Javier Milei lleva años tironeando las orejas –por decirlo de la forma más sutil posible– a la casta política argentina. El personaje público que ha gestado el león argentino tiene un enemigo clarísimo: los “zurdos”. Ellos son, para el nuevo presidente electo de la Argentina, el cáncer que mantiene enferma a su nación.

La épica de su gobierno será luchar contra ellos, y sus armas serán las de todo buen libertario liberal: reducir ministerios e impuestos, terminar con subsidios, sacar al Estado de su pésimo rol de empresario, dolarizar y más. Todo esto en cuatro años.

Los argentinos estaban entre la espada y la pared en esta elección. Tenían que elegir como presidente al actual ministro de Economía, que llevó al país a una inflación de 140 %, o a un hombre que entre gritos, un peinado alborotado y extrema algarabía proponía algo que a la base social productiva, ahogada entre impuestos y burócratas, le hacía total sentido. Eligieron la espada; prefirieron la opción más ruda, menos políticamente correcta. Pero ¿esperan que él pueda cumplir con sus promesas? ¿Qué esperan todos los que han seguido con admiración a Milei desde fuera de Argentina, todos los que vuelcan sus esperanzas sobre el resurgir de la derecha liberal en él? ¿Qué tendrá que hacer para que lo consideren un Gobierno exitoso?

Milei, quien ganó en 21 de las 24 provincias del país, tendrá que trabajar y negociar con un Legislativo en el que solo no tiene mayoría, por lo que su éxito dependerá de hacer alianzas con una derecha dividida que se compone de quienes lo miran con recelo y quienes lo miran con admiración. Aunque con eso no bastará. También tendrá que hacer alianzas con una fracción del peronismo, ese que le tiene bronca a los Kirchner. En definitiva, para hacer reformas, el presidente electo tendrá que ceder. Me pregunto si esas concesiones serán castigadas por el público que le sigue. Me pregunto si lo verán como una traición.

Para dolarizar oficialmente, Milei tendrá que contar con el beneplácito de los Estados Unidos. Dolarizar una economía pequeña, con deuda relativamente manejable, como lo era el Ecuador en 1999, es una cosa…, pero dolarizar a un gigante como la Argentina es otra. Los Estados Unidos tendrían que asumir un golpe enorme a su moneda a cambio de recobrar a un partner políticamente relevante por ¿cuatro años tal vez? No parece un negocio tan provechoso para el país del norte. Si no lo logra, ¿se acaba su gestión? ¿En cuánto tiempo debe lograrlo para que se considere un éxito?

Podemos seguir con la lista de las propuestas de Milei y hablar sobre lo difícil, tal vez hasta imposible, que será cumplirlas. Buena parte de la cobertura de su victoria en medios internacionales lo ha destacado. Un presidente democrático en cuatro años con mucha suerte logra hacer dos reformas que trasciendan a su gestión. Mantener ese sentido de realidad, aunque emociona menos y no es tan entretenido, será la clave para que los seguidores –locales y foráneos– del león sepan juzgar el éxito o fracaso del nuevo presidente argentino.

En lo personal, estimo que el mayor éxito de Milei se verá en las próximas elecciones y tendrá un solo parámetro de medición: que los “zurdos” no sean los próximos en gobernar la Argentina. (O)