltiples amenazas a la propiedad privada? Gracias a muchos empresarios visionarios que arriesgaron su capital con optimismo acerca del futuro del camarón ecuatoriano.

El sector camaronero ha logrado poner a Ecuador en el mapa como ejemplo de innovación y resiliencia. Según Gabriel Luna, fundador de GlunaShrimp, “hoy uno de cada cuatro camarones en el mundo son producidos en Ecuador”. Luna indica que Ecuador contribuye con 26 % de la producción global, habiendo multiplicado por un factor de 9 las libras exportadas entre 2009 (299 millones de libras) y 2023 (2.677 millones). Una mayor apertura comercial y financiera permitiría que esto se repita en otros sectores. (O)