La mayoría de los gobiernos alrededor del mundo copiaron la reacción del régimen del Partido Comunista Chino frente al COVID-19, que consistía en el sacrificio de libertades fundamentales como la de movimiento. Esto había que hacerlo supuestamente para “aplanar la curva” de infecciones y evitar el colapso de los sistemas de salud. Es sorprendente cómo prácticamente todos los países de Occidente rápidamente descartaron el manual tradicional de reacción frente a una pandemia y adoptaron aquel de una dictadura. Pero hubo una excepción: Suecia.

Johan Norberg ha publicado un estudio comparando el resultado del modelo sueco frente a la pandemia con aquel de prácticamente el resto del mundo con base en diversos indicadores de bienestar.

Un llamado a la preparación ante futuras pandemias

Si bien hubo ciertas restricciones como el límite a reuniones sociales de más de 50 personas en lugares públicos, educación remota para estudiantes de secundaria y universidad, entre otras, los ciudadanos suecos experimentaron una reducción mínima de sus libertades durante la pandemia.

En ese entonces se presentaba la siguiente disyuntiva falsa: libertad o salvar vidas. Pero ¿realmente fue así? Debemos estar agradecidos con los suecos porque su ejemplo nos permite realizar comparaciones ahora.

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Un influyente modelo sueco, basado en el famoso estudio del Imperial College de Inglaterra, predijo que Suecia tendría 82.000 muertes de COVID-19 para el 1 de julio. Pero para julio de 2020, Suecia había sufrido 5.455 muertes, apenas un 7 % de las proyectadas por los modelos. Esta cantidad de fatalidades era más baja que aquella de Italia y España, pero cinco o hasta diez veces más alta que la de sus vecinos nórdicos. Pero si extendemos la mirada hasta el final de la pandemia vemos que Suecia sufrió 2.322 muertes de COVID-19 por cada millón de habitantes, lo cual es 40 % superior a los otros países nórdicos, pero una brecha muy inferior a la del verano de 2020. Esta es una tasa de mortalidad por debajo de aquella de los países del sur de Europa y mucho más baja que aquella de EE. UU.

Debemos estar agradecidos con los suecos porque su ejemplo nos permite realizar comparaciones ahora.

Claro que comparar las muertes de COVID-19 tiene sus complicaciones dado que todos los países las contaban de manera distinta. Algo que disminuye este problema es comparar las llamadas “muertes en exceso” y al hacerlo, Norberg señala que los datos son todavía más sorprendentes: la tasa de muertes en exceso de Suecia (4,4 %) es menos de la mitad del promedio europeo (11,1 %) y es la tasa más baja de todos los países europeos durante los tres años de la pandemia (2020-22).

Norberg también considera otros indicadores de bienestar. Mientras que la actividad de la economía mundial y de la Eurozona fue menor en 2021 de lo que se había proyectado antes de la pandemia (-2,9 y -2,1 %, respectivamente), aquella de la economía sueca fue mayor (0,4 %). En cuanto a la educación, un estudio internacional estimó que los niños se perdieron en promedio más de un tercio del aprendizaje en un año normal de escolaridad y que esto afectó particularmente a los que provenían de hogares con ingresos bajos. Los niños suecos, mientras tanto, no retrocedieron en su aprendizaje.

La diferencia clave entre la estrategia de Suecia y aquella de la mayoría del resto de los gobiernos era que esta dependía más de la adaptación voluntaria por parte de los individuos que de la coacción estatal. (O)